Preguntas

Ahora, si alguien tiene alguna pregunta puede hacerla.
P: ¿Cuál es la mejor manera de tratar con las emociones fuertes e incluso dolorosas que en ocasiones surgen durante la meditación?
R: En eso consiste la meditación. No tengas miedo de enfrentarte a ellas. Surja lo que surja: ansiedad, pena o lo que sea, ahí es donde aprendes a “dejar estar”. Aquí es donde reposas en este mismo estado que incluye cualquier cosa que surja. Esto es lo principal. La mejor manera de tratarlas es no aferrándote a ellas. Es importante entender que cada emoción es una cosa momentánea.
P: ¿Debemos animar a que surjan estas emociones?
R: No tienes que ayudar a que estas emociones surjan. Surgen de todos modos:
emociones buenas, emociones humanas, placenteras y desagradables. Los pensamientos surgen; todo tipo de pensamientos. Y cuando aparecen, esto es lo que debes hacer: No digas, “Oh, esto no debería suceder”. No es bueno hacer esto porque de todos modos sucederá. Tanto si meditas como si no meditas igualmente sucede. Pero cuando surgen cosas durante la meditación, debido a que estás relajado, eres más consciente de ellas.
El hecho de que surjan cosas no tiene importancia; lo importante es aprender a “dejarlas ir”; este es el ejercicio principal, en eso consiste la meditación. Es algo que hay que aprender. Simplemente, hazlo; sigue haciéndolo, sigue intentándolo una y otra vez.
Pero cuando surja una emoción, no pienses que una emoción es algo que permanece: no permanece, es momentánea. Así que puedes estar ahí, en ese instante, con esa emoción, y simplemente reposar en el momento presente. Todo lo que surge es de naturaleza momentánea, por ello surgen cosas y surgen y siguen surgiendo. Esto es lo que debemos comprender en primer lugar: que no se trata de algo duradero.

Puede que aparezca muchas veces; cuanto más piensas en ello más veces aparecerá, y cuanto más lo persigas, más veces regresará. Pero ¿por cuánto tiempo seguirá apareciendo?, depende de ti; mientras no lo dejes ir, estará ahí.
Cuando una emoción o los pensamientos surjan, sea lo que sea, justo en ese momento te relajas y se va; entonces aparecerá otro y vuelves a hacer igual. Así es como practicamos, con un poco de entendimiento acerca de lo que debemos hacer y conforme vamos aprendiendo, seguimos practicando. ¡Es como aprender a montar en bicicleta! En primer lugar debemos perder el miedo y a continuación tenemos que hacerlo. Nos montamos, nos caemos y nos hacemos algunas heridas; pero después todo va a estar bien, nadie puede explicarte realmente cómo montar en bicicleta, ¿no crees?
La gente puede contarte todo tipo de cosas, pero no son de gran ayuda. Alguien dice:
“¿Por qué no te montas y pruebas?” y alguien más dice: “Oh, sólo tienes que agarrarte al manillar y decidirte a avanzar”. Otro dice: “Tienes que pedalear y tienes que tocar el timbre”. Nunca he aprendido a montar en bicicleta pero una vez intenté aprender a conducir una motocicleta, ¡sin mucho éxito! Fue en Sikkim, que es un lugar muy montañoso, con muchas cuestas  y pendientes; no hay tierra llana por ningún lado, ni siquiera una extensión lo suficientemente grande como para jugar fútbol. Así que yo iba de un lado a otro en mi motocicleta metiéndome en la zanjas; justo cuando pensaba “¡Oh no, no debo meterme en esa zanja!”, la motocicleta iba y se metía precisamente en ella. ¡Exactamente igual que nuestra mente! Y ocurrió que decidí subir a la cima de una colina. Subí sin ningún contratiempo, pero cuando estaba descendiendo… La carretera era estrecha y había muchos camiones del ejército. Los conductores de la armada provienen de las llanuras y no saben cómo conducir en las montañas —se colocan justo en el centro de la carretera ocupando todo el espacio. Yo bajaba, cuando un camión del ejército subía, y también había dos personas andando, una junto a la otra… Intenté llamar la atención tocando la bocina. Nadie lo advirtió: un pequeño ciclomotor— ¡a quien le importa! Así que intenté frenar, pero cuanto más despacio vas, más difícil es equilibrarse. Y entonces me caí. ¡Y el camión pasó por encima de mi motocicleta! Este fue el final de mi conducción. ¡Pero lo realmente molesto fue que ese era el día en que tenía planeado vender el ciclomotor! Esto funciona de la misma manera; hemos de aprender con la práctica.
P: ¿Que puede decirnos sobre la práctica de utilizar nuestros propios problemas para desarrollar compasión por los demás? Si durante la meditación surgen emociones dolorosas, ¿podemos pensar en otros que padecen dolores similares y de este modo desarrollar la compasión?
R: Esa es una buena práctica pero es un tipo diferente de meditación. Cuando intentas relajarte y permitir que tu mente se tranquilice no estás haciendo esta práctica; si haces esto, te llevará a tener más y más pensamientos. Pero trabajando a otro nivel, puede resultarnos útil tener una cierta perspectiva de nuestras propias dificultades.
Normalmente, cuando sentimos dolor pensamos, “soy el único que sufre”; incluso sentimos, “me encuentro en peor situación que los demás”; entonces sufrimos verdaderamente. Todo ello es muy comparativo, ¿no? Sufres tanto porque crees que las peores cosas te ocurren a ti, pero si te das cuenta de que los demás están sufriendo incluso más que tú, entonces no te sientes tan mal.
Hay una historia que me gusta mucho y que ilustra esto de una forma muy clara.
En una ocasión, había un hombre que tenía una gran familia. Él y su mujer tenían muchos hijos, los padres de la mujer vivían con ellos, y todos vivían en una casa muy pequeña. Tenían muy poco espacio y llegó un día en que el hombre sintió que ya no podía más. Así que fue a ver a un párroco y le dijo: “¡Por favor, ayúdeme, me estoy volviendo loco! Somos una familia numerosa y los hijos se pasan el día corriendo de un lado para otro peleándose y mi mujer y mis suegros no paran de gritar. ¡Me estoy volviendo loco! ¿Qué puedo hacer?” Y el párroco dijo: “De acuerdo. Si haces exactamente lo que te digo, puedo solucionar tu problema”. El hombre respondió: “¡Oh, por supuesto, haré cualquier cosa que me diga, cualquier cosa!” El sacerdote le dijo:
“Muy bien. Ve y compra un pollo —vivo— y llévatelo a casa». El hombre se fue al mercado, compró el pollo vivo y se lo llevó a su casa. ¡Y por supuesto la situación empeoró aún más! Sólo pudo aguantar una semana. Pasado ese tiempo volvió a ver al párroco y le dijo: «Ahora, ¿qué puedo hacer?”, “Oh, no te preocupes”. Le dijo el párroco, «si haces exactamente lo que yo te diga todo irá bien. Ahora ve y compra una cabra, y llévatela a casa». Así que el hombre compró una cabra y la llevó a casa. Y entonces, por supuesto la situación se hizo caótica, y el hombre no pudo aguantar más de tres días, pasado los cuales fue corriendo a ver al párroco. Con lágrimas en los ojos y sollozando le dijo: «Ya no puedo aguantarlo más. Es completamente imposible. ¿Qué más puedo hacer? «El párroco le dijo: “Ahora ve y vende la cabra”. El hombre así lo hizo y pasada otra semana volvió de nuevo al párroco y le dijo: «Oh, estoy aliviado.
¡Hay tanta paz en casa ahora! Y el párroco dijo: «Ahora ve y vende el pollo». El hombre se sacó el pollo de encima, —a lo mejor hizo una sopa de pollo, no lo sé. Al cabo de unos días se encontró al párroco por la calle y le dijo: «¡Oh, muchas gracias por su ayuda, ahora todo va a la perfección!».
Puede ser algo parecido, ¿no creen? En ocasiones, cuando alguien me dice: «Oh, todo me va tan mal, mi futuro es tan oscuro». Yo le sugiero, “quizás deberías ir a la India y echar un vistazo». Algunas veces van y cuando vuelven dicen: «¡Oh, qué bien que ya llegamos, se está tan bien aquí!»
Cuando somos capaces de pensar en otras personas que sufren más que nosotros y que incluso tienen peores problemas, eso puede ayudarnos enormemente a situar nuestros propios problemas bajo la perspectiva correcta. Y también es una manera de desarrollar la compasión: puesto que a mí no me gusta tener sufrimientos y problemas, entiendo que a los demás tampoco les gusta tenerlos; y puesto que yo quiero solucionar mis problemas, entiendo que los demás quieren solucionar los suyos. En consecuencia deseo que los demás se liberen de sus sufrimientos. Este proceso de empatía es la fuente principal de dónde surge la compasión.
P: Experimento una gran dicha como consecuencia de mi práctica de meditación, mi problema es que soy demasiado feliz; mi experiencia es que esto dificulta mis relaciones con los demás en la vida diaria.
R: Yo solía pensar que si algo bueno te sucedía, lo podías compartir con tus amigos y se pondrían muy contentos. Pero aprendí a través de la experiencia que no es exactamente así. Si hablas sobre lo bien que te va todo, eso no hará que tus amigos se sientan felices necesariamente. Hace tiempo que dejé de explicarles a mis amigos las cosas buenas que ocurren en mi vida. En lugar de ello hablo de los problemas que tengo —incluso si no tengo muchos problemas. ¡Ahora parece que me llevo mejor con mis amigos! Ellos lo ven como, “él también tiene problemas exactamente igual que yo”.
Pienso que si te quieres llevar bien con los demás, es importante tener la capacidad de ver las cosas desde su punto de vista, ponerte en su lugar, de modo que puedas entenderlos; y cuanto más entiendes a las personas y la manera en que se sienten, mejor sabrás cómo relacionarte con ellos —y pienso que, en ocasiones, está bien fingir un poco si es necesario.
P: ¿Es útil identificar y observar las emociones que surgen durante la meditación?
Por ejemplo, esto es ira, esto es apego…»
R: Esto podría ser otra técnica. Si intentas hacer la meditación de la pacificación mental es mejor no etiquetar demasiado. Poner etiquetas puede conducir a un exceso de pensamientos. En primer lugar piensas: “Estoy sintiendo esto”. A continuación, “esto es bueno” o “esto es malo”. Y después, “no me gusta” o “me gusta”, y más tarde, “esto no debería ser así” o “esto debería ser así”. De este modo puedes involucrarte más y más en este tipo de corriente de pensamientos y perder tu meditación. Creo que es mejor no hacer eso; quizás ser ligeramente conciente de lo que está ocurriendo, pero no poner mucho énfasis en ello. Cuanto antes puedas dejar ir las cosas, mejor.
P: Cuando empecé a meditar hace algún tiempo, solía tener experiencias muy positivas pero al cabo de un tiempo dejaron de ocurrir, y ahora ya hace mucho que no he tenido ninguna experiencia buena. ¿Significa esto que mi progreso se ha detenido?
R: Creo que eso es muy normal. Cuando empiezas a practicar pueden ocurrir muchas experiencias. Después de un cierto tiempo dejas de tenerlas, más tarde, en una fase posterior, puede incluso resultar difícil meditar y parecer que progresas muy despacio. Creo que es así con cualquier aprendizaje, ¿no? Incluso cuando aprendes un idioma: durante los primeros meses sentirás que progresas con mucha rapidez. Ayer ni siquiera sabías cómo decir hola y hoy ya has aprendido a decir no sólo «hola» sino también «muchas gracias». Y al día siguiente ya sabes decir “¿cómo estás?” Pero al cabo de un tiempo da la sensación de que ya no estás aprendiendo tanto, no puedes ver ningún progreso. Siempre ocurre igual: cuando empiezas se produce un progreso muy acusado, pero después, por supuesto, se va nivelando; no es una tendencia que se mantenga siempre a la alza.
Desde el punto de vista tradicional, se dice que el progreso en la meditación se divide en cinco estadíos. El primer estadío en el progreso se compara a una cascada: el agua en la cascada cae con mucha fuerza; del mismo modo tus pensamientos y emociones también tienen mucha fuerza y llega a parecer que no puedes meditar en lo absoluto. Así se contempla como debe ser el primer estadío, es un signo de progreso en la meditación. Dicho de otro modo: si sientes que no puedes meditar en lo absoluto, entonces te convertirás en un gran meditador.
Las experiencias de meditación en ocasiones llegan pronto y a veces llegan tarde, pero vienen y van. Normalmente, este tipo de experiencias superficiales llamadas ñams en tibetano, no se consideran muy importantes desde el punto de vista de los grandes meditadores. Las buenas experiencias durante la meditación no constituyen el objetivo principal. Si tienes una buena experiencia, querrás tenerla otra vez, y desde el momento en que la quieres e intentes tenerla de nuevo, no podrás conseguirla; tienes una experiencia buena porque estás completamente relajado, y cuando intentas tenerla, no puedes. ¡Cuánto más lo desees, menos posibilidades tienes de obtenerla —y entonces te sientes frustrado! Por ello todos los maestros de meditación insisten en que no se deben tomar muy en serio este tipo de experiencias. Es una experiencia agradable pero viene y se va, y no debemos apegarnos demasiado. Ocurre igual con las experiencias malas: Los maestros nos dicen que las malas experiencias y las buenas experiencias son exactamente iguales. Una experiencia mala, una experiencia buena; ninguna experiencia mala, ninguna experiencia buena; todo es igual. Todo es simplemente experiencia.
La verdadera meditación consiste en ser capaz de aprender que sea cual sea la experiencia que surja, no importa, es simplemente una experiencia y podemos relajarnos en ella. Si es una experiencia buena, aprendemos a relajarnos en eso; si es una experiencia mala, aprendemos a relajarnos en eso. Y, si no es ni buena ni mala, aprendemos a relajarnos en eso. Si aprendes a relajarte en estos tres casos diferentes, habrás aprendido a meditar.
Muchas gracias a todos.

Ringu TULKU
Meditación budista
Bodhicharya, 2001
Fragmento: pp. 29-40

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