La creencia en la nada

En nuestra vida cotidiana, el noventa y nueve por ciento de nuestro pensar es de carácter egocéntrico. ¡Por qué sufro? ¡Por qué tengo problemas?

Yo he descubierto la necesidad, la absoluta necesidad, de creer en la nada. Es decir, hay que creer en algo que no tiene forma ni color, en algo que existe antes que todas las formas y colores aparezcan. Ésta es una cuestión muy importante. No importa en qué dios o doctrina se crea; si uno se apega a ella, la creencia se basará en mayor o menor grado en una idea egocéntrica. Es el esfuerzo por lograr una fe perfecta con el objeto de obtener la propia salvación.  Pero  el  logro  de  semejante  fe  perfecta  llevará  tiempo.  Además,  se  ve  uno involucrado en una práctica idealista. Mientras trata constantemente de realizar el propio ideal, no tiene tiempo para mantener la serenidad. En cambio, cuando se está preparado siempre para aceptar todo lo que vemos, como algo que surge de la nada, a sabiendas de que hay alguna  razón  para  que  surja  una  existencia  fenoménica  de  determinada  forma  y  color, entonces, en ese mismo momento, se logra la serenidad perfecta.

Cuando se tiene dolor de cabeza, hay razones para ello. Si se conoce la causa de ese dolor de cabeza, uno se siente mejor. Pero cuando no se sabe, uno tal vez se diga «¡oh, qué dolor de cabeza tengo! Tal vez se deba a que mi práctica es mala. ¡Si mi meditación o mi práctica zen fueran mejores, no tropezaría con esta clase de inconvenientes!». Cuando las condiciones se interpretan de esta manera, no se logra una completa fe en sí mismo, o en la propia práctica, hasta tanto no se alcanza la perfección. En este caso, es tan grande la preocupación por salir adelante que me temo que no habrá tiempo para lograr la práctica perfecta. ¡De esa manera, no se librará uno del dolor de cabeza! Esta clase de práctica es más bien tonta, y no da resultado. Pero, cuando se cree en algo existente antes del dolor de cabeza, y se conoce la causa que lo motiva, entonces uno se siente mejor, naturalmente. Tener dolor de cabeza está bien porque significa que se tiene bastante salud como para experimentarlo. Si se tiene dolor de estómago, es porque el estómago tiene bastante salud como para sentir el dolor. Pero si el estómago se acostumbra a estar mal, no se sentirá dolor.

¡Eso es terrible! Llegar al final de la vida por un dolor de estómago.

Por eso es absolutamente necesario creer en la nada. Mas esto no quiere decir vacuidad. Hay algo, pero ese algo está siempre preparado para tomar alguna forma en particular, y en su actividad sigue ciertas reglas, teorías o verdades. Esto se llama naturaleza de Buda o el Buda mismo. Cuando esta existencia se personifica, la llamamos Buda; cuando la comprendemos como la suma verdad, la llamamos Dharma y, cuando aceptamos la verdad y actuamos como una parte del Buda o conforme a la teoría, nos llamamos a nosotros mismos Sangha. Pero aunque haya tres formas de Buda, se trata de una existencia que no tiene forma ni color y que siempre está dispuesta a tomar forma y color. Esto no es una simple teoría. No es meramente la enseñanza del budismo, sino la absolutamente necesaria comprensión de nuestra vida. Sin esta comprensión, nuestra religión no nos ayudará. Estaremos atados a nuestra  religión  y  tendremos  mayores  inconvenientes  por  culpa  de  ella.  Si  ustedes  se convierten en víctimas del budismo, quizás yo me sienta muy contento, pero ustedes no lo estarán tanto. Por eso es muy, muy importante esta clase de comprensión.

Cuando se practica el zazén en la oscuridad, es posible que uno oiga la lluvia que cae del techo. Después, la niebla maravillosa se deslizará por entre los árboles y más tarde aún, cuando  la  gente  comience  a  trabajar,  verá  las  hermosas  montañas.  Pero  algunos  se disgustarán al oír la lluvia mientras están acostados en la cama por la mañana, porque se olvidan de que luego verán salir el radiante sol por el oriente. Cuando concentramos la mente en nosotros mismos, tenemos esta clase de preocupación. Pero cuando nos aceptamos a nosotros mismos como la personificación de la verdad o la naturaleza de Buda, no tenemos preocupación alguna. Pensamos «ahora está lloviendo», pero no sabemos qué pasará después, y a la hora de salir a la calle, tal vez el día sea hermoso o haya tormenta. Y como no sabemos, lo mejor es gozar por ahora del sonido de la lluvia. Esta actitud es la más correcta. Cuando uno se ve a sí mismo como personificación temporal de la verdad, no tiene dificultad alguna. Apreciará lo que lo rodea y se apreciará a sí mismo como parte maravillosa de la gran actividad de Buda, incluso en medio de las dificultades. Éste es nuestro modo de vivir.

Expresado en la terminología budista, debemos comenzar con la iluminación y proseguir hacia la práctica y luego hacia el pensar. Generalmente, el pensar se centra más bien en el propio ser. En nuestra vida cotidiana, el pensar se centra el noventa y nueve por ciento de las veces en el propio ser: «¿por qué sufro? ¿Por qué tengo problemas?». Esto constituye el noventa y nueve por ciento de nuestro pensar. Por ejemplo, cuando empezamos a estudiar las ciencias o un Sutra difícil, pronto nos agobia el sueño o nos entra modorra. ¡En cambio, estamos siempre bien despiertos y mostramos gran interés cuando se trata de nuestro pensar centrado en el propio ser! Mas cuando la iluminación viene primero, antes que el pensar, antes que la práctica, este pensar y esta práctica no se centran en el propio ser. Por iluminación entiendo el creer en la nada, creer en algo sin forma ni color que está dispuesto a tomar forma o color. Esta iluminación constituye la verdad inmutable. En esta verdad original deberán basarse nuestra actividad, nuestro pensar y nuestra práctica.

Mente Zen,Mente dPrincipiante

Shunryu  Suzuki

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Traducir