Aprendiendo a permanecer estables

El enfoque principal de este camino en el que se elige sabiamente, de este entrenamiento para des escalar la agresividad, está en aprender a permanecer presente. Hacer con frecuencia pausas muy breves durante el día es una manera de conseguirlo sin apenas esfuerzo. Durante unos segundos podemos estar en el aquí y ahora. La meditación es otra manera de entrenarnos para aprender a permanecer estables en el presente o, como un estudiante puntualizó más exactamente, aprender a regresar, volver de nuevo a estar presente una y otra vez. La verdad es que cualquiera que haya probado la meditación aprende rápidamente que casi nunca estamos totalmente presentes. Recuerdo la primera vez que recibí instrucciones para la meditación. Sonaba tan sencillo: solo siéntate, ponte cómodo y trae la luz de tu conciencia a la respiración. Si tu mente deambula de aquí para allá, tráela de vuelta suavemente y sigue con la presencia puesta en la respiración. Pensé que sería algo sencillo, entonces alguien hizo sonar un gong para comenzar y lo intenté. Cuando sonó de nuevo el gong para finalizar la sesión me di cuenta que no había estado presente ni siquiera en una respiración.
Había pasado toda la sesión perdida en mis pensamientos.
En aquel entonces creía que había fallado en algo y que, si me mantenía firme haciendo meditación, estando atenta a cada una de las respiraciones, pronto lo haría perfecto. Es posible que de vez en cuando me distrajera con algo, pero por lo general permanecería estable y presente. Ahora han pasado casi treinta años. Algunas veces mi mente está muy activa. Otras, está tranquila. Algunas veces la energía está muy inquieta. Otras, está en calma. Suceden todo tipo de cosas cuando meditamos, de todo –desde pensamientos o dificultad para respirar hasta visualizar imágenes, desde sentir malestar físico o angustia mental hasta experiencias muy positivas. Todo esto ocurre, pero la actitud principal que hay que tener es pensar que “esto no es un gran problema”. El punto clave está en que, pese a todo, nos vayamos entrenando en estar abiertos y receptivos a cualquier cosa que surja.
Lo que he notado acerca de las personas que considero despiertas es esto: son totalmente conscientes de lo que está sucediendo. Sus mentes no se quedan dormidas en ningún sitio. Permanecen aquí y ahora en el caos, en el silencio, en medio de un carnaval, en una sala de emergencia, en la ladera de una montaña: están completamente receptivos y abiertos a lo que está sucediendo. Es la cosa más simple y, al mismo tiempo, más profunda –algo así como una pausa continua.
Pero seguramente necesitaremos mucho apoyo y algunos consejos prácticos sobre cómo permanecer en el aquí y ahora abriéndonos a la vida. Indudablemente no es la reacción que habitualmente tenemos. Mis maestros budistas Chögyam Trungpa y Dzigar Kongtrül Rimpoche ponían ambos una analogía muy útil para describir el reto de permanecer estables y presentes frente al desasosiego de la vida. Decían que nosotros los seres humanos somos como niños pequeños con un episodio grave de erupción cutánea provocada por una especie de hiedra venenosa. Queremos aliviar el desasosiego del picor e inmediatamente nos rascamos, lo que parece ser lo más sensato. Cuando nos enfrentamos a las cosas que nos disgustan, automáticamente tratamos de escapar. En otras palabras, rascarnos es la forma que habitualmente tenemos para intentar huir, para intentar escapar de nuestro malestar básico, de esa comezón de intranquilidad e inseguridad, o de esa sensación que nos produce tanta inquietud: esa sensación de que algo malo nos va a ocurrir.
No sabemos todavía que cuando nos rascamos se extiende la erupción cutánea que produce esa hiedra venenosa. Rápidamente la tenemos por todo el cuerpo y nos rascamos por todos sitios, y en lugar de encontrar alivio lo que sucede es que nuestro desasosiego se va incrementando paulatinamente.
En esta analogía, el niño visita al médico para que le recete una medicina. Esto es el equivalente a conocer un guía espiritual, recibir enseñanzas y empezar con la práctica de la meditación. La meditación puede ser descrita como aprender a estar presente con la comezón y el impulso de rascarse, pero sin hacerlo. Con la meditación nos entrenamos para permanecer ecuánimes ante todo aquello que sintamos, inclusive el impulso adictivo de rascarnos, de evitar cualquier desasosiego a toda costa. Simplemente nos entrenamos para permanecer presentes, abiertos y conscientes, sin importar lo que ocurra.
Pero si se nos deja que lo arreglemos solos, nos estaremos rascando siempre, buscando el alivio que nunca vamos a encontrar. Sin embargo, el médico nos da su consejo sabio: “Usted presenta un episodio grave de erupción cutánea provocada por una especie de hiedra venenosa.
Se puede curar totalmente, pero tendrá que seguir unas sencillas instrucciones. Si se sigue rascando, la comezón empeorará bastante. Eso es seguro. Así que, aplíquese este remedio y eso ayudará a eliminarla. De esta manera su sufrimiento empezará a disminuir y finalmente cesará”.
Si ese niño o niña infeliz se ama lo bastante a sí mismo y quiere sanar, seguirá las instrucciones del médico. Se dará cuenta que las palabras del médico tienen su lógica y aguantará el picor molesto que está teniendo ahora sin rascarse. Y entonces, gradualmente, el niño cosechará el fruto de su esfuerzo y sentirá el beneficio. No es el médico ni ningún otro el que va a obtener la recompensa: eres tú el que se va a beneficiar cuando la erupción cutánea comience a mejorar y el impulso de rascarse vaya desapareciendo gradualmente.
Como muchos de nosotros sabemos, particularmente aquellos de nosotros que hayamos tenido fuertes adicciones, hay que emplear mucho tiempo en aprender a estar con la comezón.
Sin embargo, es la única manera. Si seguimos rascándonos, no solo empeora esta picazón, sino que nos encontraremos metidos en un infierno cada vez peor. Nuestras vidas se van haciendo cada vez más ingobernables e incómodas. Las tres formas clásicas de buscar alivio donde no se debe son: la búsqueda de placer, hacerse insensibles y ponerse agresivos, ya sea que desconectemos o nos quedemos aferrados. O tal vez desarrollemos una forma de rascarnos con la que nos obsesionemos y nos haga enfurecernos con las demás personas o nos aliente a odiarnos a nosotros mismos.
En las enseñanzas budistas se dice que la raíz de nuestro descontento es el estar absortos solo en nosotros mismos y tener miedo a estar plenamente conscientes y presentes. Podemos oscilar fácilmente entre estar abiertos y presentes –una sensación vivificadora y consciente– y estar replegados en nosotros mismos. Una y otra vez queremos salir huyendo del malestar y buscar alivio para nuestros síntomas a corto plazo, pero esto no ahonda en la raíz del problema.
Somos como el avestruz que esconde su cabeza en la tierra esperando encontrar bienestar. Este huir de todo lo que es indeseable, este continuo ciclo de querer evitar el presente, es a lo que llamamos estar absortos solo en nosotros mismos, aferrarse a una identidad independiente, o ego.
Una de las metáforas para el ego es la de un capullo cerrado. Permanecemos enclaustrados en nuestro capullo porque tenemos miedo –tenemos miedo de nuestras sensaciones y de las reacciones que la vida va a desencadenar en nosotros. Tenemos miedo de lo que nos podría acontecer. Pero si esta estrategia evasiva funcionara, entonces el Buda no habría tenido necesidad de enseñar nada, porque nuestros intentos de escapar del sufrimiento, aquellos a los que recurren instintivamente todos los seres vivos, tendrían como consecuencia la seguridad, la felicidad y el bienestar, y no tendríamos ningún problema. Sin embargo, lo que observó el Buda es que ese estar absortos en nosotros mismos, este intento de encontrar equivocadamente zonas donde sentirnos seguros y protegidos, nos crea un terrible sufrimiento.
Nos debilita, el mundo se convierte en un lugar aterrador, y nuestros pensamientos y emociones también nos intimidan cada vez más.
Hay muchas maneras de hablar acerca del ego, pero en esencia es lo que hemos estado hablando. Es la experiencia de no estar nunca presente. Existe una tendencia profundamente arraigada, casi como una imposición, de evadirnos, aun si conscientemente no experimentemos incomodidad. Todos sentimos continuamente un poco de comezón. Hay un zumbido de fondo de crispación, de aburrimiento, de inquietud. Como ya he dicho, durante el tiempo que estuve en retiro, aunque no había casi ninguna distracción, aún así experimenté este profundo desasosiego.
La explicación que da el budismo del porqué sentimos esta inquietud es que siempre estamos tratando de sentir el suelo bajo nuestros pies, y eso casi nunca funciona. Siempre estamos buscando un punto de referencia permanente y eso no existe. Todo es impermanente.
Todo está cambiando siempre –fluyendo, impreciso y abierto. Nada es susceptible de precisarse tal y como quisiéramos. En realidad, esto no es una mala noticia, pero según parece todos estamos programados para rechazarlo. No tenemos ninguna tolerancia hacia la incertidumbre.
Parece que la inseguridad es la reacción del ego ante la naturaleza cambiante de la realidad. Tendemos a encontrar extremadamente incómoda la carencia de un apoyo seguro y sólido en nuestra situación vital. Todos conocemos en la práctica esta sensación básica de inseguridad, y casi siempre la experimentamos como algo horrible. Una mujer que fue amiga mía íntima durante un tiempo, coincidió conmigo en el mismo retiro de tres años. Pero algo pasó entre nosotras y ahora sentía que ella me odiaba. Estuvimos residiendo juntas en un edificio muy pequeño, ambas teníamos que recorrer esos estrechos pasillos, así que no había forma de huir la una de la otra. Ella estaba muy enojada y no me hablaba, eso hizo que surgieran sentimientos de profunda impotencia. Mis estrategias habituales no estaban funcionando. Sentía continuamente el dolor de no tener un punto de referencia al que atenerme, nada que me confirmara lo que estaba sintiendo. La forma que tenía de sentirme segura y bajo control se estaba derrumbando.
Traté de poner en práctica todas las técnicas que había estado enseñando durante años, pero en realidad nada funcionó.
Así que una noche que no podía dormir, subí a la sala de meditación y me senté allí toda la noche. Estaba sentada con mi dolor en estado puro, sin ni siquiera pensar en ello. Entonces ocurrió algo: percibí muy claramente en mi interior que toda mi personalidad, toda la estructura de mi ego, se había basado en no querer ir a este lugar carente de apoyo seguro y sólido. Todo lo que hacía, la manera de sonreír, la manera de hablarle a las personas, la manera en la que trataba de complacer a las personas –todo era para evitar sentirme de este modo. Me di cuenta que toda nuestra fachada, todo este teatro absurdo que todos representamos, tiene como base el tratar de evitar sentir esta carencia de apoyo seguro y sólido que impregna nuestras vidas.
Al aprender a permanecer estables nos familiarizamos con este lugar y, de una forma paulatina y gradual, va dejando de intimidarnos. En lugar de rascarnos, nos mantenemos estables y presentes. Ya no invertimos más tiempo en tratar constantemente de alejarnos de la inseguridad. Tenemos la creencia que enfrentarse a nuestros demonios es revivir algún suceso traumático o descubrir con certeza nuestra falta de autoestima. Pero, de hecho, se trata solo de morar en la inquietante y desconcertante sensación de no tener adónde escapar, y averiguar que –¿lo adivinan?– no nos moriremos ni nos hundiremos por eso. De hecho, vamos a sentir una libertad y alivio muy profundos.
Una manera de practicar el estar presente es hacer una pausa, prestar atención y hacer tres respiraciones profundas. Otra manera es simplemente permanecer sentados en calma durante un tiempo y escuchar. Escuchar simplemente los sonidos de la habitación. Durante un minuto, escuchar los sonidos más cercanos a ti. Durante otro minuto, escuchar los sonidos en la distancia. Solo escuchar atentamente. El sonido no es ni bueno ni malo. Es solo sonido.

 

Pema Chödrön
Taking the Leap: Freeing Ourselves from Old Habits and Fears
Fragmento del capítulo 2
Shambala Publication, Inc.
Boston, 2009

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Traducir