En el zen no hay nada a lo que aferrarse. Quienes no lo comprenden así son víctimas de su propia ambición.
Si quieres entender el zen fácilmente debes dejar a un lado tu mente dondequiera que te halles durante las veinticuatro horas del día. Sólo entonces podrás fundirte espontáneamente con la Vía.
Cuando seas uno con la Vía desaparecerán todos los límites internos, externos e intermedios, y experimentarás una vacuidad desapasionada e independiente.
Esto es lo que un viejo sabio denominó: La mente que no toca las cosas, los pasos que no dejan huella.
El zen no puede alcanzarse mediante lecturas, discusiones o debates. Sólo quienes están dotados de una gran capacidad perceptiva podrán entenderlo.
Por esa razón los antiguos adeptos no perdían ni un momento y, aunque visitaran a numerosos maestros para confirmar la realidad de sus experiencias, jamás abandonaban la verdadera práctica ni se dejaban atrapar por las ilusiones mundanas.
De este modo alcanzaban una serenidad madura de un modo totalmente natural.
Procede del mismo modo y en algún momento la luminosidad de tu mente disipará la confusión y podrás contemplar tu verdadera identidad. Entonces comprenderás el origen de las pasiones e ilusiones mundanas, del mundo material, de la forma y la vacuidad, de la claridad y la oscuridad, del principio y la esencia, del misterio y de todas las maravillas.
Cuando alcances esta comprensión no habrá nada mundano ni supramundano que pueda atraparte.
Los maestros de la antigüedad adoptaban cierto estado durante las veinticuatro horas del día sin malgastar un solo instante.
Debes mantener ese estado hasta llegar a un punto en el que no haya nada a lo que aferrarse ni sujetarse.
Abandónalo todo, permanece vacío, silencioso, sereno y lúcido hasta que todas las interpretaciones intelectuales, racionalizaciones, confusiones y errores del pasado dejen de irrumpir en tu mente y ya no ejerzan ningún poder sobre ella.
Éste es el atajo esencial que conduce directamente a la Vía. Síguelo y algún día comprenderás claramente dónde estás y hacia dónde te diriges.
Es muy sencillo contemplar la mente sutil del zen. Basta con dar un paso atrás y permanecer en ese estado mientras comas, bebas, hables o realices cualquier actividad.
Maestro Ying-an