Cuando se sigue esta simple práctica todos los días se logra un poder maravilloso. Maravilloso, antes de lograrlo, pero después de logrado no es nada especial.
No me siento con ganas de hablar después del zazén. Creo que basta con la práctica del zazén. Pero si he de decir algo, me parece que me gustaría hablar de lo maravillosa que es la práctica del zazén. Nuestro propósito es mantener siempre esta práctica, que empezó desde el tiempo sin comienzo y ha de continuar en un futuro sin fin. Estrictamente hablando, para el ser humano no hay otra práctica más que ésta. No hay otra forma de vida más que esta forma de vida. La práctica Zen es la expresión directa de nuestra verdadera naturaleza.
Desde ya, cualquier cosa que hagamos es expresión de nuestra verdadera naturaleza, pero sin esta práctica es difícil darse cuenta de ello. El estado activo es parte de nuestra naturaleza humana y también de la naturaleza de toda existencia. Mientras estamos vivos, hacemos algo siempre. Pero mientras se piense «estoy haciendo esto», «tengo que hacer esto» o «debo lograr algo especial», en realidad no se está haciendo nada. Cuando se renuncia a todo, cuando ya no se desea nada o cuando no se intenta hacer algo especial, entonces se hace algo.
Cuando no hay idea alguna de provecho en lo que se hace, entonces se hace algo. En el zazén, lo que se hace no se hace en aras de algo. Quizás uno se sienta como si estuviera haciendo algo especial, pero en realidad es sólo la expresión de la verdadera naturaleza, es la actividad que aplaca el deseo más íntimo. Pero mientras se piense que se está practicando el zazén en aras de algo, ésa no es la verdadera práctica.
Cuando se sigue esta simple práctica todos los días se logra un poder maravilloso. Maravilloso, antes de lograrlo, pero después de logrado no es nada especial. Es simplemente uno mismo, nada especial. Tal como lo expresa un poema chino: «Fui y volví. No era nada especial. Rozan es famoso por sus montañas neblinosas; Sekko, por sus aguas». La gente piensa que debe ser maravilloso contemplar la famosa cadena de montañas ocultas por la niebla y el agua de la que se dice que cubre toda la tierra. Pero si uno va allí, verá únicamente agua y montañas. Nada especial.
Es una especie de misterio para los que no han experimentado nunca la iluminación; la iluminación es algo maravilloso. Pero una vez que se logra, ya no es nada. Y, sin embargo, tampoco es «nada». ¿Comprenden? Para una madre con hijos, tener hijos no es nada especial. Así es el zazén. Esto es, que si se continúa esta práctica, se adquiere algo, cada vez más, algo.
Nada especial, pero no obstante, algo. Eso puede llamarse «naturaleza universal», «naturaleza de Buda» o «iluminación». Se le pueden dar muchos nombres; para la persona que la posee no es nada, pero también es algo.
Cuando expresamos nuestra verdadera naturaleza, somos seres humanos. Cuando no, no sabemos qué somos. No somos animales, porque caminamos en dos pies. Somos algo diferente de un animal, pero ¿qué somos? Quizás seamos fantasmas. No sabemos cómo llamarnos. Tales criaturas, en realidad, no existen. Es todo una ilusión. No somos ya seres humanos, pero sí existimos. Cuando el Zen no es el Zen, nada existe. Intelectualmente estas palabras no tienen sentido, pero el que haya experimentado la verdadera práctica comprenderá lo que quiero decir. Cuando algo existe tiene su propia y verdadera naturaleza, la naturaleza Buda. En el Sutra del Paranirvana, Buda dice: «Todo tiene naturaleza de Buda». Pero Dogen lo interpreta este modo: «Todo es naturaleza de Buda». Hay cierta diferencia. Decir «todo tiene naturaleza de Buda» significa que la naturaleza de Buda reside en toda existencia y, por lo tanto, que la naturaleza de Buda y toda existencia son distintas. Cuando se dice «todo es naturaleza de Buda», significa que todo es naturaleza Buda misma. Cuando no hay naturaleza de Buda no nada en absoluto. Todo lo que no es la naturaleza de Buda no es más que una ilusión. Quizás exista en la mente, pero tales cosas, en realidad, no existen.
De modo que ser una criatura humana es ser un Buda. La naturaleza de Buda es simplemente otro nombre de la naturaleza humana, nuestra verdadera naturaleza humana. De esta manera, aunque no se hace nada, en realidad se está haciendo algo. Uno se está expresando a si mismo. Se está expresando la propia naturaleza. Los ojos la expresan. La voz la expresa. El propio proceder la expresa. Lo más importante es expresar la verdadera naturaleza del modo más simple adecuado y apreciarla hasta en la existencia mínima.
Mientras se continúa esta práctica, semana tras semana, año tras año, se profundiza cada vez más la experiencia y se abarcará todo lo que se haga en la vida cotidiana. Lo que importa es olvidar toda cosa de provecho, toda idea dualista. En otras palabras, lo importante es practicar el zazén en cierta postura. No pensar en nada. Simplemente, permanecer en el almohadón sin expectativa alguna. Entonces, finalmente, se reasumirá la verdadera naturaleza propia o más bien, la verdadera naturaleza propia se reasumirá a sí misma.
Mente Zen,Mente de Principiante
Shunryu Suzuki