Quizá veamos que no tenemos ningún problema mientras estamos en el retiro o en el centro de práctica, pero al volver a casa, el problema, tal vez la otra persona, estará allí.
Hemos pasado por un montón de dificultades en el pasado y pensamos que él o ella es un problema, y que por eso no nos es posible respirar, contemplar los narcisos, porque siempre estamos pensando en el momento en que tendremos que volver a casa y ver a esa persona. Así no somos libres. No podemos disfrutar realmente de la inspiración y la espiración, porque no dejamos de pensar en eso. Nos deslizamos una y otra vez hacia el
pasado. Sin embargo, podemos afianzarnos realmente en el aquí y el ahora; solo podemos vivir el aquí y el ahora.
El miedo a enfrentarnos a la otra persona no debe preocuparnos. Al observar en profundidad, vemos que tenemos la capacidad de dominar la situación con la práctica de la respiración consciente y de afianzarnos en el momento presente. Somos capaces de manejar todo tipo de circunstancias. Es como saber usar el gas para cocinar y la electricidad para calentar la casa. Si no sabemos lo bastante sobre cómo se usan, el gas o la electricidad nos pueden matar. Pero en realidad sabemos lo suficiente. Aunque no lo sepamos todo sobre la electricidad, ni seamos electricistas profesionales, sabemos lo suficiente de electricidad como para poder usarla. Por eso no tenemos miedo de electrocutarnos. No nos dan miedo la electricidad ni el gas porque sabemos cómo manejarlos y usarlos. Podemos morir a consecuencia del gas o la electricidad, pero no porque esas energías quieran matarnos. No, desde luego que no. En realidad, el gas puede ayudarnos a cocinar, a hacer buenos platos, y la electricidad puede resultarnos útil de múltiples formas en casa.
Sucede lo mismo con la otra persona. No desea hacernos sufrir, en absoluto. Es nuestra propia incapacidad para «interser» con esa persona lo que nos ha hecho sufrir.
Tenemos que comprender lo suficiente a esa persona. Si entendemos cómo actúa, ocurre lo mismo que con el gas o la electricidad: ya no hay ningún peligro, por eso ya no sufrimos. Esa persona no tiene la intención de hacernos sufrir ni de herirnos. Puede pasar por dificultades, puede sufrir y no sabe cómo manejar ese sufrimiento y ocuparse de él.
Por eso sufre y nos hace sufrir. Pero si somos conscientes de todo esto y sabemos lo suficiente sobre la otra persona, veremos que no vale la pena sufrir más por ello.
Si esa persona dice algo desagradable que nos haga sufrir, será como encender el gas.
Conocemos la naturaleza del gas y tenemos que ser cuidadosos, eso es todo. La otra persona está sufriendo y todavía no ha aprendido la manera de manejar su sufrimiento.
Por eso sigue sufriendo y haciendo sufrir a los demás. Si los demás la conocen bien y saben cómo tratarla, no sufrirán por su causa. Y también podremos ayudarla a sufrir menos.
Cuando esa persona nos mira y dice algo cruel, si tenemos compasión y comprensión en nosotros, estamos protegidos. Sabemos muy bien que sufre. No puede manejar su sufrimiento. Necesita compasión, ayuda. Si albergamos en nuestro interior esa comprensión y ese discernimiento, estaremos protegidos, ya no sufriremos por lo que diga o haga. Podremos estar motivados por el deseo de hacer algo; no de reaccionar, sino de responder de una manera que pueda ayudarla a sufrir menos. La comprensión y la compasión nos protegen. Es como conocer la naturaleza del gas o de la electricidad. La otra persona es de la misma naturaleza. No quiere hacernos daño, ni hacernos sufrir. Está sufriendo y tenemos que ayudarla.
Estamos allí sentados, observamos en profundidad, ya no tenemos miedo, y nos decimos: «Cuando vuelva a verla, adoptaré esta actitud, no sufriré más. Encontraré una manera de ayudarla para que sufra menos». Estamos armados, estamos equipados con compasión y comprensión, y ya no tenemos miedo. Somos libres. Por eso es posible la felicidad en el momento presente. La flor nos ha estado guardando nuestra sonrisa, y podemos volver a cogerla inmediatamente y disfrutar de esa sonrisa.
¿Tienes un problema justo ahora, en este momento? Echa un vistazo a tu forma física, tus sentimientos, tus percepciones. ¿Tienes un problema? Si vemos que no tenemos ningún problema en el momento presente, no deberíamos dejar que los fantasmas del pasado nos dominen. No deberíamos permitir que las proyecciones del pasado o del futuro nos abrumen. Son solo fantasmas. Esa es la razón de que nos preparemos para estar siempre en el momento presente. En eso consiste nuestra práctica.
Ese es nuestro sendero. Ese es el camino a la reconciliación.
Thay