Cuando herimos a otras personas

¿Qué podemos hacer cuando herimos a alguien y a raíz de ello esa persona nos considera su enemigo? Esa persona podría ser miembro de nuestra familia, de nuestra comunidad, o estar en otro país. Creo que sabemos la respuesta. Hay algunas cosas que podemos hacer. La primera es dedicar tiempo a decir: «Lo siento. Te hice daño por mi ignorancia, por mi falta de atención, por mi torpeza. Trataré de hacer todo posible para ser más
comprensivo. No te diré nada más por el momento. No quiero herirte de nuevo». A veces no tenemos la intención de herir, pero al no estar lo bastante atentos o no ser lo suficientemente hábiles, acabamos hiriendo a alguien. Es muy importante ser concientes en la vida diaria, de modo que podamos hablar de una manera que no hiera a los demás.

Lo segundo que hay que hacer es tratar de sacar lo mejor de nosotros mismos, nuestra flor, para transformarnos. Es la única manera de demostrar lo que acabamos de decir. Cuando hayamos renovado nuestra actitud y nos mostremos agradables, la otra persona lo notará muy pronto. Entonces, cuando haya oportunidad de acercarnos a ella, podemos presentarnos ante ella como una flor, y ella notará inmediatamente que somos muy diferentes. Puede que no tengamos que decir nada. Al vernos así, nos aceptará y nos perdonará. Eso es hablar con nuestra vida y no solo con palabras.

Cuando empezamos a ver que nuestro «enemigo» sufre, estamos al inicio del discernimiento. Cuando vemos en nosotros mismos el deseo de que la otra persona deje de sufrir, eso es un signo de amor auténtico. Pero cuidado. A veces podemos pensar que somos más fuertes de lo que realmente somos. Para poner a prueba nuestra fuerza real, trataremos de acercarnos a la otra persona para escucharla y hablar con ella.

Descubriremos en seguida si nuestra compasión amorosa es real. Necesitamos que la otra persona esté allí para poner a prueba nuestra fuerza. Si solo meditamos sobre un principio abstracto, como la comprensión o el amor, puede tratarse únicamente de nuestra imaginación, en vez de una comprensión real o un amor real.

Reconciliarse significa dejar atrás la visión dualista y la tendencia a querer castigar a la otra persona. La reconciliación se opone a toda forma de ambición, y no toma partido.

La mayoría de la gente quiere tomar partido en un conflicto. Distinguimos lo justo de lo injusto basándonos en pruebas parciales o en habladurías. Pensamos que necesitamos indignación para actuar. Pero incluso siendo legítima, la indignación justa no es suficiente. ¡El mundo no carece de personas dispuestas a lanzarse a la acción! Lo que necesitamos son personas capaces de amar y de no tomar partido, de manera que puedan
abrazar la realidad entera.

Tenemos que seguir practicando el mindfulness y la reconciliación hasta que veamos los cuerpos de los niños hambrientos como si fueran el nuestro, hasta que el dolor de los cuerpos de todas las especies sea el nuestro. Entonces habremos alcanzado la no discriminación, el amor auténtico. Entonces podremos mirar a todos los seres con los ojos de la compasión, y podremos hacer un trabajo real para ayudar a aliviar el sufrimiento.

Thay

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Traducir