Muchos de nosotros nos pasamos la vida actuando impulsados por miedo al pasado o al presente y, al hacerlo,
afectamos a los demás y también a la sociedad en general. Creamos una cultura del miedo. Cuando el miedo nos
invade y nos sentimos molestos y preocupados lo primero que debemos hacer es reconocer ese miedo. Podemos
reconocerlo y abrazarlo en lugar de reaccionar. A nuestro alrededor, por todos lados, hay personas que reaccionan
por miedo, sin embargo, detrás de todo ese miedo lo que todos deseamos es paz y seguridad.
A veces nos sentimos tentados a ridiculizar el miedo de los demás porque nos recuerda nuestro propio miedo.
La sociedad nos ha enseñado a no mirar nuestro miedo y a no reconocerlo. ¿Cómo podemos soltar el miedo y
renunciar al enojo y la violencia que incita en nosotros? Tenemos que escucharnos profundamente y aprender a
practicar como el Buda hizo para que podamos dejar ir nuestro miedo y violencia. Practicar la atención plena del
miedo y observar intensamente su origen es la respuesta.
Miedo al terrorismo
En la actualidad todos somos sospechosos cuando viajamos en avión. Tenemos miedo de que cualquier persona
sea un terrorista; cualquiera podría estar cargando químicos explosivos o una bomba. Todos tenemos que pasar
por un escaneo corporal, todos tenemos miedo de todos y de todo. Aun si se usa un hábito de monje como el mío,
se tiene que pasar por un escaneo y ser inspeccionado porque el miedo es lo que prevalece. Las personas que
estuvieron aquí antes que nosotros crearon este clima de miedo, y está creciendo cada vez más. No sabemos cómo manejar nuestro sufrimiento, son pocos los que conocen cómo dejar ir su miedo.
Desarrollamos el deseo de venganza y queremos castigar a aquellos que nos hacen sufrir, pensando que al
hacerlo sufriremos menos; queremos cometer actos violentos contra ellos, castigarlos. Cuando un terrorista hace
estallar explosivos en un autobús o un avión, todos los pasajeros mueren. El deseo del terrorista de castigar nace
de su sufrimiento; no sabe cómo manejarlo, así que trata de aliviarlo castigando a otros.
Buda dijo: “He mirado atentamente el estado mental de las personas infelices y he visto que oculto, debajo de
su sufrimiento, se encuentra un filoso cuchillo. No ven ese cuchillo en ellos mismos, así que es difícil que puedan
controlar su sufrimiento.”
Tu miedo está escondido en lo profundo de tu corazón: es un filoso cuchillo oculto debajo de muchas capas. Ese
cuchillo es lo que hace que te comportes de una manera tan poco amable. No ves el cuchillo ni la flecha, pero
debido a su causa haces sufrir a otras personas. Sin embargo, puedes aprender a reconocer este cuchillo que llevas dentro y, una vez que lo hayas hecho, podrás removerlo de tu corazón y ayudar a otros a encontrar y remover sus propios cuchillos. El dolor que ocasiona el cuchillo filoso ha estado ahí por mucho tiempo. Mientras sigas abrazando ese dolor, crecerá hasta tal grado que querrás castigar a aquellos que piensas lo han ocasionado.
Una revolución de compasión
Todos tenemos miedo en nuestro interior. Y no sólo como individuos sentimos miedo, ya que países enteros
son quemados por el miedo, el sufrimiento y el odio. Para poder disolver nuestro sufrimiento tenemos que voltear hacia dentro y tratar de entender por qué estamos atrapados en tanta violencia y miedo. ¿Qué ha provocado que los terroristas sientan tanto odio, al grado de que estén dispuestos a sacrificar sus propias vidas y hacer sufrir en extremo a otras personas? Podemos ver su increíble odio, pero ¿qué lo incita? Su percepción de injusticia.
Por supuesto, debemos encontrar una manera de detener la violencia, tal vez incluso aislando a las personas
que pueden representar un peligro para los demás, pero también necesitamos preguntarnos: “¿Qué tan
responsables somos nosotros mismos de la injusticia que se comete en el mundo?”.
No nos gusta sentir miedo y, si continuamos así, termina por transformarse en enojo. Nos molesta sentirnos
asustados, así que nos enojamos con cualquier cosa o persona que creemos lo ocasiona. Algunas personas pasan
toda su vida tratando de vengarse de aquel o de aquello que piensan ocasionó su sufrimiento. Esta motivación
solamente puede traer más sufrimiento, a los demás y a quien la tiene.
El odio, el enojo y el miedo son fuegos ardientes que podemos apagar con compasión. ¿Y dónde podemos
hallar esta compasión? No la venden en el supermercado, de ser así sólo bastaría con traerla a casa para disolver
fácilmente todo el odio y la violencia del mundo. Únicamente podemos generar compasión en nuestros
corazones a través de la práctica.
A veces alguien a quien amamos —nuestro hijo, esposo o padre— hace o dice algo cruel y nos sentimos
heridos. Nosotros somos quienes sufrimos, pero la otra persona también sufre. Si no estuviera sufriendo no
hubiera hablado o actuado de esa manera hiriente. La persona que amamos no ha hallado otra manera de
transformar su sufrimiento, así que vuelca su miedo y su enojo en nosotros. Solamente nosotros podemos
producir la energía compasiva que primero alivie nuestro corazón y después nos permita ayudar a la otra
persona. Si la castigamos, sólo haremos que sufra más, perpetuando el ciclo.
Responder a la violencia con violencia sólo puede traer más violencia, más injusticia, más sufrimiento, no
solamente a aquellos que queremos castigar, sino también a nosotros mismos. Esta sabiduría la podemos
encontrar en cada uno de nosotros. Cuando respiramos profundamente podemos tocar esta semilla de
sabiduría. Si alimentáramos la energía de sabiduría y compasión que existe en cada uno de nosotros durante al
menos una semana, se reduciría el nivel de miedo, odio y enojo en el mundo. Calmemos y concentremos nuestra
mente, reguemos las semillas que ya tenemos de sabiduría y compasión a través del arte de la atención plena.
Si lo hacemos, haremos una verdadera revolución pacífica, la única clase de revolución que puede ayudarnos a
salir de esta complicada situación.
Semillas de terrorismo
“Los terroristas” están en todas partes, no son sólo las personas que hacen estallar autobuses y mercados.
Cuando nos enojamos y nos comportamos de manera agresiva y violenta, no somos muy diferentes de los
terroristas que satanizamos, porque blandimos el mismo cuchillo de enojo en nuestros corazones. Cuando no
nos fijamos en lo que decimos, podemos pronunciar palabras que hieren a otros y les causan mucho dolor. Este
es un tipo de intimidación, un tipo de terrorismo. Muchas personas usan palabras hirientes con los niños. Ese
cuchillo puede encajarse en el corazón de un niño durante todos los días del resto de su vida. En nuestra familia,
en nuestra sociedad, en nuestro planeta, cada día hacemos que haya más personas con cuchillos en sus
corazones. Y debido a eso, su dolor y enojo repercuten en la familia, la sociedad y, finalmente, en el mundo
entero.
Thich Nhat Hanh
Fear: Essential wisdom for getting through the storm
Fragmento: capítulo Transforming the Fear Around Us
Harper Publications, 2012