A veces al pensar en el silencio lo vemos como una prohibición, como una represión dictatorial de la libertad de expresión o como un adulto que le dice a un niño: «¡Estate quieto y calladito!», o un miembro de una familia prohibiendo a otros hablar de un tema delicado. Esta clase de silencio es opresivo y no hace más que empeorar las cosas.
Algunas personas han vivido este tipo de silencio crispado en su familia. Si los padres discuten a menudo, le sigue ese desagradable silencio y toda la familia lo sufre. Cuando todo el mundo está enojado o nervioso, guardar silencio puede aumentar el enojo y el nerviosismo colectivos. Esta clase de silencio cargado de tensión y resentimiento es muy negativo. No se puede aguantar demasiado tiempo. Nos destruye por dentro. Pero el silencio voluntario es totalmente distinto. Cuando sabemos cómo sentarnos juntos, respirar juntos, conectar con la espaciosidad que hay siempre en nuestro interior, y generar la energía de la paz, la relajación y la alegría, la energía colectiva del silencio es muy curativa, muy nutritiva.
Supón que te sientas al aire libre y te fijas en la luz del sol, la belleza de los árboles, la hierba y las flores silvestres creciendo por todas partes. Si te relajas sobre la hierba y respiras en silencio, oirás el gorjeo de los pájaros, el viento susurrando entre los árboles.
Aunque vivas en una ciudad, puedes oír el canto de los pájaros y el murmullo del viento.
Si sabes sosegar el embate de tus pensamientos, no intentarás evadirte inútilmente de tus sentimientos molestos valiéndote del consumo compulsivo. Podrás oír un sonido, escucharlo atentamente y disfrutar de él. Es una escucha imbuida de paz y alegría, y un silencio lleno de fuerza. Esta clase de silencio es dinámico y constructivo. No es el tipo de silencio que te reprime.
En el budismo lo llamamos silencio atronador. Es muy elocuente y está lleno de energía. Solemos organizar retiros en los que miles de asistentes practican juntos el ser conscientes de su respiración en silencio. Si has formado parte de alguno, sabrás lo poderoso que es un silencio compartido libremente.
¿Has notado alguna vez cuánto disfrutan los niños con el silencio, incluso los bebés?
Hay algo muy relajante en ello. En Plum Village niños de todas las edades comen juntos y caminan juntos en silencio, pasándoselo de maravilla. En nuestro centro no miramos la televisión ni jugamos a videojuegos. Tengo un joven amigo que la primera vez que vino a Plum Village estuvo pateando y gritando durante todo el trayecto. Tenía ocho años. Al llegar con sus padres de París no quería salir del coche porque sabía que si lo hacía no podría ver la televisión ni jugar con videojuegos durante una semana. Pero consiguió sobrevivir y, además, hizo amigos; y el último día no se quería ir. Ahora viene cada año con sus padres y espera con ilusión su estancia en Plum Village. Este año cumplirá los dieciséis.
Thay