Presta atención

Lo tienes justamente frente a ti, comunicado con todo entusiasmo: si tienes buenas facultades y una elevada sabiduría podrás llevarlo a cabo con todo tu cuerpo, a base de un imprescindible rigor. Pero si te dejas llevar por tus pensamientos, plasmándolos en escritos o en conversaciones verbales, dejarás de percibirlo. De ahí que se diga: «El camino se halla muy cerca, pero lo buscas en la lejanía».

Consigue simplemente prestar atención las veinticuatro horas del día, hagas lo que hagas; vuelve a tu interior y observa en silencio, preguntándote una y otra vez: ¿Esto qué es? Continúa observando tus idas y venidas, continúa observando hasta que llegues a un punto en el que no exista sabor alguno, ningún lugar donde poder asirte o apoyarte, en el que tu cuerpo y tu mente sean como el espacio, aunque no tengan su apariencia. Súbitamente pierdes el equilibrio y te descubres en el paisaje de la fuente original, tu cuerpo se cubre de sudor. ¡Esto te llena de felicidad!

Una vez en este estado puedes contestar a la gente de acuerdo a su potencial, sirviéndote de lo que te venga a mano, de modo espontáneo te llega a la mente lo que debes decir, y utilizas lo que está justo allí, respondiendo a cualquier declaración. El budismo y las cosas del mundo se convierten en una sola cosa. Dirígete entonces a otro genuino maestro para asegurarte de que has llegado a lo más profundo; es como penetrar en el océano: cuanto más te alejas, más profundo es. Pero en el instante en que sientas el menor apego, estima o
dependencia por otros, te convertirás en un intruso. Si los que estudian el camino en la actualidad no están tan avanzados como los que lo hacían antiguamente, a menudo es debido a que cuando obtienen el más pequeño logro se consideran ya satisfechos.

 

Sung-yuan (1139-1209)

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