Las emociones como objeto de meditación

Las emociones son la emanación de la energía dinámica natural de la vida. Del mismo modo, los pensamientos también son una emanación natural y espontánea. Todo lo que ocurre, ocurre de forma natural; en realidad no te inventas nada. Algo sucede, y tú puedes invitarlo a que sea tu amigo, a que te ayude a tu despertar. Las emociones no tienen por qué ser negativas y aterradoras, ya que no son más que energía. Nosotros somos los que las etiquetamos como «buenas» o «malas».

Incluso aunque cada uno de nosotros vivimos una experiencia única con nuestras emociones, estas son una experiencia universal. Cuando surge una emoción, todo el mundo tiene la misma opción. Todo el mundo sabe cómo reforzar los antiguos hábitos de ira, hacer que se intensifiquen, o sentir resentimiento y autocompasión. Eso se nos da muy bien. Pero al mismo tiempo, tú eres el único que experimenta esa emoción, incluso aunque tus amigos y familiares puedan decirte lo que estás pensando y sintiendo. De modo que se trata de algo realmente único, que no hay por qué etiquetar como bueno o malo. Es lo que es.

Durante cinco segundos intenta entrar en contacto con una emoción desagradable. ¡No te recomiendo que empieces con algo realmente traumático! Todos nosotros tenemos recuerdos o sentimientos desagradables que nos bloquean totalmente. Entra en contacto con algo así como la rabia que sentiste cuando alguien cogió la última galleta o lo mal que te sentó que fulanito te interrumpiera mientras estabas hablando.

Comienza con una molestia leve. Al trabajar con las «emociones leves», nos hacemos más fuertes, como si estuviéramos haciendo ejercicio en el gimnasio. Empieza en el punto en el que estás, y a medida que trabajes, tendrás más fuerza. Al utilizar las emociones leves (una leve irritación o una ligera ansiedad), lo creas o no, estás tomando fuerza para trabajar con otras realmente difíciles.

Siéntate durante un minuto y busca un recuerdo que puedas usar en este ejercicio. Quizás sea el recuerdo de una crítica que recibiste. A continuación busca una emoción placentera. Encuentra un recuerdo o una imagen que te evoque una emoción agradable, como por ejemplo aquella ocasión en la que te alabaron por algo. Durante un momento, piensa en eso, en ese recuerdo positivo.

Comienza la sesión de meditación con una emoción dolorosa y otra agradable en la mente. Dirige la mente a la respiración, deja que esta sea el apoyo, permítele que sea tu amiga para entrenarte en el hecho de estar presente. Si la mente divaga, como suele ser lo habitual, vuelve a la respiración. Haz esto durante un breve período de tiempo, quizás cinco minutos, y después descansa en una conciencia abierta.

Ten presente que en el espacio puede surgir cualquier cosa, que se convertirá en el objeto o el apoyo de tu práctica. De modo que ahora lleva a la conciencia la emoción desagradable y pon la atención en esa emoción.

Intenta entrar en contacto con la textura de ese sentimiento. Si alguien te pidiera que describieras el sentimiento de la emoción, ¿cómo lo harías? Pon toda la atención en la propia emoción, tal como es. A algunas personas les resulta útil sentir su temperatura, su textura o su localización en el cuerpo.

Para algunos resulta muy fácil, pero para otros es bastante difícil. Haz todo lo posible para estar presente con la emoción desagradable, practica esto durante un breve período de tiempo y después vuelve a descansar en una conciencia abierta. Si en ese punto tu mente se distrae, recupérala con suavidad sin poner etiquetas de bueno o malo. Con frecuencia nuestras emociones nos conducen a la historia o a los pensamientos. Cuando surjan los pensamientos, frecuentemente provocados por la emoción, sé consciente de ellos y llévate a ti mismo al sentimiento de la emoción. Allí, en la inmediatez de la emoción, sintiéndola, tienes la posibilidad de pasar a una gran apertura y aceptación –y descubrirás que eso es muy liberador y, al final, te asentará bastante–. Te animo a que seas curioso con tus emociones y te permitas adentrarte en ellas para que puedas experimentar esa apertura.

Así es como se abre el corazón. Así es como surge la compasión, hacia uno mismo y hacia los demás.

A continuación, repite el mismo ejercicio, esta vez recordando una emoción agradable.

Por mucho que te diga el maestro, no logrará impedir que sigas la huella de las emociones, de ellas al pensamiento y de ahí a una emoción que se va intensificando. Necesitas entrar en las emociones. Siéntate en meditación con ellas, date cuenta de cómo te están obstaculizando. Las emociones son como la cualidad fluida, viva y dinámica del agua, y, al empujarlas o permitir que se intensi?quen, dejamos que se congelen y se conviertan en hielo. De ese modo les otorgamos realidad, por lo que tienen mucho poder sobre nosotros. Por eso practicamos continuamente el hecho de volver al objeto de la meditación como método para interrumpir ese carácter sólido. Lo que realmente estamos interrumpiendo es el deseo de atrapar y la solidez.

Espero que a medida que pasen los años te vayas sintiendo más motivado a hacer esto cada vez que sientas que tu mente mono ha estado divagando en muchas direcciones; que te sientas realmente motivado a regresar y a descubrir la verdadera naturaleza de tu mente. Así te permites a ti mismo conectar con el estado natural y abierto de tu mente, y empiezas a disolver ese antiguo patrón habitual de solidi?car y atrapar. La meditación nos ayuda a interrumpir esa obsesión por las emociones de un modo no agresivo, suave, amigable, porque en este proceso buscamos la relajación y la espaciosidad. Aprendemos a reconocer la fluidez de nuestras emociones al sumergirnos en ellas y dejar que pasen como nubes por el cielo.

Pema Chodron

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