Vivir el interior del «no yo»

Los neurocientíficos que estudian el cerebro han descubierto, igual que nosotros en la práctica de la meditación, que no existe un yo individual.

El cerebro humano está formado por miles de millones de células cerebrales, neuronas, comunicándose con millones de otras neuronas.

No hay un gobierno, un director, un jefe operando en el cerebro y, aun así, reina la armonía perfecta. Cuando los científicos observan cómo funcionan las neuronas, ven que éstas se comunican incesantemente unas con otras. Cada neurona propaga impulsos eléctricos a otras neuronas a una velocidad de casi 500 kilómetros por hora, y en una fracción de segundo repite la acción. La comunicación es continua; hay un envío y un recibimiento constantes. Las neuronas viven y trabajan juntas como una comunidad en armonía.

Las células de nuestro cuerpo no actúan sin deber u obligación; simplemente operan juntas como un sangha. Los pulmones hacen lo que pueden para renovar la sangre gracias a la toma de oxígeno. Los pulmones no dicen: «Eh, tú, sangre, me necesitas para estar roja y oxigenada. Debes agradecérmelo». Los pulmones nunca piensan de esta manera. Es un placer para ellos respirar para ofrecer oxígeno a las células sanguíneas. Las células sanguíneas viajan hasta todas las otras células de nuestro cuerpo, para proporcionar oxígeno y otros nutrientes. Nunca dicen: «Viajamos tanto para traer oxígeno. Deberíais estar agradecidos. Hemos hecho tanto…; es hora de que nos retiremos».

Nunca dicen cosas como estas. Una célula sanguínea simplemente disfruta haciendo lo que debe para beneficio de todo el cuerpo. No hay discriminación en nuestro cuerpo. Si usted es un científico que observa las funciones del cuerpo humano, verá que todos estos elementos del cuerpo están operando de acuerdo con el interior del «no yo». Todas las células de nuestro cuerpo contienen la sabiduría de la no discriminación; todas viven juntas como un sangha.

Cuando observamos una colmena, vemos lo mismo. Ningún jefe dirige nada. Ninguna abeja dice a otra: «Eh, abeja número uno, debes hacer esto por mí, y tú, abeja número dos, debes ir en esa dirección para traerme polen». No hay ningún director. La abeja reina no dirige; no es una reina en el sentido de dar órdenes o gobernar. Su responsabilidad como reina es producir huevos, la nueva generación de abejas.

Incluso sin un director en la colmena, cada abeja actúa en perfecta coordinación con las otras. Las abejas no necesitan decirse qué deben hacer. La manera como viven su vida diaria, la manera de actuar, es su mensaje. Se comunican por la manera de hacer las cosas. A veces una abeja vuelve a la colmena y empieza a bailar. Con su baile, la abeja indica a las otras dónde encontrar polen.

Este tipo de armonía también existe entre otros insectos sociales.

Las termitas funcionan con el mismo tipo de trabajo en equipo bien organizado. Estas comunidades funcionan con inteligencia y sabiduría.

Nadie da ninguna orden, pero la comunicación fluye. Los científicos han observado que las sustancias que desprenden las abejas sirven como medio de comunicación. Todas las abejas están siempre a punto para recibir información de las demás y responder y actuar de la manera correcta. Ninguna abeja necesita decir a otra cómo comportarse.

Aunque muchos científicos han sido testigos de esta realidad del «no yo» en el cuerpo humano y la naturaleza, muy pocos han utilizado esta visión en sus propias vidas. Los científicos nucleares, los neurocientíficos, los biólogos, los sociólogos y los psicólogos, todos han visto la realidad del «no yo». Escriben y hablan sobre ello, pero la mayoría es incapaz de vivir según esta realidad. Muchos científicos, cuando dejan su lugar de trabajo, van a casa y continúan su vida como seres separados, comportándose con sus familias y amigos como si nunca hubieran visto la realidad del verdadero «no yo».

Muchos practicantes espirituales se comportan del mismo modo.

Escuchamos y aprendemos las enseñanzas del «no yo» y la interconexión y, aun así, cuando volvemos a casa de nuestras parejas, padres, hermanos y hermanas no aplicamos la esencia del «no yo».

Todavía nos enfadamos y nos ponemos celosos, a causa de nuestro pequeño yo somos incapaces de comportarnos como las abejas, las neuronas y las células de nuestro cuerpo. Para ayudarnos a liberarnos de este hábito, debemos practicar con un sangba. Si confiamos en el sangka, el sangha estará allí para nosotros. Para ser buenos constructores de sangha, debemos reconocer la verdad del «no yo» y del «interser», y encontrar maneras de llevar a cabo esta realidad en la vida diaria de nuestra comunidad. No podemos quedar satisfechos sólo con la esencia del «no yo»; debemos vivirla.

Thay

2 comentarios

  1. Bueno, entonces… desde mi “no yo” o desde mi “yo” o desde un “yo” que no es “mi”… ? Aprovecho, José Manuel, a saludarte y desearte un buen año 2020… que seas feliz!!! (Norma Luz)

  2. Muchas Gracias… Igualmente… Un abrazo…

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