¿Destino o Libre Albedrío?

Un grupo de aspirantes discutía acaloradamente sobre si existía o no el destino.  No  lograban  en absoluto ponerse  de acuerdo,  y las posturas de unos  y otros  eran  cada vez más radicales.  Acertó a pasar por allí un sabio y le pidieron  que mediara  en la discusión. Le expusieron el tema que estaban debatiendo y le cuestionaron si para él había destino o libre albedrío.

Tras  reflexionar unos  instantes,  sosegadamente, el sabio aseveró:

—Sois como el cuervo y el búho:  cada uno queriendo imponer al otro su punto de vista, si bien para el cuervo el día es el día y para el búho lo es la noche. ¿Por qué os extraviáis en actitudes tan radicales, en opiniones  tan extremas?

Los aspirantes se sintieron muy desconcertados y hasta un poco avergonzados.

—Os voy a contar  una historia  –agregó el sabio–. Se trataba  de un  magnífico  zapatero,  el mejor  que  nadie pudiera  imaginar.  Fabricaba  los zapatos  más bellos y a la vez más cómodos,  pero  he aquí, amigos míos, que nació en un país donde las personas carecían de pies. Eso es destino.  Pero,  escuchadme,  no  por  ello el zapatero  se amilanó, nada de eso. Como era muy creativo y sagaz, ¿para qué creéis que utilizó sus energías?

Los aspirantes se miraron, intrigados,  entre ellos y no supieron  qué responder. El sabio, sonriente, agregó:

—Pues utilizó sus facultades para comenzar a fabricar formidables guantes, puesto que en ese país las personas sí tenían manos. Eso es libre albedrío  o voluntad.

El sabio saludó con un pausado  gesto de la cabeza y se alejó, pero a pesar de sus acertadas enseñanzas, los aspirantes, frenéticos,  siguieron  polemizando entre  sí, cada vez sosteniendo entre ellos posturas  más extremadas.

Reflexión

Hay destino y también libre albedrío. Naces en el curso de un río (un país, una familia, unas circunstancias…), que es el destino,  pero dentro  de él puedes nadar contracorriente, dejarte  llevar por  las aguas, decantarte hacia una u otra  ribera,  sumergirte  o nadar  en la superficie,  y todo  ello es libre albedrío.  Toda  persona  puede  cuando menos  cambiar  sus actitudes  internas  y mejorar  y, como decía un maestro, cuando no sea posible modificar las circunstancias  externas,  al menos  podrá  uno  cambiar  sus modos  de reacción  y tomar  las cosas del modo  más provechoso y constructivo.

Ramiro A. Calle

 

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