La Broma

Unos  amigos  decidieron   gastarle una  broma  a uno  de sus compañeros. Fueron  a verle y le dijeron:

—Un gran maestro  del dominio  de la mente nos ha entregado una palabra mágica para  ti y cualquier  cosa que te propongas la lograrás si la repites mentalmente.

El joven se sintió  muy complacido.  Mientras  todos paseaban por el bosque, sus amigos le dijeron:

—Mira ese gran precipicio. Sáltalo. Seguro que con la palabra del maestro no te ocurrirá  nada.

El joven, sin dudarlo  un instante,  saltó por los aires a la vez que repetía  la palabra  mágica y llegó a tierra firme sin el menor  daño.

Al cabo de unos días, los amigos le dijeron:

—En el fondo del mar hay un cofre con muchas monedas de oro que se cayó de un barco. Si alguien lograra bucear  hasta  allí podría  recobrarlas. Sin duda  tú,  con el apoyo de la palabra mágica, podrás conseguirlo.

El joven, sin vacilar ni por un momento, fue al lugar indicado,  se sumergió  en las profundas aguas durante  un buen espacio de tiempo  y logró hacerse con las monedas de oro. Sus amigos no salían del asombro.  Había desafiado el vacío y las profundidades marinas.  Era verdaderamente insólito.

Sucedió  entonces,  días  después,  que  una  casa se incendió.  Dentro  de oía llorar a una criatura.  Los amigos le propusieron al joven que se enfrentase  a aquel nuevo peligro y salvara al niño.

Sin pensarlo  un  instante,  el joven entró  intrépida- mente en la casa, travesó las llamaradas y, tomando al crío entre sus brazos, lo puso a salvo.

Los amigos estaban  tan  perplejos  que no  pudieron resistir la tentación  de poner  a su compañero al corriente de la broma.  Luego le dijeron:

—Pero  tienes tanto  valor  que podrás  seguir acometiendo  toda suerte de hazañas y proezas, ¿verdad?

El joven comenzó a temblar y aseveró:

—Os aseguro que no. Antes no sentía miedo porque creía que la palabra  me protegía  de todo.  Ahora,  sin su protección, no podría  nunca  repetirlo. Lo cierto  es que incluso siento terror  por lo que ya he sido capaz de hacer.

Y siguió temblando durante  un buen rato.

Reflexión

Teniendo confianza en los propios recursos humanos no se necesita la palabra  mágica. Uno debe hallar protección dentro de sí mismo  y refugio  en la propia  esencia interior. ¿Qué mayor protección que saber controlarse a uno mismo y poder ejercer un laudable dominio  sobre las palabras, los actos y los pensamientos?  ¿Qué mejor recurso que la conciencia despierta y el corazón compasivo? La más alta posesión de un ser humano  es poder contar consigo mismo, desde la humildad  y no desde la prepotencia, siendo intrépido en la búsqueda interior  y el mejoramiento humano, aprendiendo a vencerse  a uno  mismo  y sin necesidad de vencer a los otros,  practicando la verdadera virtud  y evitando  la negligencia,  poniendo el énfasis en desplegar  lo que es beneficioso  para  todos  y evitando  lo dañino,  superando los estados  aflictivos de la mente  y desarrollando alegría  interior  para  compartirla con  las otras criaturas.  No hay peor derrota que ir consumiendo la vida sin obtener  ni un gramo de sabiduría y compasión.

Ramiro A. Calle

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Traducir