Cómo experimentar el milagro de la vida

La alegría y la felicidad nacen de la concentración. Cuando estás tomándote una taza de té, el valor de tu experiencia depende de la concentración. Debes tomarte el té con todo tu ser. El gozo verdadero depende del grado de tu concentración. El gozo que te proporciona el hecho de caminar concentrado es muy superior al que se deriva de un paseo distraído. Debes caminar con el cien por cien de tu cuerpo y de tu mente. Sólo entonces te darás cuenta del milagro que supone el hecho de estar vivo y caminar por este planeta.

En cierta ocasión, el maestro zen Linji (conocido también con el nombre de Rinzai) dijo: «Lo milagroso no es caminar sobre el agua o sobre el fuego, sino caminar sobre la tierra». ¿Por qué no realizas un milagro tan sencillo como caminar? Basta con dar un solo paso plenamente atento para entrar en el Reino de Dios. Esto es algo posible. Y hoy mismo puedes dar ese paso. La vida es demasiado preciosa como para desperdiciarla en ideas, conceptos, enfados y desesperaciones. Podemos despertar a la maravillosa realidad de la vida y empezar a vivir plena y verdaderamente todos y cada uno de los momentos que componen nuestra vida cotidiana.

Cuando sostengas una taza de té, hazlo con todo de tu ser presente en este instante. Y ya sabes cómo tienes que hacerlo: inspira profundamente, exhala profundamente y unifica tu cuerpo y tu mente. ¡Entonces estarás aquí, completamente presente y completamente vivo! Basta, para ello, con diez o quince segundos para que el té revele, ante ti, todo su maravilloso esplendor.

Entrégate por completo, cuando cojas un libro o abras una ventana, a ese acto. Esto fue lo que aprendí cuando durante mi formación monástica mi maestro me enseñó el modo adecuado de ofrecer una varilla de incienso. La varilla de incienso es muy pequeña y muy ligera, pero para realizar adecuadamente la ofrenda debes sostenerla con ambas manos. Cuando ofreces una simple varilla de incienso, debes hacerlo, pues, con el cien por cien de tu ser en tus manos y en los dos dedos en los que entonces se concentra la energía de la atención plena. Y esto, por más que se asemeje a un ritual es, en realidad, un acto de concentración de la conciencia. Coloco la mano izquierda sobre la derecha y, durante ese tiempo, me concentro completamente. El incienso es una ofrenda al Buda. Pero como el Buda no necesita incienso, ésta es, en realidad, una ofrenda de paz, de alegría y de concentración.

Cuando durante mi primer año de noviciado en el templo el maestro me pidió, en cierta ocasión, que hiciese algo por él, me sentía tan excitado que abandoné la habitación cerrando la puerta más ruidosamente de la cuenta. Apenas escuché entonces al maestro exclamando «¡Novicio! ¡Vuelve aquí!», supe de inmediato que había hecho algo mal. Pero su único comentario fue: «Trata, hijo mío, de prestar más atención la próxima vez que cierres una puerta». Y lo cierto es que no tuvo que repetírmelo porque, a partir de ese momento, presté una gran atención al modo de cerrar las puertas. A partir de ese momento, siempre que abrí y cerré una puerta lo hice con una actitud meditativa.

Desde ese día, he sabido cómo cerrar las puertas. Y lo he hecho plenamente consciente, pero no por el bien del Buda, ni por el de mi maestro, sino por mi propio bien. Ése es el modo más adecuado de establecer la paz y acercarte a la libertad. Lo haces así por tu propia felicidad, una felicidad que acaba impregnando a las personas con las que te relacionas, que se benefician así de tu presencia. Una persona feliz es algo muy importante, porque la felicidad es contagiosa y se expande a quienes te rodean. Tú también puedes ser una persona feliz y convertirte en un refugio para quienes te rodean.

La concentración es la práctica de la felicidad. No hay, en ausencia de concentración, felicidad posible. Trata, cuando comas una naranja, de ejercitar la concentración. Cómetela de modo tal que quepan, en ese acto, el gozo, la alegría y la felicidad. Hazlo como si estuvieras meditando en ella. Coloca una naranja sobre la palma de tu mano. Respira y obsérvala luego como el milagro que es. Una naranja es un auténtico milagro. Es, como tú, un milagro de la vida. Tú también eres todo un milagro.

Cuanto más presente estoy, más completamente se me revela la naranja. Y cuanto más me concentro, más profundizo en ella. Entonces puedo advertir, en ella, el sol y la lluvia que han contribuido a su creación. Y también puedo ver la flor del azahar, el crecimiento del árbol y la aparición de sus frutos. Luego empiezo a pelar la naranja atentamente. Su presencia –es decir, su color, su textura, su olor y su sabor– es un auténtico milagro y la felicidad que me proporciona conectar con ella también puede ser extraordinaria. Basta con una simple naranja para conectarnos, cuando estamos completamente aquí, despiertos y presentes, con los milagros de la vida que nos rodean y proporcionarnos una gran felicidad.

Poco a poco vamos adiestrándonos para la vida y la felicidad. Quizás hayas conseguido, después de varios años de estudio, un título que creías que te haría feliz. Pero esa expectativa acabó revelándose falsa porque, después de lograrla, seguiste sufriendo. Debes darte cuenta de que la felicidad no es algo que se encuentre al final del camino, debes darte cuenta de que la felicidad está aquí y ahora. La práctica de la atención plena no es una evasión ni una fuga. Significa utilizar la fortaleza generada por la energía de la atención plena para conectar profundamente con la vida. No existe, en ausencia de esa libertad y concentración, felicidad posible.

El budismo comprometido no sólo nos compromete con la acción social, sino también con la vida cotidiana. El objetivo de esta práctica consiste en gozar de la vida cotidiana, lo que significa la libertad. Podemos utilizar inteligentemente nuestro tiempo, porque el tiempo no sólo es dinero, sino algo todavía mucho más precioso. El tiempo es vida. El día tiene veinticuatro horas, pero ¿sabes cómo gestionarlas? Eres inteligente y cuentas con muchos talentos, pero ¿sabes el modo más adecuado de gestionar tu vida? Debes volcarte por completo en los días que se te han dado para vivir. Puedes hacerlo.

La práctica de la atención plena te ayudará a transformar el dolor. La felicidad y la alegría te ayudarán a recuperar el equilibrio y a curar el sufrimiento.

Thay

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