Accesos de Ira

Era un hombre  que tenía recurrentes accesos de gran ira que no lograba controlar. Muy preocupado por ello, se enteró de un sabio que podía aconsejarle y que vivía en la cima de una colina. Decidió acudir a visitarle.

Una vez ante él le expuso el problema. El sabio dijo:

—Amigo mío, hasta que vea tu ira, no puedo  aconsejarte. Cuando  tengas un acceso de furia, ven y muéstremela.

Unos días después, el hombre  sintió mucha ira y fue a visitar al sabio, pero cuando llegó ya se le había pasado.

—Así no puedo aconsejarte.  Necesito verte airado. La próxima  vez ven más pronto.

Unos días después,  cuando  el hombre  fue de nuevo anegado por la ira, salió corriendo hacia el lugar donde se encontraba el sabio, pero  nuevamente, al llegar, ya no la sentía.

—¡Vaya! –exclamó  el sabio–. Tendrás  que venir más rápido  cuando  vuelva a venirte la ira.

Unos días después,  en cuanto  sintió  ira, el hombre salió corriendo tanto  como  pudo.  Jadeante  y exhausto, llegó a la cima de la colina, pero ya no tenía ira.

Y el sabio le dijo:

—¿Lo ves? La ira no te pertenece. Viene y se marcha, como una ola sube y baja. Lo que tienes que hacer es no dejarte  atrapar  por esa ola y mantener  la quietud  a pesar de la ola de la ira.

Reflexión

El sabio aconsejó perfectamente al hombre  y la actitud  por  él recomendada es aplicable  a todos  los estados aflictivos mentales  o emocionales,  sea la ira, el odio,  los celos, el miedo, la vanidad u otros.  Esos estados vienen y se marchan,  y lo importante es permanecer en el propio ángulo de quietud,  muy vigilante y aplicando  la ecuanimidad para no dejarse arrastrar, pues si uno se identifica con ellos es cuando pierde toda la presencia de sí y se convierte en una masa de ira, odio, celos o envidia.  Aunque  al principio  uno fracasará en el intento, ejercitándose  en esa atención  serena y ecuánime, logrará  ir manteniéndose en quietud  a pesar de esos estados,  evitando  reaccionar  gracias a la energía inquebrantable de la ecuanimidad. También  hay que esforzarse por desarrollar  estados mentales positivos, pues los negativos son la ausencia de éstos.

Ramiro Calle

 

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