Un guía espiritual, tras una prolongada sesión de meditación, invitó a sus discípulos a dar un paseo. Llevaban un rato caminando cuando, de súbito, el mentor cogió una rama y le preguntó a uno de ellos:
—¿Qué tengo en las manos?
Todo había sido tan repentino que el joven inquirido vaciló y no supo qué contestar; el maestro le golpeó con la rama.
Poco después, se dirigió a otro de los discípulos y le preguntó:
—¿Qué tengo en las manos?
—Quiero verlo; dámelo –dijo el discípulo.
El maestro le pasó la rama y el discípulo, tomándola, golpeó con ella al maestro.
—Has contestado correctamente –aseveró el mentor–. ¡Enhorabuena!
Reflexión
Existen distintos tipos de saberes, que van desde el saber práctico y cotidiano al existencial y místico. Además, tenemos el saber intelectual o conceptual, que desempeña un papel importante en la vida, pero que también es a veces una madeja en la que nos enredamos inútilmente y nos impide ser directos y sagaces. Cada saber tiene su lugar y hay que aplicarlo de acuerdo a las circunstancias, pero en cualquier caso en nada ayuda extraviarse en elucubraciones o divagaciones. No es a través de las ideas que surge el conocimiento práctico y menos el auto conocimiento.
Ramiro Calle