No deberíamos desanimarnos si nos damos cuenta de que hemos sufrido y hemos hecho sufrir a otras personas en el pasado. Si sabemos manejar el sufrimiento, podremos sacarle provecho. Por supuesto, hemos cometido equivocaciones. Por supuesto, no hemos sido muy hábiles. Por supuesto, nos hemos hecho sufrir. Por supuesto, hemos hecho sufrir a las personas que nos rodean. Pero eso no nos impide comenzar de nuevo y hacer las cosas mucho mejor el año que viene, o incluso dentro de un momento.
Deberíamos considerar el sufrimiento de manera que pueda convertirse en algo positivo.
Todos hemos cometido errores y hemos sido torpes. Pero eso no nos impide mejorar, volver a empezar y transformarnos.
Cuando algo está mal, queremos arreglarlo ya. Queremos hacer que el dolor y el sufrimiento, lo que está mal, desaparezca tan rápidamente como sea posible. Pero cuando surge alguna dificultad, el primer paso no es arreglarla, sino reconocerla. Después de haber pasado algún tiempo con nosotros mismos, nos es más fácil acercarnos a la persona con la que estamos batallando. Podemos decir: «Cariño, sé que en los últimos
meses, o en los últimos años, has sufrido mucho. En cierta medida soy responsable de tu sufrimiento. No he estado muy atento. No he comprendido lo suficientemente tu sufrimiento y tus dificultades. Puede que haya dicho o hecho cosas que empeoraran la situación. Lo siento. No pretendía hacerlo. Quiero tu felicidad, tu seguridad, tu libertad y tu alegría. Dado que no te he sabido entender bien, ni he entendido lo bastante tu sufrimiento, en ocasiones he sido torpe. Puedo haberte dado la impresión de que quiero que sufras. Pero no es cierto. Por eso, te pido por favor que me hables de tu sufrimiento para que no vuelva a cometer el mismo tipo de error. Tu felicidad es crucial para mi felicidad. Necesito tu ayuda. Cuéntame tus miedos, tus preocupaciones, tus dificultades, para que pueda ayudarte con más facilidad». Este es el tipo de lenguaje que nace de esa consciencia.
Muchas personas no están lo bastante atentas para ver las dificultades, el sufrimiento, el enfado y el dolor de sus hijos. Un padre o una madre debería ser capaz de hablar a su hijo o hija con un lenguaje que viniera directo del corazón. Y al aprender a hablar así,será capaz de restablecer la comunicación y hacer las paces con él o ella. Así puede iniciarse el proceso de reconciliación.
Todo el mundo sabe que la paz debe comenzar con uno mismo. Pero no todo el mundo sabe cómo hacerlo. Cuando hemos generado la energía del mindfulness y el sufrimiento se ha transformado en comprensión y compasión, es mucho más fácil que tenga lugar la reconciliación. Antes de eso, es imposible. El orgullo, la ira y el miedo al sufrimiento obstaculizan el camino. Pero mediante el mindfulness, la comprensión puede entrar en el territorio del corazón y puede surgir de repente el néctar de la compasión.
Thay