El Nirvana, la catarata

Nuestra vida y nuestra muerte son la misma cosa. Cuando nos damos cuenta cabal de ello, le perdemos el miedo a la muerte y a las verdaderas dificultades de la vida.

Si ustedes van al Japón y visitan el monasterio de Eiheiji, casi a la entrada verán un pequeño puente llamado Hanshaku—kyo, que significa «puente del medio balde». Cada vez que Dogen-zenji sacaba agua del río, usaba solamente medio balde y vertía el agua que quedaba en el río pata no desperdiciarla. Por eso llamamos al puente Hanshaku—kyo, «puente del medio balde». En Eiheiji, cuando nos lavábamos la cara, llenábamos la palangana sólo al setenta por ciento de su capacidad. Después de lavarnos, vaciamos el agua en dirección a nuestro cuerpo. Esto expresa nuestro respeto hacia el agua. La práctica no se basa en ninguna idea de economía. Tal vez resulta difícil comprender por qué Dogen solía volver a arrojar la mitad del agua que sacaba del río. Esta clase de práctica sobrepasa nuestro pensar. Cuando apreciamos  la  belleza  del  río,  cuando  nos  identificamos  con  el  agua,  lo  hacemos intuitivamente, como lo hacía Dogen. Ese gesto es parte de nuestra verdadera naturaleza. Pero cuando la verdadera naturaleza está absorta en ideas de economía, el modo de actuar de Dogen no tiene sentido.

Cuando fui al parque nacional de Yosemite, vi unas cataratas inmensas. La mayor tiene 492 metros de altura y en ella el agua desciende como una cortina que baja de la cima de la montaña. No parece bajar velozmente, como uno se imagina, sino que da la impresión de descender con mucha lentitud, debido a la distancia. Y el agua no cae como una sola corriente, sino que se divide en muchos chorros minúsculos. Vista a la distancia, parece una cortina. Y yo pensé que para cada gota debe ser una experiencia muy difícil bajar desde la cima de una montaña tan alta. Transcurre tiempo, mucho tiempo, hasta que el agua cae al fin hasta el pie de la catarata. A mí me parece que tal vez sea así nuestra vida humana. Sufrimos muchas pruebas difíciles en nuestra vida. Mas, a la vez, pensaba que originalmente el agua no estaba separada, sino que era un río. Tiene dificultad al caer sólo cuando se separa. Es como si el agua no tuviera ningún sentir cuando es un río entero. Sólo cuando se divide en muchas gotas puede comenzar a tener o expresar algún sentimiento. Cuando vemos el continuo correr del río, no percibimos la actividad viva del agua pero, cuando sacamos parte de ella en el balde, nos damos cuenta, en parte, de lo que es y también percibimos el valor de la persona que la usa. Conscientes de nosotros mismos y del agua de esta manera, no es posible usarla de un modo meramente material. Es una cosa viva.

Antes de nacer, no teníamos sentimiento alguno. Éramos uno con el universo. Esto se llama «sólo mente» o «esencia de la mente» o «gran mente». Después que nuestro nacimiento nos separa de esta unidad, de la misma manera que el agua que cae en las cataratas es dispersada por el viento y las rocas, nosotros al nacer adquirimos el sentimiento. Uno tiene dificultades, porque tiene sentimiento. Nos apegamos al sentimiento sin saber por cierto cómo este sentimiento ha sido creado. Cuando uno no se da cuenta de que es parte de un río o parte del universo, siente miedo. Separada o no en gotas, el agua sigue siendo agua. Nuestra vida y nuestra muerte son la misma cosa. Cuando nos damos cuenta cabal de ello, le perdemos el miedo a la muerte y no tenemos verdaderas dificultades en la vida.

Al retornar el agua a su unidad original con el río, deja de tener sentimiento individual, recobra su propia naturaleza y encuentra la serenidad. ¡Cuán inmensamente contenta debe de estar el agua cuando vuelve al río original! Si éste es el caso, ¿qué sentimiento nos embargará al  morir? Creo que  somos como el agua en el balde. Al morir tendremos serenidad, la serenidad perfecta. Tal vez hasta nos parezca demasiada perfección ahora, porque estamos tan  apegados  a  nuestros  propios  sentimientos,  a  nuestra  existencia  individual.  En  este momento, nosotros le tenemos cierto miedo a la muerte, pero después que nos reintegremos a nuestra verdadera naturaleza original vendrá el Nirvana. Por eso se suele decir «lograr el Nirvana es ir más allá». Pero «ir más allá» no es el concepto exacto. Quizás «pasar más allá» o «seguir más allá» o «aunarse» serían preferibles. Traten de buscar otra expresión mejor para caracterizar la muerte. Cuando la encuentren tendrán una interpretación distinta de la vida. Será como lo que sentí al ver el agua de la gran catarata. ¡Imagínenselo! ¡Tenía 492 metros de altura!

Solemos decir «todo proviene de la vacuidad». Un río íntegro, una mente entera es la vacuidad. Cuando llegamos a este entendimiento, descubrimos el verdadero sentido de la vida. Si logramos esto, conseguimos percibir la belleza de la vida humana. Antes de darnos cuenta de ello, todo lo que vemos es tan sólo una ilusión. A veces sobrestimamos la belleza, otras, la subestimamos o no la percibimos, porque nuestra pequeña mente no se atiene a la realidad.

Hablar de eso en estos términos es cosa relativamente fácil, pero tener el sentimiento propiamente dicho no lo es. Sin embargo, es posible cultivar este sentimiento por medio de la práctica del zazén. Cuando uno puede sentarse con todo el cuerpo y toda la mente y con la unidad de cuerpo y mente bajo control de la mente universal, se logra alcanzar fácilmente esta clase de correcta comprensión. Nuestra vida cotidiana se renovará sin que nos apeguemos a interpretaciones viejas y erróneas de la vida. Cuando se da uno cuenta de este hecho, descubre también el poco sentido de las viejas interpretaciones y de cuán inútil fue todo el esfuerzo anterior. Se descubre al mismo tiempo el verdadero sentido de la vida y, aunque resulte difícil caer directamente desde lo alto de la catarata hasta el pie de la montaña, se disfrutará de la vida.

Mente Zen,Mente dPrincipiante

Shunryu  Suzuki

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