Era el monarca de uno de los reinos más poderosos de la India y cumplía cincuenta años de edad. La ocasión era, pues, muy especial para él y quería celebrarlo con nada menos que siete días y sus correspondientes noches de celebraciones insuperables, con toda clase de fastos. Solicitó que cada asistente a la fiesta le llevara el regalo que considerase mejor y que más habría de satisfacerle. Cada invitado trató de aportar el que pensaba era el mejor y más satisfactorio presente. El monarca fue recibiendo los más espléndidos corceles, los brocados más primorosos, las joyas más maravillosas, las tallas de marfil más soberbias, las más fabulosas obras de arte. Y, de repente, un ermitaño semidesnudo solicitó verlo. El rey era un hombre bondadoso y accedió a ello.
—¿Qué regalo me has traído, buen hombre? –preguntó.
—Nada, señor –repuso el ermitaño–, porque tengo entendido que habéis pedido el mejor regalo que cada uno considere y el mejor regalo yo no os lo puedo dar, ni nadie podrá hacerlo; tendréis que conseguirlo vos.
—¿Yo? –preguntó intrigado el monarca–. ¿A qué regalo te refieres?
—El mejor presente, señor, es una mente serena. Yo no os la puedo dar, pero si vos queréis conseguirla, hay medios para ello.
El monarca se quedó impresionado. ¡Era tal el sosiego que exhalaba ese desconocido! Efectivamente coincidía con él en que ése sin duda era el mejor obsequio para cualquier persona inteligente. Se dijo a sí mismo que ya había alcanzado medio siglo de vida, lo poseía todo y, sin embargo, no gozaba de una mente serena.
El ermitaño se quedó varios días con él y le enseñó a meditar. Antes de partir, le dijo al rey:
—Señor, el mejor regalo no os lo he podido brindar, pero os he procurado el modo de conseguirlo.
El monarca repuso:
—Además de un hombre sabio, eres un buen amigo. Me has regalado generosamente una herramienta para hacerme a mí mismo el mejor regalo.
Reflexión
De la meditación brota la sabiduría y de ésta la visión esclarecida que le otorga el verdadero equilibrio a la mente y que brinda la paz interior. La meditación es como una barca para cruzar de la orilla de la ignorancia y la esclavitud a la de la lucidez y la libertad. Mediante la práctica de la meditación se va liberando la mente de todas sus ataduras: egocentrismo, avidez, odio, ofuscación, celos, envidia, desasosiego, abatimiento, pereza y muchas otras. La meditación es el medio, y el objetivo es la liberación definitiva de la mente. Al meditar cesan los pensamientos, y se obtiene un estado interior de serenidad y un sentimiento inefable de unidad. La meditación es una experiencia que nos transforma y nos permite ir estableciéndonos en nuestra naturaleza real. Es una necesidad específica para reorganizar la vida psíquica y conseguir superar los modelos mentales que engendran desdicha propia y ajena. Los más grandes maestros nos han dejado este obsequio de un valor inestimable. Mediante la práctica de la meditación cultivamos metódicamente la atención consciente; de ésta se deriva la comprensión clara y de la comprensión clara la sabiduría que despierta la conciencia y le otorga un sentido pleno a la existencia.
Ramiro Calle