Los tres niveles del pensamiento discursivo

Con frecuencia, muchos textos de meditación hablan de tres niveles de pensamiento discursivo. En el primer nivel, estamos totalmente idos.

Nuestros pensamientos, durante un período de tiempo, nos llevan lejos del momento presente. Esto también se conoce como fantasía. Cuando regresas de allí, es como entrar en la habitación después de haberla dejado un rato.

Has estado en otra parte. Este es el tipo más obvio de pensamiento discursivo; puede tratarse de una experiencia completamente ilusoria e incluso engañosa.

Cuando después de alejarte de la respiración regresas y dices «pensamiento», hay una fuerte tendencia a ser severo consigo mismo. Te has alejado mucho de la meditación. Date cuenta de tu tono de voz cuando dices «pensamiento». Y si es severo, si la palabra «pensamiento» suena como equivalente a «mal» o va acompañada de depresión o de una sensación de desánimo, sé consciente de ello. Ese es el lugar en el que puedes llevar relajación y amabilidad a la práctica. Cuando te digas a ti mismo «pensamiento», hazlo con una actitud amistosa.

Tras la meditación, ocurre lo mismo. Comienza a percatarte de esa sensación de aversión o de esa voz crítica a tus pensamientos y a tus acciones, y limítate a relajarla. Date un respiro. Puedes cambiar esa voz y ser más amable y más cariñoso, más compasivo hacia todo el proceso de tu vida. El hecho de etiquetar tus pensamientos como «pensamiento» supone en realidad entrenarte para desarrollar una actitud imparcial.

La crítica es un obstáculo en la meditación, y la severidad es un obstáculo que te impide despertar. Esta tendencia a ser severos con nosotros mismos no surge de la naturaleza de Buda, la bondad básica que hay dentro de todos nosotros; surge del ego y de nuestro condicionamiento. Todos nosotros poseemos en nuestro interior semillas de esa bondad básica; solo tenemos que alimentarlas. Y alimentar la bondad básica que hay nuestro interior implica no juzgarnos a nosotros mismos por el pensamiento desenfrenado que tiene lugar en la mente. Cuando practiques, intenta ser fiel a la norma con una actitud amable. Entrenamos la atención plena, pero se trata de una atención amistosa. Nos entrenamos para etiquetar, pero se trata de etiquetar de modo amistoso. No podemos controlar cuántos pensamientos vamos a tener. Y no podemos controlar cuál va a ser el siguiente pensamiento.

Trungpa Rinpoche sugería que hicieras regresar a la mente del mundo del pensamiento con una actitud joven e inocente; él lo comparaba con el hecho de intentar dar de comer a un niño mientras él no hace más que
distraerse. Tienes que ser suavemente repetitivo con él, recordarle que coma, que mire la cuchara, y entonces se la colocas en la boca. No haces más que captar su atención una y otra vez.

Hay un nivel del pensamiento discursivo que es la fantasía y el pensamiento muy alejado, y hay otro que se ha marchado pero no del todo.

Quizás son solo dos o tres frases de un pensamiento o un guion, pero cuando todavía no te has alejado mucho, te despiertas y vuelves. No estás completamente perdido en una fantasía. Únicamente te has dejado llevar
por un sonido, por ejemplo, o te has distraído al sentir hambre y pensar qué es lo que vas a comer. Te das cuenta rápidamente y regresas.

En el caso de los pensamientos menos alejados, la directriz es la misma.
Estás sentado en posición de meditación dirigiendo la atención a la respiración, surge el pensamiento y, sin darle demasiada importancia, vuelves. Estás permitiendo que el carácter de naturaleza búdica de tu mente
salga a la palestra, se manifieste y esté más presente. Si permites que los pensamientos te lleven más lejos del momento presente, te estás entrenando en lo discursivo y la distracción. Contrarrestar este patrón bien arraigado de no estar aquí requiere tiempo y compromiso.

La vida media se caracteriza por escasos momentos de presencia, quizás uno de cada cien. Reconocer esas pequeñas escapadas es realmente importante porque al final son una buena cantidad. A medida que pasas más días y semanas con tu compromiso de practicar, puede parecer que tu mente vaga aún más. La mayoría de la gente, incluso meditadores veteranos, dice:
«Estoy pensando incluso más que antes».

Sienten como si su distracción y su pensamiento fueran a peor, en lugar de a mejor. El hecho es que antes de que empezaras a meditar y a intentar desarrollar la atención plena, no eras consciente de todos los pensamientos que albergabas. Ahora lo eres, y por eso te parece que son más numerosos.

En realidad, ser consciente de la mente mono es una buena señal; supone un incremento de la conciencia y de la habilidad para ver lo que está ocurriendo.

La tercera categoría de pensamiento discursivo incluye aquellos que no te arrastran en absoluto. Estás sentado, pones la mente en la respiración y permaneces ahí, pero se presentan esos pensamientos –o esa pequeña conversación– que vienen y van pero no te arrastran. Es como si fueras un testigo de la imprecisa línea de pensamientos que se producen a un lado, pero no entraras ahí completamente. En este caso no tienes que etiquetar los pensamientos como «pensamiento». Y generalmente no experimentarás ninguna crítica a ti mismo con respecto a ellos. Sin embargo, es importante reconocer este nivel de pensamiento en la meditación y distinguirlo de ese otro tipo que te lleva a lugares más lejanos. A medida que desarrolles la práctica de la meditación, es más probable que experimentes este tercer tipo de pensamiento con más frecuencia.

Permaneces presente a tu meditación, experimentas los pensamientos que surgen, pero no te arrastran. Ocurren en el fondo, y tú sigues con el objeto, la respiración. Recuerda, no necesitas luchar. No necesitas luchar para no tener pensamientos porque eso es imposible. Simplemente dite a ti mismo: «Vale, está bien, completamente bien. No tengo que etiquetar ni darle importancia a nada aquí. Está bien».

En relación con los tres niveles del pensamiento discursivo, hay tres palabras, tres conceptos, que pueden servirte de apoyo en la meditación, en el sentido de que te permiten relajarte cuando de pensamientos se trata. La primera palabra es «amabilidad», que ya he comentado. Sé amable con la realidad de que no puedes evitar los pensamientos, ni controlar el hecho de que te distraerás y cuánto tiempo va a durar esa distracción.

La segunda palabra es «paciencia». La paciencia provoca relajación en la meditación, en la práctica, en la vida. No se puede subestimar lo útil que resulta ser pacientes con nosotros mismos. Puede que tengas semanas en las que tus pensamientos te lleven de paseo por una montaña rusa. Puede que tengas una hora de meditación en la que no conectes en absoluto con tu respiración y te obsesiones con algo del pasado. El camino de la meditación no es un proceso lineal. Tal vez un día surjan esos pequeños borboteos que no te distraen en absoluto y pienses: «¡Ya estoy controlando esto! Me siento tan vivo, tan presente…». Y después, lo siguiente que sabes es que te sientas y, ¡bam!, hasta que suena el gong estás completamente perdido en una fantasía y te sientes tan frustrado contigo mismo que te dan ganas de tirarte por un puente. Trungpa Rinpoche solía decir que eso es algo muy positivo, porque te lleva a ser humilde. En una ocasión indicó: «Nuestras mentes son grandes maestras, porque tenemos suficiente conciencia y alerta creciente o amabilidad creciente para animarnos». Y señaló que eso puede hacer que nos sintamos muy arrogantes. En otras palabras, este carácter discursivo y nuestra incapacidad para superar por completo a la mente desbocada y adormilada, nuestra humanidad, nos hace estar en equilibrio.

La tercera palabra que me gustaría que retuvieras cuando se trata de tus pensamientos es «humor». Amabilidad, paciencia y sentido del humor.

Tener sentido del humor por el hecho de que tu mente sea como un mono salvaje. Ken MacLeod, en su libro Wake Up to your Life (Despierta a tu vida), nos muestra una gran frase de Gunaratna, un maestro de meditación theravada. Dice: «En tu práctica no tardarás en darte cuenta de que estás completamente loco. Tu mente es como un cubo de basura chiflado que grita». Describe esta vívida imagen de una mente realmente salvaje. Y añade: «No importa. Siempre ha sido así, y la buena noticia es que por primera vez te estás dando cuenta».

Nuestros pensamientos son como el tiempo, pasan de largo. Cuando practiquemos no necesitamos apegarnos a ellos, no necesitamos que sean completamente sólidos. Al fin y al cabo son pensamientos, no el momento
presente. Deja que pasen por el gran cielo de tu mente.

Pema Chödröm 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Traducir