Con el paso del tiempo, uno mejora su capacidad de mantener fijamente la atención en la respiración, y encontraremos que la mente se vuelve capaz de mantenerse en el momento presente, sin necesidad de enfocarse en la respiración.
La respiración está allí, pero la mente deja de distraerse y encuentra satisfacción en estar alerta, atenta, abierta y acepando el momento presente.
La respiración ha sido lo que hemos usado como ancla para traer la atención al presente. Cuando la mente descansa fácilmente en el presente, podemos dejar ir la respiración como objeto especial. El momento presente en su conjunto se convierte en el objeto. Y esto es así porque el objeto del ejercicio no es llegar a ser un experto en respiración, o alguien que está totalmente obsesionado con la respiración.
El objeto es entrenar la atención a enfocarse en el presente.
Como resultado de este entrenamiento, habrá una pura atención a todo lo que surge en el momento presente.
Esto incluye las sensaciones del cuerpo, los sonidos, los pensamientos y las emociones que se presentan. El entrenamiento consiste en permitir que brote lo que surge, dejar que tome forma y desempeñe su función, y que se disuelva y desvanezca.
Esta dimensión de la meditación es “Vipassana” o “Meditación del Conocimiento Directo, o Intuitivo”. Con la meditación del conocimiento directo, comenzamos a entrenar la mente y el corazón a conocer directamente la naturaleza fundamental de toda experiencia. Nos damos cuenta que en cada momento surgen, aparecen, persisten y desaparecen los sonidos, las imágenes, los olores, las sensaciones del tacto, los pensamientos y las emociones. Todas estas dimensiones de la vida aparecen como un flujo continuo. Las sensaciones surgen, las experimentamos y luego cambian -pero en ese contexto puede haber una cualidad de apertura y aceptación en nuestra atención, y la cualidad de un saber que se abre al presente, atento y en sintonía con lo que está pasando, pero que no reacciona ante lo que ocurre.
Esta conciencia no se deja atrapar por el flujo de las experiencias.
Podemos ver con lucidez lo que sucede y entender plenamente como nuestro corazón tiende a apegarse a lo que nos causa placer, y a rechazar lo que nos causa dolor -se deja atrapar por lo deseado y agradable, y por lo indeseado y doloroso… por ideas del pasado y el futuro, y por nuestra identidad y la de los demás. Notamos como le hemos otorgado solidez a todos estos conceptos, y comenzamos a entrenar al corazón a dejarlos ir -a soltarlos y a no dejarse atrapar con esas cualidades como lo ha hecho habitualmente.
Esto es lo que llamamos “conocimiento directo, conocimiento interior, visión o intuición” (insight).
Nos damos cuenta de que constantemente somos engañados por aspectos de nuestro entorno y por nuestras propias emociones, y por la forma en que nos percibimos y percibimos a los demás. Cuando utilizamos la meditación para lograr quietud y observamos muy cuidadosamente lo que experimentamos, notamos que nuestra vivencia es muy cambiante y fluida. Además, vemos claramente que ninguna experiencia individual puede satisfacernos por completo.
Percibimos también que la irritación es sencillamente otra sensación que no requiere necesariamente una reacción.
Por medio de este proceso el corazón se torna cada vez más tranquilo, y menos afectado por el flujo de la experiencia de la vida. En nuestro vida cotidiana estamos acostumbrados a reaccionar, pero la meditación nos enseña a responder. De esta manera, logramos transferir las enseñanzas de la meditación a nuestra vida cotidiana, respondiendo más efectiva y armoniosamente a las situaciones que se nos presentan.
Somos más capaces de responder mejor y en sintonía con la vida. Habitualmente, nos dejamos atraer por las cosas que nos complacen y rechazamos lo que nos causa aversión, pero con la meditación tenemos más conciencia de nuestros hábitos emocionales y de lo que nos beneficia o daña, a nosotros y/o a los demás.
En esta instancia del proceso de meditación, deliberadamente dejamos ir la respiración e intentamos representar esta cualidad del “insight” como cuando nos encontrarnos en un barco: cuando dejamos la respiración como objeto especial, es como si levantáramos el ancla y creemos que no hay demasiada corriente o mareas, pero quizá haya mas presión en el barco de la que preveíamos. Después de levantar el ancla, uno podría encontrarse desviándose hacia el arrecife. La solución es entonces volver a echar el ancla para evitar la colisión. En la práctica de la meditación, esto es lo mismo que dejar ir la respiración e intentar permitir al corazón estar abierto a la corriente de la experiencia. Puede ocurrir que uno sea arrastrado, sea atrapado en un hilo de pensamientos, cuando la intención inicial era observar el fluir del pensamiento. Antes de darnos cuenta, somos llevados y barridos por la emoción. Cuando encuentres que esto está sucediendo, sencillamente céntrate en la respiración y vuelve a la postura. Observa cómo estás sosteniendo el cuerpo. ¿Te estás desplomando? ¿Estás tenso? Lleva la cualidad de equilibrio de nuevo a la postura. Deja que el poder de la atención misma te lleve a realinearte. Céntrate en la respiración de nuevo para ayudarte a traer la atención nuevamente al presente y calmar todo un poco. Seamos más enfocados y atentos. Entonces, cuando las cualidades de estabilidad en la postura y enfoque de la atención se han restablecido, podemos volver a dejar a un lado la respiración y permitir que todo el campo del corazón y la mente se abran al fluir de la experiencia, tal como se presenta.
El objetivo es guiar este entrenamiento del corazón en forma amable a abrirse simplemente al momento presente; a estar alerta y conciente del fluir de la experiencia— sin prejuicios en cuanto a la forma en que surge y se desenvuelve dicha experiencia. Es importante no ser muy idealistas pensando que uno debería sentir, ser o pensar de una manera en particular.
Además, debemos estar pendientes de no cometer el error de pensar que estamos “practicando vipassana”, cuando en realidad nos hemos sumergido en un fango de actividad mental, con nuestra mente charlando vigorosamente, sin practicar meditación alguna. Esto es lo que llamo “pensar-vipassana”, cuando la mente es barrida a una ciénaga de actividad mental.
Nuestra meta es aprender de lo que está sucediendo; ver y juzgar por nosotros mismos, ajustando la meditación según necesidad. Debemos descubrir el enfoque apropiado y ajustar nuestra meditación debidamente. La intención es de aproximarnos al equilibrio, a través de la atención al presente, y hacia una apertura de no aferramiento. La idea es no aferrarse o rechazar nada, sino sintonizar el corazón con el aquí y el ahora.
Ajhan Amaro