Tres frases para la reconciliación

En Plum Village practicamos tres frases cuando estamos disgustados con alguien. Puede que quieras escribirlas y guardarlas en tu cartera como recordatorio. La primera es:
«Cariño, estoy enfadado. Sufro, y quiero que lo sepas». Con palabras amables le dices la verdad, que sufres, que estás enfadado con él o ella. Podemos sentirnos arrogantes y farisaicos. Cuando la otra persona venga a preguntar si todo va bien, si estamos enfadados, podríamos decir: «¿Yo, enfadado? ¡A mí no me pasa nada!». Pero en vez de eso decimos: «Cariño, estoy enfadado, realmente enfadado. Sufro, quiero que lo sepas».

Y si quieres seguir un poco más, puedes decir: «No entiendo por qué me has dicho tal cosa, por qué me has hecho eso. Sufro mucho». Este es el contenido de la primera frase.

La segunda frase es: «Trato de hacerlo lo mejor que puedo». Eso significa que estoy practicando. Significa que sé que cada vez que me enfade, no debo decir ni hacer nada, sino volver a conectar conmigo, con mi respiración, abrazar conscientemente mi ira y observarla en profundidad para ver cómo arraiga en mí. Hago todo lo que puedo. Le mostramos al otro que estamos practicando, que sabemos cómo manejar la ira. Eso inspirará respeto y confianza por su parte. Es también una invitación indirecta a que el otro practique y se pregunte: «¿Qué he dicho, qué he hecho para hacerle sufrir tanto?».

Y ese será ya el principio de la práctica. La segunda frase le invita, pues, a analizar en profundidad si ha sido injusto en lo que dijo o hizo.

La tercera frase es: «Por favor, ayúdame», porque tal vez yo solo no pueda transformar este sufrimiento, esta ira. Si somos capaces de ponernos a escribir esta tercera frase, sufriremos ya menos. Cuando nos convertimos en pareja, cuando nos convertimos en amigos en la práctica, tenemos que compartir tanto la felicidad como el sufrimiento. «Ahora sufro, quiero compartirlo contigo y necesito tu apoyo». Si eres capaz de escribir esa línea, habrás vencido tu orgullo. Muy a menudo nos sentimos tan heridos que preferimos irnos a nuestra habitación para llorar solos y rechazamos cualquier ayuda que venga de la otra persona. Nuestro orgullo hace acto de presencia.

Queremos castigar al otro, mostrándole que sin él podemos sobrevivir perfectamente.

Por eso, esas tres frases son una guía para la práctica. En lugar de rechazar al otro, decimos: «Cariño, estoy enfadado/a contigo, sufro muchísimo, quiero que lo sepas»; «Estoy haciendo todo lo que puedo para afrontar mi sufrimiento»; «Por favor, ayúdame». Puede que quieras escribir estas tres frases en un trocito de papel del tamaño de una tarjeta de crédito y guardarlo en tu cartera. Cada vez que surja la energía de la ira, ya sabes qué tienes que hacer. Sácala y léela. Buda estará contigo en ese momento.

Sabes exactamente qué hacer y qué no hacer. Muchos de mis amigos han estado usando estas prácticas y transformando sus relaciones, entre padre e hijo, madre e hija, pareja, etcétera. Y la práctica de la respiración y el caminar conscientes nos ayuda mucho a tranquilizarnos. Apelamos a lo mejor en nosotros mismos para hacer frente a la situación. No nos limitamos a reaccionar y permitimos que nuestra ira, nuestra violencia cause más sufrimiento.

Thay

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