INSCRITO EN LA MENTE CREYENTE

El Método Perfecto no sabe de dificultades,
excepto que rehusa efectuar preferencias:
sólo cuando se libera de odio y amor
se revela plenamente sin disfraz.
Basta la diferencia de una décima de milímetro
para que el cielo y la tierra queden separados:
si quieres verlo manifiesto,
no asumas pensamiento en su favor ni en su contra.
Alzar lo que gustas contra lo que te disgusta…
Esta es la enfermedad de la mente.
Cuando no se entiende el profundo significado (del Método)
se perturba la paz de la mente y nada se gana.
El Método es perfecto como el vasto espacio,
sin faltarle nada, sin nada superfluo:
en verdad, se debe a efectuar elección
que su talidad se pierda de vista.
No persigas las complicaciones externas,
no mores en el vacío interior.
Cuando la mente reposa serena en la unidad de las cosas,
el dualismo se desvanece de por sí.
Y cuando no se entiende integralmente la unidad
de dos modos se sustenta la pérdida:
la negación de la realidad puede conducir a su negación absoluta,
mientras apoyar el vacío puede resultar en su contradicción.
Verbalismo e intelección…
Cuando más nos acompañamos de ellos, más nos descarriamos;
por tanto, fuera el verbalismo y la intelección
y no habrá lugar al que no puedas pasar libremente.
Cuando retornamos a la raíz, ganamos el significado;
cuando perseguimos los objetos externos, perdemos la razón.
En el momento en que nos iluminamos por dentro,
trascendemos el vacío y el mundo que nos enfrenta.
Las transformaciones que se suceden en un mundo vacío que nos enfrenta,
parecen todas reales debido a la Ignorancia:
procura no buscar lo verdadero,
cesa tan solo de abrigar opiniones.
No te entretengas con el dualismo,
evita cuidadosamente perseguirlo;
tan pronto tengas lo correcto y lo erróneo,
lo que se sigue es confusión, la mente se pierde.
Los dos existen debido al uno,
pero ni siquiera te aferres a este uno;
cuando la mente única no está perturbada,
las diez mil cosas no ofrecen ofensa.
Cuando ellas no ofrecen ofensa, es como si no existieran,
cuando la mente no es perturbada, es como si no hubiese mente.
El sujeto se aquieta cuando el objeto cesa,
el objeto cesa cuando el sujeto se aquieta.
El objeto es un objeto del sujeto,
el sujeto es un sujeto de un objeto:
conoce que la relatividad de los dos
reside únicamente en la unidad del vacío.
En la unidad del vacío los dos son uno,
y cada uno de los dos contiene en sí la totalidad de las diez mil cosas;
cuando no se efectúa discriminación entre esto y aquello,
¿cómo puede surgir un criterio unilateral y prejuicioso?.
El Gran Método es calmo y de espíritu abierto,
nada es fácil, nada es difícil:
los propósitos pequeños son irresolutos,
cuando más se apresuran más se demoran.
El apego jamás se mantiene dentro de los lazos,
es seguro que marche en sentido equivocado:
déjalo ir flojo, que las cosas sean como fueren,
mientras la esencia ni parte ni mora.
Obedece a la naturaleza de las cosas, y estarás en concordia con el Método,
calmo, cómodo y libre de molestia;
mas cuando tus pensamientos están atados, te alejas de la verdad,
se tornan más pesados y torpes, y de ningún modo son sensatos.
Cuando no son sensatos, el alma está turbada,
¿de qué sirve, entonces, ser parcial y unilateral?.
Si quieres recorrer el curso del Único Vehículo
no tengas prejuicios contra los objetos-de-los-seis-sentidos.
Cuando no tienes prejuicios contra los objetos-de-los-seis-sentidos,
a la vez te identificas con la Iluminación.
El sabio es no-activo,
mientras el ignorante se ata;
mientras que en el mismo Dharma, no hay individuación,
ignorantemente se apegan a objetos particulares.
Son sus propias mentes las que crean ilusiones,
¿no es esa la máxima de las contradicciones?.
La Ignorancia engendra el dualismo del reposo y del desasosiego.
Los iluminados carecen de gustos y disgustos.
Todas las formas de dualismo
medran ignorantemente por la mente misma,
son como visiones y flores en el aire:
¿por qué debemos perturbarnos tratando de agarrarlas?.
Ganancia y pérdida, correcto y erróneo…
¡fuera con ellos de una vez por todas!.
Si el ojo nunca se duerme
todos los sueños cesan de por sí:
si la mente retiene su unidad,
las diez mil cosas son de una sola talidad.
Cuando se sondea el hondo misterio de la talidad única,
de repente olvidamos las complicaciones externas:
Cuando se ve a las diez mil cosas en su unidad,
retornamos al origen y seguimos siendo lo que somos.
Olvida el porqué de las cosas,
y alcanzas un estado más allá de la analogía:
el movimiento detenido no es movimiento,
y el reposo puesto en movimiento no es reposo.
Cuando no se obtiene más el dualismo,
ni siquiera la unidad misma sigue siendo como tal.
El fin último de las cosas, donde no pueden ir más allá,
no está sujeto a reglas ni medidas:
la mente en armonía con el Método es el principio de la identidad,
en el que hallamos todas las acciones en un estado de quietud;
las irresoluciones son descartadas por completo,
y la fe recta es restablecida en su rectitud genuina.
Así nada es retenido,
nada es memorizado,
todos es vacío, lúcido, auto-iluminativo.
No hay mancha, ni ejercicio, ni derroche de energía:
he aquí donde jamás alcanza el pensamiento,
he aquí donde la imaginación fracasa en sus mediciones.
En el reino superior de la Talidad Verdadera
no hay “otro” ni “yo”.
Cuando se pide una identificación directa
sólo podemos decir: “No dos”.
Al no ser dos todo es lo mismo,
todo lo que es, está comprendido en ello:
los sabios de los diez sectores,
todos entran en esta fe absoluta.
Esta fe absoluta está más allá de la prisa (tiempo) y de la extensión (espacio).
Un instante es diez mil años.
No interesa cómo están condicionadas las cosas, ya sea con “ser” o “no ser”,
eso se manifiesta por doquier ante ti.
Lo infinitamente pequeño es tan grande como grande puede ser,
cuando se olvidan las condiciones externas;
lo infinitamente grande es tan pequeño como pequeño puede ser,
cuando se ponen fuera de la vista límites objetivos.
Lo que es lo mismo con lo que no lo es,
lo que no es lo mismo con lo que es:
donde no pueda obtenerse este estado de cosas,
asegúrate de no entretenerte.
Uno en todos,
todos en uno…
Si sólo se comprende esto,
¡No te preocupes más por no ser perfecto!.
La mente creyente no está dividida,
e indivisa es la mente creyente…
He aquí donde fallan las palabras,
pues esto no pertenece al pasado, al futuro ni al presente.

-Hsin-hsin-ming-

Sêng-ts´an, tercer patriarca Zen, muerto en 606. 

Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki

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