LA ACTITUD MÁS PROVECHOSA

La actitud y el espíritu con que nos aproximamos a la meditación son extremadamente importante. No existe tal cosa como una “buena” o una “mala” meditación. Si la mente se encuentra tranquila y alerta podemos pensar que nuestra presente meditación es extraordinaria. En cambio, si nos encontramos confundidos y enfadados, o agonizando por nuestra postura, podemos pensar que la meditación nos está yendo pésimamente. Pero hay que tener en mente que nuestra meta es aprender de lo que está ocurriendo— ya sea de las experiencias dolorosas, como de las que son pacíficas y deleitables. Debemos ser pacientes cuando trabajamos con estados mentales caóticos, reconociendo que la naturaleza de la mente es a veces así. Incluso, nuestras locuras son estados mentales que surgen y se desvanecen. Del dolor podemos extraer discernimiento y sabiduría. Por otra parte, a veces las experiencias que nos gustan pueden ocasionarnos sufrimiento, porque nos aferramos a ellas, las intentamos replicar o nos sentimos orgullosos de nuestros logros. Podemos caer en la soberbia y así, lo que comienza como una experiencia pura y placentera nos puede llevar eventualmente a sufrir.
Nuestra meta es aprender de todas nuestras experiencias, ya sean agradables o dolorosas, bellas o repulsivas. Uno de los principios más importantes de la meditación es que, si nos lo proponemos, podemos hacer de toda experiencia un buen maestro. Lo primordial es que aprendamos de nuestras experiencias.

AJAHN AMARO

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