Eran unos discípulos que llevaban muchos años con su maestro, pero que no podían corregir tener la lengua demasiado ligera y utilizarla a veces como una daga. Se juzgaban alegremente unos a otros, criticaban y censuraban por sistema y habían hecho de todo eso su diversión favorita. Incluso llegaron a criticar más o menos veladamente a su propio maestro.
Como éste sabía que todos eran bastante inclinados a la censura fácil y gratuita, intuyó que él mismo también era diana de sus comentarios. Les llamó cierto día y les dijo:
—¿Acaso sois jueces u os gusta ejercer como tales?
¿Habéis estudiado leyes y por eso os place tanto actuar como jueces?
Los discípulos enrojecieron de vergüenza y se quedaron muy turbados y vacilantes, sin saber qué responder. El mentor agregó:
—Os he enseñado muchas cosas, pero os voy a enseñar hoy unas cuantas más, aunque no parecéis aprender fácilmente, mis queridos jueces. ¿Sabéis algo importante? Al criticar a los demás, os estáis criticando a vosotros mismos. Si destacáis lo peor de los otros, es que sólo veis lo peor en vosotros mismos. En vuestra mirada hay fealdad porque vuestra mente y vuestro corazón son feos. Si después de tanto tiempo no habéis mejorado, no merecéis ser mis discípulos ni yo merezco teneros como tales.
Y el maestro se retiró a una ermita situada en las altas cumbres.
Reflexión
¡Podemos llegar a ser tan indulgentes y permisivos con nosotros mismos y tan implacables con los demás…! Nos gusta ejercer como jueces y con la misma ligereza culpamos a los otros, los descalificamos o llegamos incluso a calumniarlos, del mismo modo que los elogiamos sin sentido o por obtener algún beneficio del halago. No es de extrañar que en el Dhammapada podamos leer: «No hubo nunca, ni habrá, ni hay ahora nadie, que pueda encontrarse en este mundo que deje de culpar o elogiar a otros». Por eso hay que ser indiferente al elogio y al insulto de los demás, pero hay que tratar de no ceder a la contumaz tendencia de erigirse uno en juez de los otros e intentar ser más comprensivos y tolerantes.
Ramiro Calle