Todo Surge de la Mente

El budismo puede entenderse a muchos niveles distintos. La gente que utiliza el camino budista lo hace gradualmente. Así como avanzas progresivamente desde la escuela a la universidad, aprobando cada curso para pasar al siguiente, los practicantes budistas progresan asimismo paso a paso por el camino a la Iluminación. En el budismo, no obstante, se habla de diferentes niveles mentales; aquí, “superior” e “inferior” se refieren al progreso espiritual.
En Occidente hay tendencia a considerar el budismo como una religión en el sentido occidental del término. Esto es un error.  El budismo está completamente abierto; podemos hablar de cualquier tema. El budismo tiene su doctrina y filosofía, pero también hace énfasis en la experimentación científica, tanto interna como externa.
No pienses que es un sistema de creencia estrecho y cerrado. No lo es. La doctrina budista no es una elaboración histórica derivada de la imaginación y de la especulación mental, sino una explicación psicológica precisa de la verdadera naturaleza de la mente.
Cuando observas el mundo externo, tienes la fuerte impresión de que es algo substancial. Probablemente no te des cuenta de que esa fuerte impresión es tan sólo la interpretación que hace tu propia mente de lo que percibe. Piensas que esa realidad fuerte y sólida existe realmente en el exterior y, quizá, cuando miras en tu interior, te sientes vacío. Eso es también un concepto erróneo: la poderosa impresión de que el mundo aparece existiendo verdaderamente fuera de ti es, de hecho, una proyección de tu mente. Todo lo que experimentas –sentimientos, sensaciones, formas y colores– surge de la mente.
Unos días, te levantas por la mañana con una mente aturdida y el mundo que te rodea aparece ante ti oscuro y brumoso, otros días te despiertas con una mente clara y ves el mundo bello y luminoso. Debes comprender que estas distintas impresiones vienen de tu mente y no de los cambios en el entorno externo. En lugar de interpretar equivocadamente cualquier experiencia de tu vida mediante conceptos erróneos, comprende que no se trata de la realidad externa, sino sólo de la mente.
Por ejemplo, cuando todos los aquí presentes miráis a un mismo objeto –yo, Lama Yeshe– cada uno tiene una experiencia totalmente distinta, a pesar de que todos estéis mirando el mismo objeto. Estas experiencias distintas no vienen de mí, sino de vuestras propias mentes. Quizá estás pensando. “¿Cómo puede decir eso? Todos estamos viendo el mismo rostro, el mismo cuerpo, los mismos hábitos”, pero esa interpretación es un tanto superficial. Analízalo con más detenimiento. Verás que el modo en que me percibe cada uno de vosotros, el modo en que cada uno se siente ante esa percepción es Estrictamente individual y que, a ese nivel, todos sois diferentes. Estas distintas percepciones no proceden de mí, sino de vuestras mentes. Eso es lo que me gustaría que comprendiérais.
Después puedes pensar: “Él es sólo un lama; no conoce otra cosa aparte de la mente. No conoce los grandes progresos científicos, como los satélites, ni otras tecnologías avanzadas. No puede decir que todo eso viene de la mente”.
Pero tienes que analizarlo. Cuando digo “satélite”, aparece en tu mente una imagen del objeto que te ha sido identificado como tal. Cuando se construyó el primer satélite, su inventor dijo: “He inventado este objeto que gira alrededor de la tierra y le he llamado “satélite”. Después, cuando los demás vieron ese objeto, pensaron: “¡Ah! Esto es un satélite”. Pero “satélite” no es más que un nombre, ¿no es así? Antes de construirlo, el inventor del satélite reflexionó y lo visualizó en su mente. Y, a partir de esa imagen mental, hizo lo necesario para materializar su creación. Después dijo a todo el mundo: “Esto es un satélite”. Así que todos pensaron:
¡Increíble! ¡Un satélite! ¡Qué bonito, qué maravilloso!. Eso muestra lo ridículos que somos: alguien pone un nombre a una cosa y nosotros nos aferramos a ese nombre creyendo que se trata de algo real. Eso es lo que nos ocurre constantemente, independiente de los colores y las formas a las que nos aferremos. Analízalo. Si puedes comprender lo que estoy diciendo, verás que los satélites y todo lo demás vienen en verdad de la mente y que, sin la mente, no hay ni la más mínima existencia material manifiesta en todo el mundo sensorial. ¿Qué existe sin la mente?
Piensa en todos los productos que puedes hallar en un supermercado:
tantos nombres, tantos alimentos, tantos objetos distintos. Primero, la gente los inventó –este nombre, aquél nombre, esto, aquello– y después esto, eso y lo de más allá aparecieron ante ti. Si todos esos miles de productos de supermercado, así como los aviones, los cohetes espaciales y los satélites son manifestaciones de la mente, ¿qué es lo que no viene de la mente? Si observas cómo se expresa tu mente, tus diversas visiones y sensaciones, tu imaginación, comprenderás que todas tus emociones, el modo en que vives tu vida, el modo en que te relacionas con los demás, todo viene de la mente. Si no comprendes cómo funciona la mente, vas a seguir teniendo experiencias negativas como el enfado y la depresión.
¿Por qué digo que la mente depresiva es una mente negativa?
Porque la mente depresiva no comprende su propio funcionamiento. Una mente sin comprensión es negativa.
La mente negativa te abate porque todas sus reacciones están contaminadas. Una mente que tiene comprensión funciona con claridad. Una mente clara es una mente positiva.
Cualquier problema emocional que experimentas surge debido al modo en que funciona tu mente; tu problema básico radica en que no te autoidentificas del modo correcto. Normalmente te tienes en baja consideración, te percibes como un ser humano con pocas cualidades cuando, de hecho, lo que realmente deseas es que tu vida sea la mejor, que sea perfecta. Tú no quieres ser un ser humano de poca valía, ¿verdad? Para corregir tu visión y convertirte en una persona mejor no necesitas agobiarte ni saltar de una cultura a otra. Todo lo que tienes que hacer es comprender tu verdadera naturaleza, el modo en que existes realmente ahora. Eso es todo. Es muy sencillo. Lo que estoy diciendo aquí no pertenece a la cultura tibetana, no es un asunto exclusivo de los orientales. Estoy hablando de tus propios asuntos. De hecho, no es importante saber de quién es este asunto; todos somos básicamente iguales. ¿En qué nos diferenciamos unos de otros? Todos tenemos mente; todos percibimos los fenómenos a través de nuestros sentidos; todos somos iguales en cuanto a nuestro deseo de disfrutar del mundo sensorial; y todos nos aferramos del mismo modo al mundo sensorial, desconociendo tanto la realidad de nuestro mundo interior como la del exterior.
No hay diferencias entre nosotros,  aunque tengas el pelo largo o corto, aunque seas negro, blanco o amarillo, aunque vistas de esta manera o de esta otra. Todos somos iguales. ¿Por qué? Porque la mente humana es como un océano y nos parecemos mucho en el modo en que hemos evolucionado sobre la tierra.
Una observación superficial del mundo sensorial puede llevarte a creer que los problemas de las personas son distintos, pero si lo examinas más a fondo verás que todos son fundamentalmente iguales. Lo que hace que los problemas de la gente parezcan únicos son las diferentes interpretaciones que cada uno hace de sus experiencias.
Este modo de examinar la realidad no es necesariamente un ejercicio espiritual.
Tampoco tienes por qué creer o negar que tienes una mente –todo lo que has de hacer es observar cómo funciona y cómo actúa y no obsesionarte demasiado con el mundo que te rodea–.
El Buda nunca hizo demasiado énfasis en las creencias. En su lugar, nos exhortó a que investigáramos e intentáramos comprender la realidad de nuestro propio ser. Jamás insistió en que comprendiéramos lo que él mismo era, lo que es un buda. Todo lo que quería era que comprendiéramos nuestra propia naturaleza.
Fácil, ¿no? No es necesario que creas en nada. Con sólo hacer el esfuerzo adecuado, comprenderás las cosas por tu propia experiencia y desarrollarás gradualmente todos los logros espirituales.
Pero quizá te preguntas: ¿Qué pasa con las montañas, los árboles y los océanos? ¿Cómo pueden surgir de la mente? Y ahora yo te pregunto:
¿Cuál es la naturaleza de una montaña? ¿Cuál es la naturaleza de un océano? ¿Existen las cosas necesariamente como las vemos? Cuando observas las montañas y los océanos, éstos aparecen ante tu visión superficial como montañas y océanos.
Pero su naturaleza es, de hecho, otra cosa. Si cien personas contemplan al  mismo tiempo una montaña, todas ven aspectos distintos, colores distintos, características distintas. Entonces, ¿quién tiene la visión correcta? Si puedes contestar a esto, podrás dar respuesta a tu pregunta.
En conclusión, lo que estoy diciendo es que tu visión cotidiana y superficial del mundo sensorial no refleja su verdadera realidad. El modo en que interpretas Melbourne, tu idea de cómo existe Melbourne, no tiene nada que ver con la realidad de Melbourne –a pesar de que hayas nacido y permanecido en esta ciudad, con tus subidas y bajadas, durante toda tu vida–. Analízalo. Al decir todo esto, no estoy haciendo una afirmación definitiva sino, más bien, ofreciéndote una sugerencia sobre cómo observar las cosas de un modo nuevo. No trato de forzarte a aceptar mis ideas. Todo lo que hago es recomendarte que dejes de lado tu mente perezosa, que no hace otra cosa más que creerse lo que percibe, y que analices las cosas con una mente diferente, con una mente nueva.
La mayoría de las decisiones que tu mente ha estado tomando desde que naciste –“esto es correcto, esto es incorrecto; esto no es la realidad”– han sido conceptos erróneos. Una mente poseída por los conceptos erróneos es una mente que duda, una mente que nunca está segura de nada –un pequeño cambio en las condiciones externas y flipa–. Hasta las cosas más pequeñas perturban tu mente.
Si pudieras contemplar la totalidad de la escena, comprenderías lo absurdo que es. Pero nosotros no vemos la totalidad; la totalidad es demasiado para nosotros.
La mente sabia, el conocimiento-sabiduría o consciencia universal, jamás se desconcierta con las pequeñas cosas. Puesto que percibe la totalidad, no presta atención a las nimiedades. Una energía que viene de aquí y que coincide con otra energía que viene de allá nunca desmorona al sabio, pues el sabio cuenta con que ocurran cosas así; es la naturaleza de las cosas. Si tienes el concepto erróneo de que tu vida va a ser perfecta, siempre te sobresaltarás ante su naturaleza cambiante. Si sabes que tu vida va a tener altibajos, tu mente permanecerá mucho más relajada. ¿Hay algo en el mundo exterior que sea perfecto? Nada. Por lo tanto, dado que la energía de tu mente y de tu cuerpo están inextricablemente vinculadas con el mundo exterior, ¿cómo puedes esperar que tu vida sea perfecta? No puedes.

Lama Yeshe  

Tu Mente es un Oceano

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