Cuando meditemos, es importante que evitemos criticarnos a nosotros mismos por nuestra meditación y por lo que surja en ella. ¡Esto solo sería entrenarnos para ser duros con nosotros mismos! Quiero hacer hincapié en la importancia de mantener un ambiente de amistad incondicional cuando medites y cuando lleves tu práctica al mundo. Podemos meditar durante un montón de años; conozco a personas que lo han hecho muchísimos años – incluso décadas–, y de repente descubren que no han estado utilizando la meditación para desarrollar cariño hacia ellas mismas, que, en cierto modo, ha sido una meditación agresiva hacia sí mismas, quizás demasiado orientada hacia el fin. Tal como me dijo alguien: «Medité todos esos años porque quería que la gente pensara que era un buen budista». También es común oír: «Medité todo ese tiempo porque sentía que tenía que hacerlo, que sería bueno para mí». En tales casos, naturalmente, llegamos a la meditación con las mismas actitudes con las que afrontamos todo lo demás.
Se trata de algo que he observado en mis alumnos. Y es algo muy humano.
Sin embargo, no debes sentirte mal por ello, ya que puede ayudarte a descubrir quién eres en tu momento más sabio y quién eres en tu momento más confuso. Llegas a conocerte en todos tus aspectos: a veces completamente cuerdo y con el corazón abierto, y otras, confundido y desconcertado. Todos nosotros somos en ocasiones un caso perdido. La meditación te ofrece la oportunidad de llegar a conocerte en todos esos aspectos. Juzgarnos a nosotros mismos por cómo vaya la práctica o por lo que esté surgiendo en ella es una agresión sutil que nos hacemos.
La solidez que desarrollamos en la meditación es un deseo de permanecer. Puede parecer una tontería, pero ¡la meditación no es muy distinto a entrenar a un perro! Aprendemos a estar quietos. Cuando estés pensando lo que vas a comer, «permanece quieto». Cuando estés preocupado por lo que va a ocurrir el lunes, «permanece quieto». Es una orden compasiva y muy ligera, como entrenar a un perro: puedes hacerlo con dureza, propinándole golpes y gritándole; el perro será capaz de obedecer tus órdenes y aprenderá a permanecer quieto, pero estará completamente neurótico y asustado. Mientras sea una orden muy clara, dada en el modo en que fue entrenado, no habrá ningún problema, pero si añades algo de imprevisibilidad o incertidumbre, el pobre animal se confundirá y se volverá neurótico.
También puedes entrenarlo con amabilidad y cariño, y será un perro capaz de estarse quieto, ponerse sobre dos patas, dar la vuelta, sentarse y todo lo que le enseñes, pero será flexible y juguetón y bailará al son que le toquen, por decirlo de alguna manera. Personalmente, prefiero el segundo tipo de perro. Toda esa quietud, esa perseverancia y esa lealtad que surgen con la meditación tienen una motivación muy amable y compasiva.
Este enfoque amable hacia ti mismo que se da en la meditación se denomina maitri. Se traduce como «amabilidad cariñosa» o simplemente «amor». En la meditación, aprendemos a ser amables, cariñosos y compasivos hacia nosotros mismos. Yo enseño mucho sobre la maitri, pero a veces se malinterpreta y se piensa que es una especie de autoindulgencia, como si solo fuera querer sentirse bien y ser egoísta. En verdad, definir lo que es y lo que no es maitri es una cuestión de sutileza. Por ejemplo, puede que digas que tomar un baño de espuma o realizar alguna actividad en el gimnasio es maitri. Pero por otra parte, quizás no lo sea, porque tal vez es una forma de evitar algo, de castigarte a ti mismo. Tú eres el único que lo sabe. Es posible que ir al gimnasio sea justo lo que necesites para relajarte lo suficiente y poder continuar con tu vida con cierta ligereza. O quizás sea una de tus sesenta y cinco tácticas diarias para evitar la realidad.
Por lo tanto, ten claro lo que significa maitri. Para que no haya malentendidos al pensar que es algo parecido a la indulgencia, que en realidad nos debilita y nos hace menos capaces de mantener el corazón y la mente abiertos a nosotros mismos en las dificultades de nuestra vida, yo con frecuencia uso esta definición: la maitri nos fortalece. Una de las cualidades de la maitri es la firmeza, y eso es algo que desarrollamos con la meditación. De modo que durante el aburrimiento, los dolores, la indigestión, todos los recuerdos molestos, la energía tensa, la meditación pacífica o la somnolencia, hay firmeza. Te sientas contigo, te acercas más a ti mismo, sin importar lo que esté sucediendo. No intentas librarte de nada; puedes seguir estando triste, frustrado o enfadado. Reconoces tu humanidad y la amplia gama de emociones que puedas estar sintiendo.
Cuando desarrollamos maitri hacia nosotros mismos, también estamos generando ecuanimidad. Ser ecuánimes significa que somos capaces de estar con nosotros mismos y con nuestro mundo sin quedar atrapados en el a favor y en el en contra, sin juzgar las cosas como buenas o malas, sin quedar aprisionados en las opiniones y en las creencias de las visiones sólidamente sostenidas sobre nosotros mismos y nuestro mundo. La amistad incondicional consiste en entrenarse para ser capaz de asentarse con uno mismo, tal como uno es, sin etiquetar esa experiencia como «buena» o «mala». No hace falta que dramaticemos demasiado o que nos desesperemos sobre lo que vemos en nosotros mismos.
En la práctica de la meditación básica, hacemos amistad con nosotros mismos, cultivamos la maitri hacia nosotros mismos, y, a medida que pasan los días, meses y años, descubrimos que cada vez sentimos más cariño hacia los demás y hacia el mundo.
Si pudieras ver claramente solo durante una semana, y de repente – ¡boom!– todos los hábitos desaparecieran, la meditación sería la práctica de más éxito del planeta. Sería mejor que cualquier droga, que cualquier spa, que cualquier hamaca en una isla maravillosa. Sería lo mejor, si pudieras ser consciente de esos hábitos y solo durante una semana, o incluso un año, ver claramente y perseverar, estar libre por completo del sufrimiento. Pero hemos estado desarrollando nuestros hábitos durante muchísimo tiempo. De hecho, tienen los mismos años que tú. Y si crees en la reencarnación, ¡muchos más aún! De modo que depende de ti. Esta pequeña y corta vida humana que tienes es tu oportunidad. No la desperdicies. Piensa en cómo quieres utilizar ese tiempo. La meditación es un proceso paciente de conocer que, gradualmente, esos hábitos se están disolviendo. No nos liberamos de nada. Solo somos firmes con nosotros mismos, desarrollando una conciencia clara, siendo honestos con lo que somos y lo que hacemos.
Cuando era una joven estudiante de meditación, mi maestro me animaba mucho. Siempre se refería a la amistad incondicional como «entablar amistad con uno mismo». Para mí esto resultaba complicado porque yo siempre albergaba dentro de mí sentimientos que quería evitar, ya que eran embarazosos o dolorosos. Sentía como si estuviera entablando una enemistad conmigo misma, porque durante la meditación surgían muchos de esos sentimientos. Y él me decía que entablar amistad conmigo misma significaba ver todo lo que había dentro de mí y no salir corriendo o darle la espalda. Porque en eso consiste la verdadera amistad. No te das la espalda a ti mismo, no te abandonas, de igual modo que no abandonarías a un verdadero amigo cuando comienza a surgir el lado oscuro. En el momento en que entablé amistad con mi cuerpo, mi mente, mis emociones fugaces, y fui capaz de asentarme cómodamente en mí misma cada vez más –y eso lleva tiempo–, me resultó más fácil permanecer en el momento presente, en todas las situaciones. En la meditación era capaz de volver a la respiración y dejar de fustigarme a mí misma.
Todavía tengo sesiones de meditación en las que me pongo nerviosa o me enfrento a emociones fuertes. Es cierto. Sin embargo, te alegrará saber que después de todos estos años, sin duda, estoy más asentada. Al contrario que antes, los pensamientos y las emociones no me echan. Si comienzo a meditar y mi mente está desbocada o estoy preocupada por algo, puedo, a pesar de todo, alcanzar un estado asentado que siento con la mente, el cuerpo y la vida. No porque las cosas vayan necesariamente bien. Como tú muy bien sabes, la vida es una continua sucesión: va fenomenal, después va fatal, cambia, es agradable, luego desagradable… Es alegre y dichosa, a veces triste. Y vivir con eso, lidiar con esa continua sucesión de agradable y desagradable con un espíritu, un corazón y una mente abiertos: ese es el motivo por el que me siento a meditar.
Pema Chodron. Cómo meditar