La Atención Correcta

La Atención Correcta es la energía que nos hace regresar al momento presente. Cultivarla es cultivar el Buda que hay en nuestro interior, cultivar el Espíritu Santo.

Según la sicología budista la atención es universal, lo que significa que siempre estamos poniendo atención en algo. Nuestra atención puede ser la correcta, como cuando permanecemos en el momento presente, o inapropiada, como cuando estamos atentos a algo que nos impide vivir el aquí y el ahora.

La Atención Correcta lo acepta todo sin juzgar ni reaccionar. La practica consiste en encontrar la forma de alimentar la apropiada atención a lo largo del día. La atención consiste en recordar regresar al momento presente.

Amar a alguien significa alimentar a la otra persona con la atención adecuada. Cuando practicas la Atención Correcta haces que la otra persona y tu estéis presentes al mismo tiempo. “Se que estás ahí. Tu presencia es hermosa para mi”- sino lo expresas mientras estáis juntos, cuando fallezca o tenga algún accidente, solo llorarás porque antes de que el accidente sucediera no sabías como ser realmente felices juntos.

Cuando tu cuerpo, tu mente, tu habla permanecen en perfecta unión, ejercerás un efecto incluso antes de pronunciar palabra alguna.

Mediante la atención se llega a la comprensión. Ver y comprender nace de nuestro interior. Cuando somos concientes y sentimos profundamente el momento presente podemos observar y escuchar con profundidad, y los frutos son siempre la comprensión, la aceptación, el amor y el deseo de aliviar el sufrimiento y aportar alegría. La comprensión es la base del amor. Cuando comprendes a alguien no puedes evitar amarle.

Cuando practicamos la Atención Correcta, sentimos los elementos curativos y renovadores de la vida y empezamos a transformar nuestro sufrimiento y el del mundo. No es fácil, pero la practica de la atención nos ayuda a ver con claridad el deseo y los efectos de los malos hábitos (como el fumar), y finalmente encontraremos el modo de dejarlos.

Podemos tardar años en transformar la energía de algún hábito, pero cuando lo logramos detenemos la rueda del samsara, el vicioso ciclo del sufrimiento y confusión que ha estado en movimiento durante tantas vidas.

En el Sermón sobre los cuatro fundamentos de la atención, Buda ofrece cuatro objetos para practicar la atención: nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, nuestra mente y los objetos de la mente. Es útil leer este sermón al menos una vez a la semana, junto con el Sermón sobre respirar con plena consciencia y el Sermón sobre conocer la mejor manera de vivir solo.

El primer fundamento es –ser conciente del cuerpo en el cuerpo-.
Al inspirar se que vivo en mi cuerpo, al espirar le sonrío. Al practicar de ese modo renovamos nuestro conocimiento del cuerpo y hacemos las paces con él. Debemos comenzar notando todas las posiciones y movimientos del cuerpo, permaneciendo totalmente en él, aunque lo estemos observando. Al sentarnos, levantarnos, andar o tendernos, sabemos que nos sentamos, levantamos, andamos o nos tendemos. A esta práctica se la denomina –reconocer simplemente-.

La segunda forma en que Buda nos enseñó a ser concientes del cuerpo en el cuerpo es reconociendo todas sus partes, desde la coronilla hasta la planta de los pies. A través de nuestra atención sentimos la nariz, la boca, los brazos, el corazón, los pulmones, la sangre y todo lo demás. Podemos realizar practica de escrutar nuestro cuerpo mientras meditamos sentados o mientras estamos tumbados, puede llevarnos alrededor de media hora.

El tercer método que Buda ofreció es percibir los elementos que componen al cuerpo: tierra, agua, fuego, aire. El –elemento tierra se refiere a las cosas sólidas-. Cuando vemos el elemento tierra tanto fuera como dentro de nosotros, descubrimos que en realidad no existe una frontera entre nosotros y el resto del universo. Estamos compuestos por más de un 70% de agua, entonces reconocemos el elemento agua que hay dentro de nosotros mientras meditamos. El elemento fuego es el calor tanto interno como externo a nosotros. Para que la vida exista se necesita calor. El cuarto elemento de nuestro cuerpo es el aire. La mejor manera de experimentar el elemento aire es hacer la práctica de respirar concientemente. Cuando inspiro digo…. “inspirando”, cuando espiro digo…. “espirando”. No intentamos controlar la respiración, no importa que sea corta o larga, profunda o superficial, respiramos simplemente de manera natural y dirigimos la luz de la atención hacia ella. De ese modo notamos que nuestra respiración se vuelve más lenta y profunda de forma natural. Ahora puedes probar con profunda”…”lenta”. Más tarde descubrirás que estás más sereno y a gusto, “Inspirando me siento sereno”…”Espirando me siento a gusto”. Y después “Inspirando sonrío”…”Espirando me libero de todas mis preocupaciones y ansiedades”. La última practica es “Inspirando permanezco profundamente en el momento presente”…”Espirando se que este es un momento maravilloso”. Nada es más precioso que vivir el momento presente, siendo plenamente vivo y conciente.

Otra practica que nos ayuda a ser concientes de la respiración es contar.
Mientras inspiras cuenta “uno” y al espirar nuevamente “uno”. Así hasta 10, y luego de 10 a 1. Si te distraes vuelve nuevamente a 1. Cuando logres contar sin equivocarte, podrás dejar de hacerlo y comenzar con “inspirando”…”espirando”. Respirar concientemente produce una gran alegría. Estos ejercicios han sido transmitidos por una comunidad que
los ha practicado durante 2600 años.

El segundo fundamento es ser conciente de las sensaciones en las sensaciones. Las sensaciones forman parte de las 51 clases de formaciones mentales. Las sensaciones pueden ser agradables, desagradables o neutras.

Cuando tenemos una sensación agradable tendemos a aferrarnos a ella y cuando es desagradable a rechazarla. Pero en ambos casos lo más eficaz es regresar a la respiración y observar simplemente las sensaciones identificándolas en silencio: “Inspirando se que hay una sensación agradable (o desagradable) en mi”… “Espirando se que hay una sensación agradable (o desagradable) en mi”. Llamar a cada sensación por su nombre nos ayuda a identificarla y verla con profundidad. En una fracción de segundo pueden surgir muchas sensaciones.

Si nuestra respiración es ligera y serena –resultado de respirar concientemente- el cuerpo y la mente se volverán gradualmente más livianos, serenos y claros, y nuestros sentimientos también. Nuestros sentimientos son parte de nosotros, y mientras los experimentamos somos esos sentimientos. La practica de no aferrarse ni rechazar los sentimientos es una parte importante de la meditación. Si los afrontamos con cuidado, con afecto y sin violencia, podemos transformarlos en un tipo de energía sana y nutritiva. Cuando surge un sentimiento, la Atención Correcta lo identifica, reconoce simplemente lo que está allí y al mismo tiempo si es agradable, desagradable o neutro.

La Atención Correcta es como una madre. Cuando el hijo es amoroso, ella lo ama, y cuando llora, también. Debemos observar con ecuanimidad todo cuanto sucede en nuestro cuerpo y en nuestra mente.

No luchamos, sino que decimos –hola- a nuestro sentimiento para poder conocernos mejor el uno al otro, y la próxima vez que surja podremos saludarlo con mayor serenidad.

Cuando estamos enojados, necesitamos serenarnos: “Inspirando, sereno mi ira. Espirando cuido mi ira.” Tan pronto como una madre toma entre brazos a su bebé que llora, éste se siente ya más aliviado. Cuando abrazamos nuestra ira con la Atención Correcta, disminuye al instante nuestro sufrimiento.

Todos tenemos emociones difíciles, pero si permitimos que nos dominen nos agotaremos. Las emociones se vuelven fuertes cuando no sabemos como tratarlas. Cuando nuestros sentimientos son más fuertes que nuestra atención, sufrimos. Pero si practicamos la respiración conciente un día tras otro, la consciencia se convertirá en un hábito. No esperes a empezar a practicar cuando te sientas abrumado por un sentimiento. Quizá sea demasiado tarde.

El tercer fundamento es ser concientes de la mente en la mente.

Ser concientes de la mente es percibir las formaciones mentales.

Cualquier cosa que se –forma-, cualquier cosa que está hecha de algo más, es una formación. Una flor es una formación. Nuestra ira es una formación mental. Algunas formaciones mentales están presentes constantemente y se denominan –universales- (contacto, atención, sensación, percepción y volición). Otras surgen en determinadas circunstancias (afán, determinación, consciencia, concentración, sabiduría). Algunas elevan el espíritu y nos ayudan a transformar el sufrimiento (formaciones mentales sanas y beneficiosas), y otras son pesadas y nos aprisionan en nuestro sufrimiento (formaciones mentales insanas o perjudiciales). Hay formaciones mentales que en algunas ocasiones son sanas y en otras insanas, como la somnolencia, el arrepentimiento, el pensamiento inicial y el pensamiento desarrollado.

Cuando el cuerpo y la mente necesitan descansar, dormir es sano, pero dormir todo el tiempo puede ser insano. Cuando nuestros pensamientos nos ayudan a ver con claridad, son beneficiosos, pero si la mente está dispersa en todas direcciones, esa clase de pensamientos son perjudiciales.

Nuestra consciencia está llena de bellos aspectos como la fe, la humildad, la dignidad, la ausencia de deseo, de ira, de ignorancia, la diligencia, la tranquilidad, el interés, la ecuanimidad y la no violencia.

Las formaciones mentales básicas e insanas son la codicia, el odio, la ignorancia, el orgullo, la duda, la visión errónea. Las formaciones mentales secundarias e insanas surgen de las básicas y son la ira, la malicia, la hipocresía, la malevolencia, la envidia, el egoísmo, el engaño, la astucia, la excitación insana, el deseo de lastimar, la inmodestia, la arrogancia, la agitación, la falta de fe, la indolencia, el descuido, el olvido, la distracción o falta de atención.

Cuando surge una formación debemos practicar el hecho de reconocerla. Si estamos agitados, y no reconocemos la agitación, esta nos llevará de un lado al otro sin que sepamos lo que ocurre ni porque.

Ser concientes de lo que ocurre en nuestra mente, no implica no estar agitados, sino que cuando estamos agitados lo sabemos.

Las formaciones mentales se manifiesten o no, yacen en el almacén de nuestra consciencia en forma de semillas. A veces, alguien puede regar la semilla de la agitación, y ésta se manifiesta entonces en la mente conciente. Al reconocer una formación mental, si es sana, debemos cultivarla, si es insana, la animaremos a regresar al almacén de nuestra consciencia y permanecer allí en estado latente.

Hemos heredado las formaciones mentales de toda la sociedad y de nuestros antepasados. La consciencia individual esta formada de consciencia colectiva, y la consciencia colectiva de la consciencia individual. No pueden separarse. Al observar profundamente nuestra consciencia individual, sentimos la consciencia colectiva. Nuestras ideas de belleza, bondad y felicidad, por ejemplo, provienen de nuestra sociedad.

El cuarto fundamento es ser concientes de los fenómenos en los fenómenos (los objetos de nuestra mente). Cada una de nuestras formaciones mentales debe tener un objeto. Si estás enojado, tienes que estarlo con algo o con alguien, y a esa persona o cosa la llamamos objeto de tu mente. Hay 51 formaciones mentales, por lo tanto hay 51 clases de objetos de la mente. Al observar una vela, surge una ideo o una imagen de la vela en nuestra mente. Una percepción es un signo, una imagen en nuestra mente.

Al observar los dharmas vemos que hay cinco tipos de meditación que pueden ayudarnos a serenar la mente:
1- Contar la respiración
2- Observar como surge la interdependencia
3- Observar las impurezas
4- Observar con amor y compasión
5- Observar los distintos reinos

¿Qué son los distintos reinos? En primer lugar existen los 18 Elementos:
los ojos, las formas (los objetos de nuestra visión), y la consciencia que permite que los signos sean posibles, la cual podemos denominar –ojo de la consciencia-, los oídos, el sonido y la consciencia conectada con el sentido auditivo; la lengua, el sabor y la consciencia conectada con el sentido del gusto; el cuerpo, el tacto y la consciencia conectada con el sentido del tacto; la mente, el objeto de la mente y la mente conciente.

Estos 18 elementos hacen que la existencia del universo sea posible.

En el sermón sobre los numerosos reinos, Buda enseño que todas nuestras ansiedades y dificultades se originan a partir de nuestra incapacidad de ver el verdadero rostro o signo de las cosas, lo cual significa que aunque veamos su apariencia, no reconocemos su naturaleza de impermanencia y de interser (no comprendemos la verdadera causa de los fenómenos físicos y psicológicos) Si tenemos miedo o nos sentimos inseguros, la raíz de nuestro miedo o inseguridad se debe a no haber percibido profundamente los 18 elementos.

Buda que podíamos llegar a conocer a los 18 elementos sabiendo que hay seis elementos que dan lugar a todos los fenómenos físicos, y son: tierra, agua, fuego, aire, espacio y consciencia. Si observamos dentro de nosotros y a nuestro alrededor, vemos que no estamos separados del universo. Esta visión nos libera de la idea de nacimiento y muerte.

A continuación Buda enseñó los Seis Reinos:
1- La felicidad
2- El sufrimiento
3- La alegría
4- La ansiedad
5- El desapego
6- La ignorancia

La felicidad puede ser verdadera o falsa, de modo que debemos observar su esencia e ir más allá del apego. La verdadera felicidad será beneficiosa y nos sustentará a nosotros y a los demás. La falsa felicidad nos aporta un placer temporal y nos ayuda a olvidar nuestro sufrimiento, pero su aparente beneficio no es duradero y puede llegar a ser perjudicial, como un cigarrillo o un vaso de vino. (- Ir más allá del apego, diferenciar las actividades y relaciones (con seres, lugares y objetos materiales) que forman parte de nosotros por costumbre, hábito u obligación, de las que forman parte de nosotros por un contacto más profundo y genuino.-)

Cuando algo nos causa sufrimiento, si lo observamos a fondo, quizá descubramos que era precisamente lo que necesitábamos para retomar el camino a la verdadera felicidad. En realidad el sufrimiento es esencial para que haya felicidad. Para poder disfrutar y apreciar el calor debemos conocer el sufrimiento que produce tener frío. (- La muerte de un ser querido nos lleva casi siempre a observar más a fondo nuestra propia vida, reconociendo más directamente el hecho de que no somos eternos tomando mayor consciencia del valor que tiene el hecho de estar vivos, y así, replantearnos nuestra forma de vida. -)

Si observamos a fondo el reino de la alegría, podemos ver si es real o solo una manera de ocultar nuestro sufrimiento y nuestra ansiedad.

La ansiedad, enfermedad de nuestro tiempo, surge básicamente de la incapacidad de permanecer en el momento presente.

El desapego (desprenderse) es una constante práctica que puede aportarnos mucha felicidad. El desapego da libertad, y la libertad es la única condición para conseguir la felicidad. Si en nuestro corazón nos asimos a algo –a la ira, ansiedades o posesiones- no podemos ser libres.

Si observamos profundamente nuestro deseo, descubriremos que ya tenemos lo que deseamos porque cualquier cosa forma parte de todo lo demás. Esta visión puede transportarnos del reino del deseo al reino de la libertad. El fuego de la ira nos consume día y noche y nos causa sufrimiento, incluso más que la persona con la que estamos enojados.

Cuando no tenemos ira nos sentimos livianos y libres. Nuestro mundo está lleno de odio y violencia porque no nos tomamos el tiempo suficiente para alimentar el amor y la compasión que ya tenemos en nuestro corazón. No lastimar es una práctica importante.

En último lugar Buda enseñó la meditación sobre: el reino de lo condicionado y el reino de lo incondicionado. En el reino de lo condicionado existe el nacimiento, la muerte, el antes, el después, lo interior, lo exterior, lo pequeño y lo grande. En el reino de lo incondicionado no estamos sujetos al nacimiento ni a la muerte, al llegar ni al partir, al antes ni al después. El reino de lo condicionado es la ola.

El reino de lo incondicionado es el agua. Entre un reino y el otro no existe ninguna separación.

La consciencia radica en ser concientes del cuerpo, las sensaciones, las percepciones, de cualquier formación mental y de todas las semillas que tenemos en nuestra consciencia. Si observamos a fondo el brote de un árbol, veremos su naturaleza. Quizá sea muy pequeño, pero es como la tierra misma, porque la hoja de aquel brote se convertirá en parte de la tierra. Si percibimos la verdad de una cosa en el cosmos, captamos la naturaleza del cosmos. Al ser concientes y observar profundamente, la naturaleza del cosmos se revela a si misma.

No se trata de imponer nuestras ideas sobre la naturaleza del cosmos.

Sentarse y observar la respiración es una práctica maravillosa pero no es suficiente. Para que la transformación tenga lugar debemos ser concientes durante todo el día, y no solo cuando estamos sobre el almohadón de meditar. La plena consciencia es el Buda. La atención es la energía que abraza y transforma todas las formaciones mentales. La atención nos ayuda a desprendernos de las –percepciones al revés- y nos despierta a aquello que está sucediendo. Cuando practicamos el ser concientes, permanecemos en contacto con la vida, y podemos ofrecer nuestro amor y nuestra compasión para disminuir el sufrimiento y aportar alegría y felicidad.

No te pierdas en el pasado. No te pierdas en el futuro. Regresa al momento presente, siente la vida profundamente. Ser conciente consiste en esto. No podemos ser concientes de todo a la vez, de modo que debemos escoger el objeto de nuestra atención que nos parezca más interesante. Lo esencial es estar vivos y presentes en todas las maravillas que nos ofrece la vida.

Sin comprensión nuestras acciones pueden hacer sufrir a los demás.

Aunque estemos motivados por el deseo de hacerles felices, si carecemos de comprensión, cuantas más cosas hagamos más problemas originaremos. Si nuestro amor no está hecho de comprensión, no es un amor auténtico.

Thay

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