La Pobre Viuda

Una pobre viuda que vivía en los tiempos de Buda, tenía un hijo al que adoraba. Un día su hijo enfermó y murió, y ella, loca de dolor, se negó a enterrarlo y lo llevaba consigo a todas partes sin hacer caso de las palabras de consuelo y resignación que la gente le dirigía.

Alguien le dijo que el Buda estaba en un bosquecillo cercano a la ciudad con sus discípulos. La fama del Buda se había extendido por todas partes, y era considerado un gran santo capaz de hacer los mayores milagros.

La pobre viuda llegó con el cadaver de su hijo ante el Buda y echándose a sus pies le rogó, entre sollozos, que le devolviera la vida. El Buda le dijo:
-Le devolveré la vida a tu hijo a condición de que me traigas un grano de mostaza de una casa de la ciudad en donde no haya muerto nadie.

La viuda, llena de esperanzas, partió para la ciudad y empezó su búsqueda. En ninguna casa le fue negado el grano de mostaza, pero …

– Mi padre murió hace un mes …
-Mi suegra · expiró la semana pasada …
-Ayer hizo un año que murió mi marido …
No encontró ni una sola casa en donde no lamentaran la muerte de alguien.
Cuando la última casa del pueblo se cerró a sus espaldas, no había podido conseguir aún el grano de mostaza.
Al anochecer llegó hasta el Buda. Iba sola, llorando dulcemente.

-¿ Y tu hijo? ¿Dónde lo has dejado? Le preguntó el Tathagata envolviéndola en una mirada compasiva.

-Mi hijo ya no existe. Ha muerto y lo he enterrado junto a su padre. Ya he comprendido, Maestro. ¡Por favor! ¡Enséñame!.

Y el Buda la acogió en su Sangha, y desde entonces hasta su muerte fue su discípula.

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