Meditación

El maestro zen Dôgen decía : «Cuando os sentáis en zazen no penséis ni en el bien ni en el mal. No os preocupéis de bueno o malo. Dejad de lado las operaciones de vuestro intelecto, de vuestra voluntad y de vuestra conciencia. Parad el examinar las cosas con vuestra memoria, vuestra imaginación o vuestra reflexión.» Siguiendo este consejo somos libres, por un momento, para dejar de lado nuestras altamente desarrolladas facultades intelectuales. Simplemente relajamos nuestra capacidad de conceptualización. En zazen no pensamos intencionalmente en alguna cosa. Esto no significa que debamos dormirnos. Al contrario, nuestra conciencia debe siempre estar clara y alerta.

La meditación tiene la capacidad de reunir el cuerpo con el espíritu, hace que el individuo se encuentre con su verdadero y más íntimo yo, que se encuentra más allá de las personalidades adoptadas por su ego.

En la meditación se trasciende al ego, para ir a reencontrarse con el yo primigenio, el que es
anterior a todas las adaptaciones del individuo al medio, que conforman la personalidad.

De esta forma, practicando la meditación, se logra un descanso mental, emocional y físico,
al reducirse las tensiones mentales, emocionales y físicas, se pacifica el espíritu y se favorece el
auto-descubrimiento de uno mismo.

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