Unos discípulos le preguntaron a un sabio:
—Venerable señor, ¿qué diferencia existe entre un falso maestro y uno verdadero?
El mentor repuso:
—La que puede existir entre el bisutero y el joyero. El primero se sirve del cristal y el segundo del diamante.
—Pero entonces –prosiguieron los discípulos–, ¿por qué hay aspirantes que van al bisutero en lugar de acudir al joyero?
—Muy sencillo. Los que no pueden pagar un diamante van al bisutero; los que pueden, al joyero. Así, el aspirante que no quiere pagar con su esfuerzo, motivación y disciplina va al falso maestro; el que está dispuesto a hacerlo, al verdadero.
Reflexión
En la senda hacia la armonía, el esfuerzo es insoslayable, es energía y nace de la motivación correcta. No se trata de un esfuerzo compulsivo o coercitivo, pero sí de uno bien encauzado. No podemos progresar en ningún aprendizaje si no se ejecuta el esfuerzo oportuno. La holgazanería, la apatía, la desidia y la negligencia son obstáculos graves en la senda del autoconocimiento y la realización de sí. Es necesario activar la voluntad y ponerla en marcha para irse transformando. Hay un adagio que reza:
«No basta con pronunciar la palabra luz para que la lámpara se encienda». En todo bloque de mármol potencialmente está la escultura, pero el escultor tiene que esculpirla. El esfuerzo es un factor liberatorio de primera importancia, como la pereza es un escollo que hay que salvar. Abundan los falsos maestros que ganan muchos discípulos porque les dicen que no tienen que hacer ningún esfuerzo y que ya lo harán por ellos. ¡Nada es tan falaz! Sin esfuerzo no hay progreso; sin diligencia no hay avance. El sabio y yogui Patanjali nos dice que para liberar la mente de sus ataduras y hallar la liberación, son necesarios el esfuerzo y el desapego, e incluso para desapegarnos necesitamos el esfuerzo, además de la práctica de la meditación y el entendimiento correcto de la transitoriedad. En mi obra Grandes Maestros Espirituales recojo la vida y enseñanzas de los más grandes seres espirituales, y todos invitaban al esfuerzo, porque incluso para llegar al esfuerzo sin esfuerzo de un Lao Tse, ¡cuánta disciplina se requiere! Hay que esforzarse para examinarse y suscitar lo mejor en uno mismo, erradicando lo más nocivo; para estar vigilante a la mente, la palabra y los actos; para seguir el sadhana (ejercitamiento espiritual); para suscitar estados mentales laudables y compartirlos con los demás, y para ejercitar el cuerpo, atender la alimentación sana, y aprender a respirar y a dejar impresiones positivas en la mente. Un esfuerzo se requiere para cultivar la amistad y mejorar los lazos afectivos con los demás, y un esfuerzo, y no menor, para ir consiguiendo la realización de sí. Dagu decía: «Difícil es el camino»; uno de los Upanishad: «Más difícil que caminar por el filo de la navaja es caminar hacia la Liberación», y Jesús: «Angosta es la puerta». Buda declaraba: «Quien no se esfuerza cuando llega el momento de hacerlo, quien, aunque joven y fuerte, es perezoso, aquel cuyos pensamientos son descuidados y ociosos no ganará la sabiduría que lleva al sendero». Y animaba a sus discípulos insistiéndoles: «¡Levantaos! ¡Incorporaos! Preparad sin desmayo vuestra paz mental». Por el esfuerzo, sí, se va llegando al no esfuerzo o al esfuerzo natural y, como dicen los sabios chinos, «por lo intencionado se llega a lo inintencionado».
Ramiro A. Calle