El camino del firme y único propósito

El sol podrá salir algún día por el occidente, pero el Bodhisattva tiene sólo un camino.

El propósito de esta charla no es facilitar la comprensión intelectual sino simplemente expresar el aprecio que tengo por nuestra práctica del Zen. El poder sentarme en zazén con ustedes es muy, muy fuera de lo corriente. Por supuesto, cualquier cosa que hagamos lo es, porque nuestra misma vida es fuera de lo corriente. Buda ha dicho: «Apreciar la vida es algo tan raro como tener tierra pegada sobre la uña». Como es sabido, la tierra casi nunca se pega sobre la uña. Nuestra vida es rara y maravillosa. Cuando me siento, deseo quedarme sentado para siempre, pero trato de darme ánimos para emprender otro ejercicio, como recitar el sutra o hacer reverencias. Y, al inclinarme, pienso: «Esto es maravilloso». Pero debo cambiar de práctica nuevamente para recitar el sutra. Con esto quiero decir que el objeto de mi charla es expresar mi aprecio. Eso es todo. Nuestro sistema no consiste en sentarse para adquirir algo sino para expresar nuestra verdadera naturaleza. Eso es lo que practicamos.

Cuando uno desea expresarse a sí mismo, expresar su verdadera naturaleza, ha de adoptar alguna manera natural y apropiada de expresión. Incluso mecerse hacia la derecha y la izquierda mientras se está sentado o levantarse del zazén son expresiones de uno mismo. No son una preparación para la práctica o cierta relajación después de ella; son parte de la práctica misma. Por lo tanto, no se debe proceder como si se tratara de una preparación para alguna otra cosa. Así debe ser en la vida cotidiana. Cocinar o hacer algo de comer no es preparación, según Dogen; es práctica. Cocinar no es tan sólo preparar la comida para alguien o para uno mismo; es una expresión de sinceridad. Así, pues, cuando se cocina, debe uno expresarse a si mismo en las labores culinarias. Se debe dedicar abundante tiempo y ha de hacerse sin tener otra cosa en la mente y sin expectativa alguna. Simplemente, se debe cocinar, lo cual es también la expresión de nuestra sinceridad, una parte de nuestra práctica. Hay que sentarse en zazén, de esta manera, pero sentarse no es nuestra única alternativa. Cualquier cosa que se haga debe ser la expresión de esa misma actividad profunda. Se debe apreciar lo que se esté haciendo. No ha de ser preparación para ninguna otra cosa.

Al camino del Bodhisattva suele llamársele «el camino del firme y único propósito» o «una vía férrea de miles de millas de largo». La vía del ferrocarril es siempre la misma. Si se ensancha o se estrecha, se causa un desastre. A cualquier parte que uno vaya la vía del tren es siempre la misma. Así es el camino de Bodhisattva. Por lo tanto, el sol podrá salir algún DIA por el occidente, pero el Bodhisattva tiene sólo un camino. Ese camino es el que expresa su naturaleza y su sinceridad en todo momento.

Hablamos de vías férreas, pero en realidad no hay tal cosa. La sinceridad en sí es la vía férrea. Los paisajes que vemos desde el tren cambian, pero siempre vamos por la misma vía. Una vía que no tiene comienzo ni fin, una vía sin comienzo y sin fin. No hay punto de partida ni de destino, ni nada que lograr. Simplemente, seguimos por la vía que es nuestro camino. Ésta es la naturaleza de nuestra práctica Zen.

Pero el peligro surge cuando esa vía férrea excita la curiosidad. No se debe mirar la vía férrea. El que la mira suele marearse. Hay que conformarse con ver los paisajes desde el tren. Ése es  nuestro camino.  No hay  necesidad  de  que la  vía despierte  la  curiosidad  de  los pasajeros. Alguien se encargará de cuidarlos. Buda cuidará de hacerlo. Pero a veces tratamos de explicarnos las vías del tren porque nos despierta la curiosidad el que sean siempre lo mismo. Entonces nos preguntamos «¿cómo le es posible al Bodhisattva ser siempre el mismo?,

¿cuál es su secreto?». Pero no hay ningún secreto. Todos tienen la mismo naturaleza que las vías del tren.

Había una vez dos buenos amigos, Chokei y Hofuku. Estaban charlando acerca del camino del Bodhisattva y Chokei dijo: «Aún cuando el arhat (el iluminado) abrigara malos deseos, aún así, el Tathágata (Buda) no tiene dos clases de palabra. Yo digo que el Tathágata tiene  palabras,  pero  no  palabras  duales».  Hofuku  le  contestó:  «Aunque  así  lo  dices,  tu comentario no  es perfecto». Chokei  le  preguntó:  «¿Cómo interpretas  tú  las  palabras  del Tathágata?’. Hofuku terminó diciéndole: «Ya hemos discutido bastante. Ahora, ¡tomemos una taza de té!». Hofuku no dio respuesta a su amigo porque es imposible dar una interpretación verbal de nuestro camino. Sin embargo, como parte de su práctica, estos dos buenos amigos examinaban el  camino del Bodhisattva, a pesar de que no esperaban hallar una nueva interpretación. Por eso Hofuku dijo por fin: » Nuestra conversación ha terminado, iTomemos una taza de té!».

Ésa es una respuesta muy buena, ¿verdad? Lo mismo ocurre con mi charla. Cuando mi charla ha terminado, el escuchar ha terminado también. No hay necesidad de recordar lo que he dicho, ni tampoco de entender lo dicho. Uno entiende. Uno tiene completa comprensión dentro de uno mismo. No hay problema.

Mente Zen,Mente dPrincipiante

Shunryu  Suzuki

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