No es el karma el que posiciona tu vida…ni siquiera es tu vida la que posiciona tu vida…son tus actos, tus movimientos, el sigilo con el que se ocultan las emociones que dejamos dormidas, para negarlas, para posponerlas, para no comunicarlas a nadie y dejar después que sea el karma el culpable de nuestra decepción.
Cualquier pensamiento humano es una emoción que vuela en la vorágine de nuestra mente; cualquier movimiento en negación a nuestro pensamiento se vuelve contra nosotros…y le llamamos karma.
El karma no nos influye así. No viene de lejos a buscarnos. Está en nosotros como aprendizaje, pero podemos decidir si atenernos a sus enseñanzas o no hacerlo. Es nuestra responsabilidad adquirida de antemano con nosotros mismos. Responsabilidad para con nosotros, para con nuestro ser real, el que no está disfrazado con capas y capas de emociones y sentimientos humanos, de impulsos neurológicos y mundanos, influenciados por lo que nos rodea, por el entorno, por la familia, por lo que se espera de nosotros. Nuestros pensamientos y deseos más profundos rara vez afloran a la superficie, por desconocidos, por ancestrales, por venir con nosotros y desde nosotros desde hace milenios.
En cambio, lo que aflora, lo que reconocemos como deseos íntimos, a veces lo verbalizamos y otras no. Esas veces que no, se crea un conflicto entre actos y pensamientos que nos aboca a la consecución de deseos indeseados, de logros que no pretendíamos conseguir, de situaciones y cambios en nuestro plan ancestral de vida, que en ocasiones se vuelven en nuestra contra…y le llamamos karma.
La búsqueda, el estudio, la interiorización, la seguridad en nosotros, el fluir, el llamar a las cosas por su nombre, la autenticidad en resumen, es lo que nos conducirá a la realización de nuestros deseos más profundos, los reales, los que vinieron con nosotros. Y descubriremos que el karma no es sino la manera de crecer y aprender más efectiva que nuestro ser concluyó para nosotros y para contribuir al desarrollo de todos los entes que se mueven a nuestro alrededor. Con el amor, nunca con el odio, nunca con la pena.
Crece
Lou