Reconcilación

Tenemos tendencia a echar la culpa a los demás, como si estuvieran disociados de nosotros. Por eso tenemos que analizar en profundidad y preguntarnos: ¿Crecemos día a día?, ¿somos más felices cada día?, ¿estamos más en armonía con nosotros mismos y con las personas que nos rodean, tanto con las que nos resultan antipáticas como con las que nos parecen adorables?

Lo que digan o hagan los demás no tiene que afectarnos, ya que no influye en la capacidad que tenemos de cuidar de nosotros mismos. Podemos tratar de hacer todo lo posible para ayudar realmente a los demás en vez de juzgar y regañar y comportarnos de una manera que cree conflictos a nuestro alrededor.

Cuando nuestra mano izquierda se hace daño no decimos: «¡Mano tonta! ¿Cómo pudiste hacer eso?». De manera natural, mostramos interés por esa mano, para que se pueda curar. Así es como podemos ver a las demás personas de nuestra familia o comunidad que no están del todo bien, a las que se hiere con facilidad, a las que tienen muchas dificultades. No les diremos: «No te portas muy bien, tienes que cambiar». Podemos aprender a cuidar de ellos igual que lo haríamos con nuestra mano izquierda lesionada.

Cuando nos enfadamos con alguien, es porque no somos capaces de ver los numerosos elementos en él que no son él. No vemos que esa persona está exteriorizando la energía del hábito que se le ha transmitido. Cuando observamos en mayor profundidad, podemos aceptar a esa persona con más facilidad. Esto nos sucede también con nosotros mismos. Cuando podemos ver en nosotros todos los elementos que nos han llegado de otras personas, como nuestros padres y nuestros antepasados, y también de nuestro entorno, entonces podemos ver que gran parte de nuestra severidad con nosotros mismos y con los demás procede de otras raíces, de otros elementos. Nos observamos y podemos comprender: «Ah, ese es mi  abuelo, juzgando a mi amigo». Cada interacción que se produce con intención y sin juicio aumenta la consciencia plena de los diversos modos en que nuestros pensamientos, palabras y acciones no son solamente nuestros.

Nuestros antepasados permanecen siempre en nosotros. Una vez lo entendamos, podremos encontrar la manera de solventar las dificultades que tenemos con los demás y restablecer la paz.

Thay

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