Las palabras que nadie quiere oír

Si somos sinceros, tenemos que admitir que lo que realmente queremos de la práctica (en especial al principio, siempre en mayor o menor grado) es que nos proporcione más serenidad a nuestra vida. Esperamos que con suficiente práctica, lo que hoy nos molesta deje de hacerlo para siempre. En realidad existen dos puntos de vista desde los cuales podemos enfocar la práctica:

*El primero es lo que la mayoría de nosotros «Cree» que es la práctica (lo admitamos o no).
*El segundo, lo que la práctica «Es» en realidad.

Todos solemos encontrarnos en un punto intermedio y con el paso del tiempo cambiamos de un punto de vista a otro, aunque jamás abandonamos por completo el primero.

Si actuamos a partir del primer punto de vista, nuestra actitud básica consiste en asumir esta exigente y difícil práctica porque esperamos conseguir ciertos beneficios personales a partir de ella.Tal vez no los esperemos todos juntos; es posible que demostremos una paciencia limitada, pero después de algunos meses de práctica, probablemente comencemos a sentirnos engañados si nuestra vida no ha mejorado. Comenzamos la práctica con la expectativa o la exigencia de que, de alguna manera, acabe haciéndose cargo de nuestros problemas. Lo que básicamente le pedimos es sentirnos a gusto y felices, más tranquilos y serenos. Reclamamos que nos aporte más seguridad y nos permita conseguir lo que queremos, anhelando ser capaces de crear condiciones de vida que nos resulten agradables, como una relación correcta, un empleo adecuado, un mejor curso académico, etc.

No tiene nada de malo desear estar cosas, pero si creemos que la práctica consiste en conseguirlas es que todavía no hemos comprendido de qué se trata ya que todas esas expectativas o exigencias tienen que ver con lo que «nosotros» queremos: iluminación, paz, serenidad, ayuda, control sobre las cosas; en definitiva: que todo sea maravilloso.

El segundo punto de vista es completamente diferente: deseamos crear más armonía y crecimiento «para todos». Nos incluimos en ese crecimiento, pero no somos el centro mismo sino que formamos parte del panorama general. A medida que este segundo punto de vista se arraiga con fuerza en nosotros, aprendemos a servir a todos, y no sólo a las personas que nos son familiares o nos caen bien; servir a los demás comienza a resultarnos gozoso y cada vez nos preocupa menos que interfiera en nuestra existencia porque «nuestra» existencia pasa a formar parte de «todas» las existencias.
En otras palabras, el centro de nuestra vida se desplaza de nosotros mismos hacia Toda la vida.

Charlotte Joko Beck.

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