El fin del malentendido

Durante la guerra de Vietnam, millones de personas creían que yo era comunista y otra gente pensaba que yo era agente de la CIA. Si estás en una situación así, puedes sufrir mucho. Puedes sentir que eres víctima de un malentendido y de una injusticia. Puedes pensar que tu sufrimiento solo terminará cuando la gente deje de pensar que eres un comunista o un agente de la CIA. Sin embargo, puedes hacer algo más: aceptar la situación. Sí, puede haber millones de personas que crean que eres comunista y millones más que crean que perteneces a la CIA. Pero esa es solo su manera de ver las cosas. Yo no soy ni comunista ni agente de la CIA, así que no hay ninguna razón para que tenga que sufrir. Solo viviendo mi vida, mediante mis acciones, mis palabras, puedo demostrarme que tengo una buena causa, la causa de la paz y la reconciliación. Cuando somos capaces de hacer esto, ese tipo de sufrimiento ya no nos vuelve a preocupar.

El sufrimiento está hecho de malentendidos, ira, odio e ignorancia. Si confiamos en los demás para que resuelvan por nosotros ese tipo de causas, quizá tengamos que esperar mucho tiempo. Tenemos que profundizar más y hacer uso de la concentración y el discernimiento para darnos cuenta de que la gente que nos rodea sufre debido a su manera de pensar, a su manera de actuar, a su manera de hablar. Y si sufrimos como ellos, no podremos ayudarles. Por eso tenemos que trabajar la comprensión, transformar nuestro sufrimiento, generar discernimiento y compasión para poder ayudarles luego. 

Con ese tipo de actitud, con ese tipo de comprensión ya no sufrimos, puesto que gozamos de discernimiento y compasión. El discernimiento y la compasión solo pueden conseguirse con la práctica.

En su tiempo, también Buda se encontró con este tipo de dificultad y de injusticia. En una ocasión, unas personas que habían matado a una bailarina enterraron su cuerpo en el terreno del monasterio y luego informaron a la policía. La policía llegó y descubrió el cuerpo, y empezó a difundirse la noticia de que Buda y los monjes habían tenido relaciones sexuales con la bailarina, la habían matado y luego la habían enterrado. Por la mañana, cuando los monjes se vistieron, cogieron sus cuencos y entraron en la ciudad para pedir limosna, la gente les miraba con esa clase de mirada, llena de sospecha y desprecio, que tan difícil es de soportar. Eso se repitió durante muchos días.

Los monjes fueron a ver a Buda y le dijeron: «Querido maestro, no podemos seguir así. Cada vez que entramos en la ciudad, la gente nos mira de esa forma. Sufrimos mucho». Buda les respondió: «Lo esencial es que no lo habéis hecho, no habéis hecho eso por lo que la gente os condena. Sabéis muy bien que habéis guardado los preceptos. 

Esta es nuestra práctica. Un día, por la manera en que vivís, por la manera en que practicáis, los malentendidos se disiparán. En el mundo suceden cosas así. Y si tenéis comprensión y compasión, no tenéis que sufrir. Hay grupos de personas que son celosas, que tratan de crear circunstancias que manchen nuestro prestigio. Esas personas deben de sufrir mucho por sus celos para hacer tal cosa. Por eso, tenemos que tratarles con compasión.

Con vuestra práctica, algún día podréis ser capaces de ayudarles a despertar y a que vean que lo que han hecho no es digno de personas que están en un camino espiritual». Y de este modo, los bikshus, los monjes, no volvieron a sufrir.

Unas semanas más tarde, Anathapindika, un laico que era estudioso y seguidor de Buda, contrató a unos detectives privados, que descubrieron a los autores reales del crimen. Pero la comunidad del Buda había tenido que sufrir durante casi un mes debido al incidente.

Por eso, que sufras un poco, que sufras mucho o que no sufras en absoluto depende de ti, de si tienes discernimiento, de si tienes compasión o no. Depende totalmente de ti.

Por eso, si necesitas sufrir un poco, permítete sufrir. Abraza el sufrimiento con ternura, súfrelo con todo tu corazón y luego observa profundamente para usar la concentración, el discernimiento, de manera que puedas producir compasión, comprensión, y así no odiarás a las personas que tratan de hacerte sufrir. Y comprométete a practicar para vivir de tal manera que seas capaz de ayudarles más adelante.

Si ha sido tu padre o tu madre quien te ha transmitido el sufrimiento, no le culpes. Digamos que ellos no han tenido la posibilidad de encontrar el Dharma, la práctica; esa es la razón de que continúe en ti. Y si sabes practicar, ayudarás a tu padre en ti, ayudarás a tu madre en ti. Estás preparado para sufrir por él, para sufrir por ella. Pero sufrir de ese modo no es algo negativo. Sufres para encontrar una salida. Permítete sufrir un poco. No trates de evitar el sufrimiento. Esta es una práctica maravillosa. Muchos niños empiezan odiando el melón amargo, pero al crecer, ¡les gusta comer sopa de melón amargo!

La situación más difícil es cuando sabemos que el sufrimiento está ahí, pero desconocemos su naturaleza. Es algo vago; no podemos llamarlo por su nombre. Está verdaderamente ahí, en nosotros, pero nos cuesta poner sobre él la luz de la conciencia para reconocerlo. Esto se debe a que hay algún bloqueo en nosotros, alguna resistencia, y de ahí la tendencia a escapar y no entrar en él para reconocerlo. Como sabemos, esta es una tendencia de la conciencia-receptáculo. Cada vez que estamos a punto de entrar en contacto con el sufrimiento, nos resistimos a tocarlo y escapamos. Lo llevamos haciendo mucho tiempo, y por eso no hemos tenido la oportunidad de encontrarlo, reconocerlo e identificarlo. Así que debemos decirnos a nosotros mismos que no seguiremos haciendo lo mismo. Cada vez que se acerque a nosotros, no trataremos de evitarlo.

Nos detendremos y le daremos la bienvenida. Y con observación, con mindfulness, seremos capaces de identificar ese sufrimiento más tarde, porque cualquier bloqueo de sufrimiento tratará siempre de manifestarse. Y no tenemos que regresar al pasado para encontrarlo y reconocerlo. Tan solo permaneceremos en el momento presente, con vigilancia, con atención plena, y se manifestará de una manera u otra. Cuando reconozcamos los signos de su manifestación, podremos identificar su naturaleza.

La práctica de la meditación budista se centra en el momento presente. No tenemos que volver al pasado, a la infancia, para encontrar el sufrimiento y la causa del sufrimiento. Permanecemos justo en el momento presente y observamos. Ese sufrimiento que ahonda sus raíces en el pasado, tal vez en vidas pasadas, acabará manifestándose. De hecho, se manifiesta todos los días, y podemos identificarlo por sus manifestaciones.

Thay

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