El Buda una vez vio un chacal, un perro salvaje, correr fuera del bosque donde él estaba. El chacal se quedó quieto un momento, luego corrió hacia la maleza, y luego salió nuevamente. Después corrió dentro de un árbol ahuecado, luego salió otra vez. Después entró a una cueva, solamente para salir corriendo de nuevo. Se aquietó un minuto, al siguiente corrió, luego se recostó, luego saltó.
El chacal tenía sarna. Cuando paraba, la sarna le comía su piel, por lo cual salía corriendo. Corriendo, estaba aún molesto, por lo cual se detenía.
Parado, estaba incómodo, por lo cual se recostaba.
Luego saltaba de nuevo, corriendo hacia la maleza, hacia el árbol ahuecado, no permaneciendo nunca quieto.
El Buda dijo, “Monjes, ¿vieron ese chacal esta tarde? Parado, sufría.
Corriendo, sufría. Sentado, sufría. Acostado, sufría. Culpaba al estar parado por su malestar. Echaba la culpa al estar sentado.
Culpaba al estar corriendo y recostado. Reprochaba al árbol, a la maleza, y a la cueva. De hecho, el problema no era con ninguna de estas cosas. El problema era su sarna”.
Somos exactamente iguales que el chacal. Nuestro descontento se debe a la visión incorrecta. Culpamos a lo externo de nuestro sufrimiento porque no ejercitamos el control de los sentidos. Ya sea que vivamos en Tailandia, América o Inglaterra, no estamos satisfechos.
¿Por qué no? Porque aún tenemos una visión incorrecta.
¡Solo eso! Por lo tanto dondequiera que vayamos, no estamos conformes.
Pero al igual que ese chacal estaría conforme dondequiera que fuera tan pronto como su sarna fuera curada, también estaríamos conformes dondequiera que fuéramos, una vez que nos libráramos de nuestra visión incorrecta.
Ajahn Chah