Valores del Corazón

Cuando algunos de mis maestros tibetanos comenzaron a visitar Occidente y enseñar a los occidentales, se
sorprendieron mucho, tal vez incluso se conmocionaron, por algo que experimentaron con nosotros. Cuando
lo describieron en sus propios términos, lo llamaron
soklung, un daño o bloqueo del viento energético primario
dentro del chakra del corazón. Lo que percibieron fue que algo en nuestro modo de vivir en Occidente estaba
ejerciendo una especie de presión en el corazón que lo conducía a un nivel sutil de dolor y depresión de la
energía que allí se encuentra. Una de las formas en las que esto se manifiesta es en una sutil pero al mismo
tiempo profunda inseguridad, ansiedad e infelicidad.

Si traducimos esto en lenguaje de psicología occidental, empezamos a comprender que hay algo acerca del
estrés y las presiones con las que crecemos en Occidente que tiene un impacto dramático en esa energía tan
sutil del corazón. Uno de los aspectos más significativos de esto es que experimentamos una sensación de
inseguridad y alienación mucho más acentuada en Occidente, por la misma naturaleza de nuestra cultura y de
lo que se espera de nosotros desde muy temprana edad. Desde muy chicos estamos mucho más propensos a
experimentar la separación de nuestra madre y existe una expectativa mucho mayor de que seamos
independientes y autosuficientes. Crecemos entonces en un mundo que demanda que sobrevivamos y
seamos individuales en un ambiente extremadamente competitivo, donde la presión para tener éxito es
endémica. Si a esto le aumentamos la desintegración de una comunidad de soporte y la disfuncionalidad del
núcleo familiar, la inseguridad, la ansiedad y el miedo se convierten en la raíz de los impulsos emocionales.
¿Es de asombrarse que esto tenga un impacto en el corazón y en la energía del corazón?
La consecuencia es que experimentamos heridas profundas enraizadas en nuestro sentido del ser y, como
consecuencia, la identidad de nuestro ego se construye sobre cimientos inestables desde el principio. Fue este
sentido herido de sí mismo lo que mis maestros tibetanos reconocieron y que al principio les fue tan difícil
abordar. Lo que es particularmente problemático es que con el grado de heridas que tenemos en Occidente,
se ha vuelto normal el estar preocupados por nosotros mismos y orientados solamente en la ganancia y la
gratificación personal, a expensas de otros. Nuestra cultura parece ver esta forma despiadada de satisfacer
nuestras propias necesidades en un mundo competitivo como algo a ser premiado. En el despiadado mundo
corporativo y político, se incita a obtener y satisfacer nuestras propias aspiraciones en busca de poder, estatus
y riqueza a expensas de otros. Nuestra patológica herida del corazón se ha convertido en una normalidad
cultural.

Desde el punto de vista budista tibetano, estas heridas al corazón causan una contracción y cierre alrededor
del chakra del corazón que nos separa de una profunda y esencial cualidad que es innata en todos nosotros.
Ésta es una cualidad de la mente que se conoce en sánscrito como
chitta. Usualmente chitta se traduce como
“mente”, “corazón” o “esencia”, y es una cualidad de la mente que reside en el chakra del corazón. Pero esta
no es nuestra mente conceptual ordinaria y mundana, es una cualidad de la mente profunda que es
esencialmente clara, pacífica y llena de compasión natural y amor compasivo. De hecho, es nuestra mente
ordinaria, con sus enredos emocionales, la que nos cierra a esta mente-corazón esencial.
Un ejemplo de este corazón cerrándose fue muy claro con uno de mis pacientes. Un día comenzamos a
explorar su impresión de no tener ninguna relación que involucrara sensaciones en el corazón. El resultado
fue que su conexión con otros era problemática y terminó sintiéndose solo y triste. Exploramos esta
experiencia, y conforme hizo conciencia de la región de su corazón, la imagen que emergió era la de un pueblo

abandonado y muerto, con plantas secas que rodaban con el viento. Conforme se enfocó en esa imagen,
comenzó a ver que nunca había estado en ese lugar y que un camino había sido construido alrededor del
pueblo, ya que no había nada de interés ahí. En el centro del pueblo encontró un jardín enormemente crecido
y descuidado. Su sensación de soledad y melancolía venían de un sentimiento de que incluso si ese jardín
fuera limpiado, no le importaría a nadie. Después de algún tiempo notó que había un manantial con agua
burbujeante que surgía de la roca de una colina. A pesar del mal estado del jardín, aún había una fuente de
vida. Le sugerí que se quedara con esta imagen por un tiempo y que le permitiera asentarse.

Conforme hablamos más acerca de esta poderosa imagen y de la desolada sensación del corazón, se hizo
claro que él había tenido una infancia muy aislada. Fue un niño callado e introvertido, había sentido que no
podía interactuar con otros niños de su edad y fue acosado por ser muy brillante. Su dolor y tristeza eran
difíciles de sobrellevar, así pues, se cerró a los demás, bloqueando sus sentimientos. Sin embargo, en su
corazón, retuvo la sensación de que para los demás él no tenía ningún valor o interés por lo que ellos no
vendrían a su jardín. Me sentí muy conmovido por la tristeza de la situación en este hombre de mediana edad.
La necesidad del corazón en nuestra vida es algo que toca el núcleo de nuestra autoestima y nuestro sentido
de valor, nuestra capacidad de amar y ser amados y la facilidad con la que podemos estar con nosotros mismos
y relacionarnos con los demás.

Recuerdo que un maestro tibetano dijo que la confusión del corazón-Lang (término de la medicina clásica
tibetana) no era algo que se viera mucho en los compatriotas de su tiempo. Es algo que emerge de una cultura
que pone gran énfasis en que seamos individuos exitosos, fuertes y competentes en un mundo competitivo y
desunido. Sufrimos un tipo de separación que cierra el corazón y bloquea nuestra capacidad natural de
apertura y expresión amorosa.

Una y otra vez en el contexto terapéutico, el corazón es un lugar de gran dolor y tristeza. Regresando a las
facultades de un corazón sano, éste requiere atención y cuidados considerables, lo cual, debe comenzar con
una disposición de sentir el dolor que está ahí presente. Solo cuando podemos hacer esto es que comenzamos
a movernos hacia un sentido más profundo de aceptación de nosotros mismos. Conforme el corazón comienza
a suavizar sus defensas y revelar sus heridas, podemos ir más allá del miedo que nos separa de nosotros
mismos y de los demás. La capacidad de cuidarnos a nosotros mismos debe comenzar con un sentido de
aceptación. Si podemos dejar de juzgarnos y de criticarnos a nosotros mismos por tener defectos y heridas, y
genuinamente permitirnos ser como somos, podemos aprender a tener compasión y amor hacia nosotros
mismos. Aprender a valorarnos y amarnos toma tiempo y no sucede si no se trabaja para conseguirlo.
Abrir el corazón se logra con meditaciones orientadas a cultivar el amor bondadoso y la compasión.
Posiblemente la más significativa de ellas es la práctica de tonglen. Ésta es una práctica meditativa que
particularmente se orienta a desarrollar la compasión y el amor bondadoso hacia otros, pero también puede
ser utilizada para desarrollar estas cualidades hacia nosotros mismos. En la práctica de tonglen,
tong significa
“dar”, que se refiere a dar felicidad y cultivar amor bondadoso;
len significa “tomar”, que se refiere a tomar el
sufrimiento y cultivar la compasión.

En esta meditación nos visualizamos a nosotros mismos rodeados por incontables seres y nos percatamos
de que no son diferentes a nosotros en el deseo de ser libres del sufrimiento y de experimentar felicidad.
También consideramos que las vidas de estas personas están usualmente llenas de estrés y problemas
emocionales y físicos. Ninguno de nosotros es inmune a las dificultades de la existencia, y para pocos de
nosotros es fácil vivir en este mundo demandante y lleno de retos. Cuando consideramos a aquellos que nos
rodean, no hay nadie que esté libre de sufrimiento.


Si reflexionamos que cualquier cosa que experimentamos en la vida surge en relación con los demás
entonces nos damos cuenta de que es por medio de su bondad que experimentamos felicidad. En nuestra
meditación desarrollamos entonces el deseo de retribuirles esa bondad tomando su sufrimiento para que
estén libres de él. En este punto de la práctica de tonglen, tomamos ese sufrimiento visualizando que
inhalamos en forma de humo negro lo que sale de ellos. Inhalamos esto y en nuestro corazón se transforma
en profunda compasión. Así, después de algún tiempo, consideramos el deseo de que todos aquellos que nos
rodean experimenten genuina felicidad. De esta forma, conforme exhalamos, enviamos una luz de amor
bondadoso que va hacia esas personas, llevándoles felicidad.

Si tenemos alguna persona en particular con quien tenemos problemas debemos colocarlos especialmente
frente a nosotros y hacer esta práctica. Estas personas usualmente son las que están más conectadas al dolor
y al estado defensivo que experimentamos en el corazón. Para algunos, esto sucede especialmente con
familiares con quien han tenido relaciones dolorosas. La práctica de tonglen es una forma muy efectiva de
comenzar a limpiar algunas de estas heridas dentro de la relaciones familiares y de abrirse a una manera de
relacionarse más compasiva.

La meditación tonglen es una forma muy simple y poderosa de abrir nuestro corazón y experimentar el
surgimiento gradual de la capacidad de compasión y amor bondadoso hacia los que nos rodean. Puede ser
también de gran valor generar esa misma actitud hacia nosotros mismos. Yo exploré esto con el paciente que
mencioné anteriormente que experimentaba dolor en el corazón. Le sugerí que hiciera consciencia y se
visualizara a él mismo como el niño que había sufrido tanto. Después de dejarle pasar algún tiempo
conectándose en cómo se había sentido y las dificultades que había tenido, lo guié hacia considerar tomar y
aceptar este dolor. Conforme inhalaba, visualizaba el dolor de su “yo” adolescente entrando en él. Después de
un tiempo le sugerí considerar enviar una luz de amor bondadoso hacia su “yo” joven, dándole felicidad y
sentido de aceptación y tranquilidad. Hizo esto durante sus exhalaciones por algún tiempo.

Después de que realizó esta meditación algún tiempo, mi paciente dijo que por primera vez había
comenzado a afrontar el lugar en el corazón que había evitado por tanto tiempo. Fue doloroso y triste, pero al
menos estaba comenzando a sentir algo. Comenzó a sentirse conectado consigo mismo por primera vez en
muchos años.

Rob Preece
Feeling Wisdom
Fragmento: Cap. 6 Heart Values
Boston & London, Shambhala, 2014

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