Los dieciséis ejercicios de respiración

La enseñanza de la respiración consciente procede directamente de Buda. Los dieciséis ejercicios de respiración consciente son prácticas para cuidar el cuerpo, los sentimientos, la mente (las formaciones mentales) y los objetos de la mente (nuestras percepciones).

Estas enseñanzas son útiles para la práctica diaria y muy provechosas para hacer frente a los sentimientos dolorosos. En cualquier momento en que suframos y sintamos que no podemos soportarlo y no sepamos qué hacer, podemos recurrir a estos dieciséis ejercicios.

La primera serie de cuatro ejercicios: el cuerpo

El PRIMER EJERCICIO consiste en reconocer la inspiración como inspiración y la espiración como espiración.
Al inspirar, sé que estoy inspirando.
Al espirar, sé que estoy espirando
.
Es muy simple, pero puede tener un efecto muy profundo. Cuando prestas atención a tu inspiración y la reconoces, dejas ir de forma natural el pasado y el futuro, y vuelves al momento presente. Empiezas a generar la energía del mindfulness y la concentración, y a lograr un cierto grado de libertad.

El SEGUNDO EJERCICIO consiste en seguir todo el proceso de inspiración y espiración.
Al inspirar, sigo la inspiración desde el principio hasta el final.
Al espirar, sigo la espiración desde el principio hasta el final.
Mantenemos la atención plena y la concentración durante todo el tiempo que dura la inspiración y la espiración. No decimos: «Al inspirar… ay, olvidé cerrar la puerta…». No hay ninguna interrupción, y aumenta tu concentración. A esto se le llama «seguir la inspiración y la espiración».
Algunas versiones de los ejercicios mencionan que se reconozca la longitud de la
respiración: «Al inspirar, sé que mi inspiración es larga o corta». No hacemos ningún esfuerzo para alargarla o acortarla. Dejamos que la respiración sea natural. Al ser conscientes de la respiración, esta se hace más profunda, más armoniosa, más tranquila, todo por sí misma. La calidad de la respiración aumenta gracias a la atención.

El TERCER EJERCICIO vuelve a llevar la mente al cuerpo.
Al inspirar, soy consciente de todo mi cuerpo.
Al espirar, soy consciente de todo mi cuerpo.
En la vida diaria, a menudo nuestro cuerpo está ahí, pero la mente está en otra parte.

La mente puede quedar atrapada en el pasado, en el futuro, en nuestros proyectos, en nuestros enfados, en nuestras preocupaciones. Tú estás ahí, pero no estás ahí. No estás disponible para ti mismo o para los demás. Por eso, la práctica tiene por objeto volver a conectar con la respiración.

La respiración es un puente que une el cuerpo y la mente. En el momento en que empezamos a prestar atención a la respiración, el cuerpo y la mente se unen de manera natural. Llamamos a esto «unidad de cuerpo y mente». La respiración se calma, y el cuerpo y los sentimientos salen beneficiados. Esta es la práctica de la paz. Estamos afianzados en el aquí y el ahora, plenamente presentes, vivos, y podemos conectar con las maravillas de la vida. Así, este simple ejercicio puede obrar un milagro: la capacidad de vivir cada momento en profundidad.

Volvemos al cuerpo para hacernos conscientes de su existencia y cuidarlo. Es posible que hayamos descuidado o maltratado a nuestro cuerpo. Abrazamos el cuerpo con el mindfulness y tomamos conciencia de todo lo que en él necesita nuestra atención. Tal vez descubramos que hemos vivido de tal manera que la tensión, el dolor y el estrés se han acumulado en nuestro cuerpo durante mucho tiempo.

El CUARTO EJERCICIO sirve para liberar la tensión del cuerpo.
Al inspirar, calmo mi cuerpo.
Al espirar, calmo mi cuerpo.
Podemos dejar que la tensión se libere cuando estamos sentados, cuando andamos o cuando estamos tumbados. «Al inspirar, soy consciente de todo mi cuerpo. Al espirar, calmo todo mi cuerpo.» Puede que hayamos aprendido técnicas de relajación profunda, y quizá hayamos logrado relajarnos en cierta medida. Pero la práctica básica para liberar realmente la tensión consiste en soltar el pasado y el futuro, volver al momento presente y disfrutar del hecho de que estamos vivos y de que ya reunimos suficientes condiciones para ser felices. Te pido que reflexiones sobre esto.

Tenemos que dominar estos cuatro primeros ejercicios; es lo mínimo que tenemos que hacer. Ser conscientes de la respiración es volver a nuestro yo y generar la energía de nuestra presencia verdadera; con esa energía abrazamos el cuerpo y le dotamos de relajación y calma. La relajación profunda del cuerpo puede producir la relajación de la mente. Si no podemos conseguirlo con el cuerpo, será difícil conseguirlo más adelante
con la mente.

La segunda serie de cuatro ejercicios: los sentimientos
Con estos cuatro ejercicios llegamos al reino de los sentimientos. Una vez hemos conseguido llevar calma y relajación al cuerpo, podemos volver a los sentimientos y ser de ayuda.

El QUINTO EJERCICIO consiste en generar la energía de la alegría.
Al inspirar, siento alegría.
Al espirar, siento alegría.
Como practicante, tienes la capacidad de introducir en ti un sentimiento de alegría en el aquí y el ahora. Cuanto más consciente y concentrado llegues a estar, más aumentará la alegría y la felicidad.

La primera práctica que produce alegría consiste en soltar. Para que pueda existir alegría, hay cosas que deberíamos ser capaces de abandonar. Solemos pensar que la alegría está en el exterior y que necesitamos ir a por ella para conseguir hacerla nuestra.

Pero si sabemos cómo identificar los obstáculos en nosotros y dejarlos ir, entonces la alegría llegará de forma natural a nosotros.

El SEXTO EJERCICIO consiste en producir un sentimiento de felicidad.
Al inspirar, me siento feliz.
Al espirar, me siento feliz.
La práctica de estos ejercicios puede, en sí misma, aportarnos felicidad. El mindfulness y la liberación de la tensión son fuentes de felicidad. El mindfulness nos ayuda a reconocer los numerosos estados de felicidad que ya tenemos. Por eso es fácil introducir un sentimiento de alegría, de felicidad. Podemos hacerlo en cualquier momento, en cualquier lugar.

En la tradición zen se considera que la meditación es un alimento. En la literatura zen existe la expresión: «La alegría y la felicidad como alimento diario». Puedes sanar y alimentarte con la meditación.

El SÉPTIMO EJERCICIO consiste en hacer frente a las emociones y sentimientos dolorosos que se han manifestado en nosotros.

Al inspirar, soy consciente de mis formaciones mentales.
Al espirar, soy consciente de mis formaciones mentales.
Este ejercicio nos ayuda a aprender a manejar las energías del dolor, la pena, el miedo y la ira en nosotros. Practicamos la respiración consciente, el caminar consciente, para generar la energía del mindfulness y la concentración. Es justo esa energía del mindfulness y la concentración la que nos permite reconocer y abrazar el sentimiento doloroso que está en nosotros. No deberíamos ocultar el dolor, sino cuidarlo. Ignorar o reprimir el dolor sería tratarnos con violencia. La atención plena somos nosotros, pero el sentimiento doloroso también somos nosotros. No hay lucha. Esta es la visión de la no dualidad.

Cuando evitamos entrar en nosotros mismos y conectar con nuestro interior, dejamos que crezca nuestro dolor. El método propuesto por Buda es conectar con nosotros y cuidarnos. Necesitamos una cierta atención plena y una cierta concentración.

Deberíamos ser capaces de generar atención plena y concentración, así seremos lo bastante fuertes para no dejarnos abrumar por el dolor y la pena, y con esa energía del mindfulness y la concentración podremos entrar en nosotros mismos con confianza y reconocer los sentimientos dolorosos. «Al inspirar, reconozco el sentimiento doloroso en mí. Al espirar, abrazo el sentimiento doloroso en mí.» Esta es una auténtica práctica. El practicante debe ser capaz de reconocer su dolor y abrazarlo con ternura, como un bebé.

A veces puede ser un poco difícil, especialmente cuando comenzamos. La energía colectiva de la Sangha puede ayudar.

El OCTAVO EJERCICIO consiste en liberar la tensión y calmar el sentimiento.
Al inspirar, calmo mis formaciones mentales.
Al espirar, calmo mis formaciones mentales.
En los ejercicios séptimo y octavo usamos el mindfulness para abrazar el dolor y obtener alivio. Es lo mismo que en la práctica relativa al cuerpo. Volvemos al sentimiento, reconocemos el sentimiento y lo abrazamos con ternura. «Al inspirar, soy consciente del sentimiento doloroso en mí. Al espirar, calmo mi sentimiento doloroso.»

Si practicamos la respiración y el caminar conscientes de forma continuada, podemos arrullar y abrazar el sentimiento doloroso. Más adelante, con la práctica de la observación profunda, podemos descubrir la naturaleza de nuestras aflicciones y conseguir el discernimiento que nos liberará de ellas. Pero, de momento, con solo abrazar el sentimiento de manera consciente, con ternura, obtenemos ya algún alivio.

La tercera serie de cuatro ejercicios: la mente
Con el noveno ejercicio llegamos a las otras formaciones mentales. Los sentimientos son solamente un tipo de formación mental. Samskara («formación») es un término que significa que se han reunido muchas condiciones para que algo se manifieste. Existen las formaciones mentales buenas y las no tan buenas.

El NOVENO EJERCICIO consiste en ser conscientes de la mente y reconocer su estado, al igual que en el tercero éramos conscientes del cuerpo y en el séptimo, de los sentimientos.
Al inspirar, soy consciente de mi mente.
Al espirar, soy consciente de mi mente.
Nos hacemos conscientes de cualquier formación mental que se haya manifestado.
«Inspiro, consciente de las formaciones mentales.» La mente es un río en el que cada formación mental es una gota de agua. Nos sentamos en la orilla y observamos la manifestación y el desvanecimiento de cada formación mental. No necesitamos luchar contra las formaciones mentales, aferrarnos a ellas ni apartarlas. Las reconocemos tranquilamente y les sonreímos, sean agradables o desagradables. Cuando la ira está presente, decimos: «Al inspirar, sé que la formación mental de la ira está en mí». Cuando está presente la formación mental de la duda, inspiramos y reconocemos la presencia de la duda en nosotros. El practicante es un observador. Necesita atención plena y concentración para reconocer las formaciones mentales. Luego, más tarde, puede examinar en profundidad la naturaleza de la formación mental.

El DÉCIMO EJERCICIO consiste en alegrar la mente.
Al inspirar, hago feliz a mi mente.
Al espirar, hago feliz a mi mente.
Hacemos que la mente se alegre para fortalecerla, animarla y darle vitalidad. Cuando ayudamos a la mente a ser más alegre y enérgica, eso nos proporciona la fuerza necesaria para, más tarde, abrazar y examinar en profundidad nuestras dificultades.

Si sabemos cómo funciona nuestra mente, nos será más fácil practicar el décimo ejercicio. Las cuatro prácticas de diligencia verdadera y esfuerzo correcto nos ayudan a ser conscientes de la mente mientras damos a las semillas negativas la oportunidad de descansar.

La primera práctica del esfuerzo correcto es permitir que las semillas negativas duerman en nuestra conciencia-receptáculo y no darles la oportunidad de manifestarse. Si se manifiestan demasiado a menudo, su base se fortalecerá. La segunda práctica consiste en que cuando se manifieste una semilla negativa, la ayudaremos a retirarse tan rápido como sea posible. Si permanece demasiado tiempo, sufriremos, y su base se verá también fortalecida. La tercera práctica de diligencia correcta consiste en remplazar una formación mental negativa por una positiva; cambiaremos el foco de atención. Llamamos a esto «cambiar la espiga». Cuando la espiga que une dos piezas de madera se ha podrido, el carpintero mete una espiga nueva en el agujero, haciendo salir al mismo tiempo la vieja. La cuarta práctica es que cuando se ha manifestado una formación mental buena, tratamos de mantenerla allí todo el tiempo que podamos. Es como cuando
un buen amigo viene a visitarnos y toda la casa rezuma alegría; entonces tratamos de que se quede con nosotros unos días más.

También podemos ayudar a otra persona a cambiar la formación mental. Si un pensamiento siniestro, de ira o miedo, se manifiesta en ella, podemos practicar regando en ella una semilla positiva para que se manifieste y remplace a la otra formación mental.

Llamamos a esta práctica «riego selectivo». Podemos organizar la vida de tal manera que las semillas buenas puedan ser cuidadas y regadas varias veces al día.

El UNDÉCIMO EJERCICIO es llevar la concentración a la mente para lograr discernimiento.
Al inspirar, concentro la mente.
Al espirar, concentro la mente.
La concentración tiene el poder de consumir las aflicciones. Es como una lente que focaliza la luz del sol para quemar un trozo de papel. Cuando la concentración es capaz de quemar las aflicciones, entonces hay discernimiento. Buda nos dio muchas enseñanzas que nos pueden ayudar a cultivar la concentración. La impermanencia, el no yo y el vacío son modalidades de concentración que podemos practicar en la vida diaria.
Por ejemplo, podemos practicar para ver la naturaleza de la impermanencia, el
«interser», etcétera, de cualquier cosa con la que estemos en contacto durante el día, sea un amigo, una flor o una nube.

El DUODÉCIMO EJERCICIO consiste en liberar la mente.
Al inspirar, libero la mente.
Al espirar, libero la mente.
Necesitamos la fuerza de la concentración para cortar por lo sano las aflicciones (pena, miedo, ira, discriminación) que inmovilizan y atan nuestra mente.

La enseñanza sobre la impermanencia es todavía una idea, pero puede usarse como instrumento que ayude a producir el discernimiento de la impermanencia. La cerilla puede producir la llama. Y cuando tenemos la llama, la llama consumirá la cerilla. Lo que necesitamos para liberarnos es el discernimiento de la impermanencia. Cuando el discernimiento está presente, quema la idea.

Practicamos la concentración en la impermanencia para llegar a su discernimiento.

Mientras estamos sentados, andamos, respiramos o hacemos cosas, estamos concentrados en la naturaleza de la impermanencia. La concentración, samadhi, implica mantener viva esa consciencia, un momento tras otro, todo el tiempo que sea posible.

Solo la concentración puede producir discernimiento y liberarnos.
Supongamos que estamos a punto de pelearnos con alguien. Hay sufrimiento en nosotros; nuestra mente no es libre. La concentración en la impermanencia puede liberarnos de la ira. «Al inspirar, visualizo a mi ser querido dentro de trescientos años.»

Puede ser necesaria una sola inspiración para conectar con la realidad de la im permanencia. «Al inspirar, sé que yo todavía estoy vivo y que él todavía está vivo.» Y al abrir los ojos, lo único que queremos hacer es estrecharle entre nuestros brazos. «Al inspirar, tú estás todavía vivo; soy muy feliz.» En eso consiste la liberación con discernimiento, el discernimiento de la impermanencia.

Si estamos habitados por el discernimiento de la impermanencia, trataremos con el ser querido de un modo muy sabio. Todo lo que podamos hacer para hacerle feliz hoy, lo haremos. No esperaremos a mañana, porque mañana puede ser demasiado tarde.

Algunas personas lloran mucho cuando muere la otra persona. Eso es porque saben que mientras la otra persona estaba viva, no la trataron bien. Es el complejo de culpa el que hace que esa persona sufra de esa manera, porque carecía del discernimiento de la impermanencia. La impermanencia es un ejercicio de concentración que podemos practicar.

La última serie de cuatro ejercicios: las percepciones
Ahora llegamos al reino de los objetos de la mente. En el budismo, el mundo y todos los fenómenos se conciben como objetos mentales, no como una realidad objetiva. Con frecuencia estamos atrapados por la noción de que existe una conciencia dentro de nosotros y un mundo objetivo ahí fuera que nosotros tratamos de comprender, y esto afecta a nuestras percepciones. Pero a la luz del «interser», sujeto y objeto no pueden existir por separado. Cuando percibimos algo, el objeto de la percepción se manifiesta siempre al mismo tiempo que el sujeto de la percepción. Ser consciente significa siempre ser consciente de algo.

El DECIMOTERCER EJERCICIO consiste en contemplar la impermanencia.
Al inspirar, observo la naturaleza impermanente de todos los dharmas.
Al espirar, observo la naturaleza impermanente de todos los
dharmas.
Estamos dispuestos a aceptar y reconocer que las cosas son impermanentes, pero seguimos viviendo y comportándonos como si nosotros fuéramos a estar siempre ahí y como si fuéramos a ser siempre la misma persona que somos ahora. En realidad, todo cambia a cada momento. Cuando estamos con alguien, podemos estar en contacto con la persona que fue hace veinte años, y no somos capaces conectar con la persona del momento presente, que tiene una manera diferente de pensar y sentir. No estamos realmente en contacto con la verdad de la impermanencia. Por eso usamos la conciencia mental para meditar sobre la impermanencia. La concentración en la impermanencia produce el discernimiento que puede liberarnos.

La impermanencia es solo una forma de concentración. Al adentrarnos
profundamente en ella, descubrimos el no yo, el vacío y el «interser». Por eso la impermanencia representa todas las concentraciones. Mientras inspiramos, mantenemos viva la concentración en la impermanencia, y cuando espiramos, mantenemos viva la concentración en ella, hasta que abrimos una brecha hacia el corazón de la realidad. El objeto de la observación puede ser una flor, un guijarro, la persona que queremos, la
persona que odiamos, podemos ser nosotros, puede ser nuestro dolor, nuestra pena.

Cualquier cosa puede servir como objeto de la meditación: lo que tenemos que hacer es conectar con la naturaleza de la impermanencia en ella.

El DECIMOCUARTO EJERCICIO consiste en contemplar el no deseo, el no anhelo.
Al inspirar, observo la desaparición del deseo.
Al espirar, observo la desaparición del deseo.

Este ejercicio tiene por objeto ayudar al manas, que está siempre buscando placer e ignorando los peligros de la búsqueda de ese placer. La contemplación de la impermanencia puede ayudar a que el manas se transforme. Observamos en profundidad el objeto de nuestro deseo para ver su naturaleza verdadera. El objeto de nuestro deseo nos puede destruir el cuerpo y la mente. Ser conscientes de lo que deseamos y de lo que
consumimos es una práctica crucial.

Buda nos ofreció una enseñanza sobre los cuatro nutrientes, las cuatro fuentes de alimentación que consumimos cada día. La primera fuente es la volición, nuestro deseo más profundo. Nos aporta la vitalidad que necesitamos para vivir. Tenemos que examinar la naturaleza de nuestro deseo para ver si es saludable o no. El deseo puede ser buscar el placer, lo que puede resultar muy peligroso. Puede ser el deseo de venganza, el deseo de castigar. Esta clase de deseo insano se asienta sobre muchas percepciones erróneas.

Necesitamos observar en profundidad para reconocer que ese deseo procede del miedo, la duda, la ira, etcétera.

También a Siddhartha le inspiró un tipo de deseo, una aspiración. Vio el sufrimiento en su reino y se dio cuenta de que el poder político no era suficiente para ayudar a sus semejantes. Por eso buscó otro camino, el de transformarse a sí mismo, ayudar a otras personas a transformarse y abrir un camino nuevo. Llamamos a ese deseo la «mente de la iluminación», el espíritu del principiante. Deberíamos tener una intensa aspiración a
mantener vivo ese espíritu en nosotros. Esto es lo que nos da la fuerza y la energía para continuar la práctica.

La segunda fuente de nutrición es la conciencia. Se trata de nuestra conciencia colectiva, la energía colectiva. Los individuos de un grupo tienden a generar el mismo tipo de energía. Cuando nos reunimos para practicar el mindfulness, la concentración, la compasión, generamos colectivamente estas energías saludables, lo cual es muy nutriente y curativo. Crear una Sangha es muy curativo para el mundo.

Si estamos con un grupo de gente enfadada, su energía negativa entra en nosotros. Al principio, tal vez no seamos como ellos. Pero si permanecemos el tiempo suficiente, lentamente la energía colectiva penetrará en nosotros y, en algún grado, seremos como ellos sin ni siquiera darnos cuenta. Es muy importante ver si estamos o no en un buen entorno. Para nosotros y para nuestros hijos, necesitamos un entorno seguro en el que la energía colectiva sea sana.

El tercer tipo de alimento es la impresión sensorial, lo que consumimos en lo que se refiere a música, revistas, películas, conversaciones y anuncios. Cuando leemos un artículo o vemos una película o un programa de televisión que contiene violencia y cólera, eso cala en nosotros. Tenemos que decidir lo que consumimos y lo que no.

Los psicoterapeutas tienen que ser muy cuidadosos. Un psicoterapeuta escucha hablar de muchos tipos de sufrimiento e ira. Se necesita una práctica intensa para permanecer sano y firme, ya que, de lo contrario, enfermará. Tratas de ayudar, pero puedes verte invadido por la energía negativa de los clientes con los que te encuentras cada día. Todo psicoterapeuta tiene que crear una Sangha. Con la Sangha estás protegido y consigues nutrirte cuando os reunís cada semana. De lo contrario, te quemarás y no podrás seguir ayudando.

Buda pasó mucho tiempo creando una Sangha, y nosotros deberíamos hacer lo mismo. Podemos buscar a nuestro alrededor los elementos de nuestra Sangha y crearla para gozar de protección y nutrición, y para mantener viva nuestra práctica. De lo contrario, perderemos la práctica después de algunos meses y penetrarán en nosotros las impresiones sensoriales, lo que consumimos a través de los ojos, la nariz, los oídos, el cuerpo y la mente. El consumo consciente es la práctica que nos protege a nosotros, a nuestra familia y a nuestra sociedad. Es la senda para sanar e impedir la destrucción del planeta.

La cuarta fuente de nutrición son los alimentos comestibles. Solo deberíamos comer aquellos que pueden traer paz y bienestar al cuerpo y a la mente. Comamos de manera que nos ayude a retener la compasión en el corazón. Si lo logramos, podremos salvar el planeta y asegurar un futuro para nuestros hijos.

El DECIMOQUINTO EJERCICIO es contemplar la cesación.
Al inspirar, observo la cesación.
Al espirar, observo la cesación.
Cesación significa nirvana, la extinción de todas las ideas, la verdadera realidad en sí misma. La naturaleza de la realidad transciende todas las ideas, incluidas las de nacimiento y muerte, ser y no ser. En el núcleo de esta meditación está el esfuerzo final por ser liberado. La contemplación de la impermanencia, el no yo, el vacío, el no nacimiento y la no muerte puede conducir a este tipo de liberación. La noción de nacimiento y muerte puede ser una fuente de angustia, ansiedad y miedo. Solo con el discernimiento del no nacimiento y la no muerte podemos trascender la ansiedad y el miedo.

El DECIMOSEXTO EJERCICIO es contemplar el nirvana, la extinción.
Al inspirar, observo el soltar.
Al espirar, observo el soltar.
Este ejercicio supone desprenderse de todas las nociones para ser libre. Esta
concentración puede ayudarnos a conectar con la auténtica naturaleza de la realidad y la sabiduría profunda que nos liberará del miedo, la ira y la desesperación. La palabra nirvana significa «extinción». El nirvana no es un lugar al que ir o algo que exista en el futuro, sino que es la naturaleza de la realidad tal como es. El nirvana está disponible en el aquí y el ahora.

Una ola que se eleva sobre la superficie del océano está hecha de agua. Pero a veces olvida que está hecha de agua. La ola tiene un principio, un final, una subida y una bajada. Una ola puede llegar más alto o más bajo, ser más poderosa o menos poderosa que otras. Si la ola se queda atrapada por nociones como empezar, terminar, subir, bajar, o ser más o menos poderosa, sufrirá. Pero si comprende que es agua, la situación cambia de inmediato. En tanto que agua, no le importan ya los conceptos de empezar, terminar, subir o bajar. Puede disfrutar subiendo, bajando, siendo esta ola o siendo otra ola; no hay ninguna discriminación, ningún miedo. No tiene que ir a buscar agua. Ella es agua en el momento presente.

Nuestra naturaleza verdadera es no principio, no final, no nacimiento, no muerte. Si sabemos cómo llegar a nuestra naturaleza verdadera, no habrá miedo, ni ira, ni desesperación. Nuestra naturaleza verdadera es la naturaleza del nirvana. Hemos sido nirvanizados desde el no principio.

En nuestra mente, morir significa que siendo algo, súbitamente nos convertiremos en nada; siendo alguien, súbitamente nos convertiremos en nadie. Sabemos que una nube no puede morir. La nube puede convertirse en lluvia, en nieve, en granizo, en río, en té o en zumo, pero es imposible que la nube muera. La naturaleza verdadera de la nube es la naturaleza del no nacimiento y la no muerte. Por eso, si alguien cercano a ti acaba de morir, asegúrate de buscarle en su nueva manifestación. Es imposible que muera. 

Continúa de muchas maneras. Con los ojos de Buda, puedes reconocerle a tu alrededor y en tu interior. «Querido, sé que estás todavía aquí en tu nueva forma.»
Antes de nacer, ya existíamos en el vientre de nuestra madre, y antes de eso, existíamos mitad en nuestro padre y mitad en nuestra madre. Algo no puede proceder de nada. No hemos llegado al ser desde el no ser. Siempre hemos estado ahí de una forma u otra. Nuestra naturaleza es la naturaleza del no nacimiento y de la no muerte.

Nirvana significa la extinción de todas las ideas, incluidas las de nacimiento y muerte, ser y no ser. El decimosexto ejercicio consiste en soltar, desprenderse de todas esas ideas y ser completamente libre.

Thay

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