El Elefante y los Cuatro Sabios Ciegos

El rey de un país de ciegos oyó hablar de un animal fabuloso que se llamaba elefante. Deseoso de saber
como era, envió a los cuatro ciegos más sabios del reino al lugar en el que vivía el elefante para que lo estudiaran y se lo describieran con exactitud a su vuelta.

Los cuatro ciegos se dirigieron al encuentro del animal, y cuando estuvieron en su presencia, empezaron a palparlo con precaución.

Uno de los ciegos agarró la trompa y la repasó con sus manos de arriba a abajo.
Otro cogió una oreja y la reconoció con mucho cuidado.
El tercero se topó con una pata y a ella dedicó toda su atención.
El cuarto por fin, consiguió posar sus manos en el cuerpo del elefante y lo auscultó y repasó a conciencia.

Cuando volvieron al país de los ciegos, se presentaron ante el rey, el cual estaba ansioso de sus noticias.
-A ver, contadme: ¿Cómo es el elefante?
El primer ciego se adelantó y dijo:
-¡Oh, rey! Has de saber que el elefante es un ser mitad serpiente y mitad liana; pues, si bien tiene la movilidad de aquella, carece de la facultad de arrastrarse por la tierra, ya que está sujeto a una roca por uno de sus extremos, y a partir de este, puede subir, bajar, girar como una liana que pende de un árbol…
-¡Pero qué dices! -se adelantó el segundo ciego-. El elefante no se parece en nada a eso que estás describiendo. Señor: el elefante es una lámina delgada y ancha, surcada de venas y rugosidades que brota de
una pared a la que está sujeta …
-¡Vamos, vamos! ¿Pero qué palabras son esas? – interrumpió el tercer ciego-. Majestad, ese animal que
quieres conocer, el elefante, es en realidad ¡un árbol.
Sí, un árbol, pero con la peculiaridad de que su savia es caliente, y que cuando se toca, late y se estremece …
El cuarto ciego se adelantó y haciendo un gesto impaciente, dijo:
-Majestad: mis tres compañeros han debido tocar por error alguna otra cosa. Y o te puedo asegurar que el
ser que estaba bajo mis manos era el elefante y te puedo decir sin ninguna duda que es semejante a una colina pelada, solo con algunas briznas de hierba rala y seca; pero se movía y emitía calor, y de su interior surgía un ruido acompasado como el batir de un tambor …
Los otro tres ciegos prorrumpieron en indignadas protestas, y aseguraban y juraban cada uno por su parte
que el elefante era tal y como ellos lo habían tocado.
El pueblo tomó partido según sus simpatías, y aún hoy no se han puesto de acuerdo.

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