Cuando la comunicación se interrumpe, todos sufrimos. Cuando nadie nos escucha ni nos entiende, somos como bombas a punto de explotar. Pero la escucha compasiva posibilita la curación. A veces, diez minutos de escucha profunda son suficientes para transformarnos y esbozar una sonrisa en nuestros labios.
Muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de escuchar y emplear palabras amorosas en el marco de nuestra familia, en la que quizás no haya nadie capaz de escuchar. Así pues, incluso en el seno de nuestra familia, nos sentimos muy solos. Entonces acudimos a un terapeuta, esperando que sea capaz de escucharnos. Sin embargo, son muchos los terapeutas que también albergan un gran sufrimiento interno y que, en ocasiones, no pueden escuchar tan profundamente como les gustaría. Por ello, si realmente amamos a alguien, tenemos que aprender el arte de la escucha atenta.
También tenemos que acostumbrarnos a utilizar palabras amables. Hemos perdido la capacidad de decir las cosas sosegadamente, nos irritamos con mucha facilidad y, cada vez que abrimos la boca, nuestras palabras son agrias o amargas. Hemos perdido la capacidad de hablar bondadosamente y, en ausencia de esta capacidad, no lograremos nuestro objetivo de restablecer la armonía, el amor y la felicidad.
En el budismo se habla de los bodhisattvas, seres sabios y compasivos que permanecen en este mundo con la intención de aliviar el sufrimiento de los demás. El bodhisattva Avalokiteshvara, también llamado Kuan Yin, tiene una gran capacidad para escuchar con presencia y compasión genuinas. No en vano es conocido por su capacidad de escuchar y entender los gritos de sufrimiento del mundo.
Tienes que practicar la inspiración y la espiración atenta para que la compasión permanezca siempre contigo y puedas escuchar sin dar consejo ni emitir juicio alguno. Puedes decirte: «Estoy escuchándole porque quiero aliviar su sufrimiento». Eso es lo que se denomina escucha compasiva. Debes prestar atención de modo tal que la compasión permanezca contigo todo el tiempo que estés escuchando. En eso, precisamente, consiste este arte. Si en mitad de la escucha afloran la irritación o el rechazo, no podrás seguir escuchando profundamente. Tienes que practicar de modo tal que, cada vez que afloren la irritación y el enfado, puedas respirar atentamente y mantener en tu interior la compasión. Poco importa lo que diga la otra persona, si su manera de ver es injusta o si nos insulta o condena, debemos seguir sentados, en completo silencio, inspirando y espirando.
Si no estás en buena forma o si te parece que no puedes seguir escuchando de ese modo, házselo saber a tu interlocutor y dile:
«¿Podríamos, querido amigo, reanudar esta conversación dentro de unos días? Necesito tiempo para descansar y entrenarme para poder escucharte mejor». Para recuperar tu capacidad de escucha compasiva, ejercita el paseo meditativo, la respiración consciente y la meditación sedente.
Thay