El Libro del Gozo: la Felicidad Duradera en un Mundo Cambiante

“Tenemos la capacidad de afrontar cualquier acontecimiento que nos ocurra en
la vida desde diferentes ángulos”, afirma el Dalai Lama. “Cuando contemplamos el
mismo suceso desde una perspectiva más amplia, reducimos nuestra preocupación y
ansiedad, y en su lugar podemos sentir una enorme alegría”. El Dalai Lama enfatizó la
importancia de adoptar una perspectiva más amplia cuando nos compartió cómo pudo
ver una oportunidad en la tremenda desgracia que supone haber perdido a su país. Me
dejó boquiabierto la manera como reformulaba de manera más “positiva” el último
medio siglo que había pasado en el exilio. Había sido capaz de ver no sólo lo que había
perdido, sino también lo que había ganado: amplió sus contactos y se relacionó con
personas nuevas, disfrutó de menos formalidad y de mayor libertad para descubrir el
mundo y aprender de los demás. Concluyó diciendo: “Por tanto, si lo miras desde
cierto ángulo sientes: ¡Oh, qué terrible, qué triste! Pero si miras la misma tragedia
desde otro ángulo podrás darte cuenta que te ofrece nuevas oportunidades”.
Edith Eva Eger narra la historia de dos soldados a quienes visitó el mismo día en el
Centro Médico Militar William Beaumont, en Fort Bliss. Ambos quedaron parapléjicos
después de haber perdido en combate la movilidad de sus piernas. Y ambos habían
recibido el mismo diagnóstico. El primero de los dos veteranos, Tom, yacía tumbado en
su cama en posición fetal, quejándose amargamente de la vida y lamentando su
desgracia. El segundo, Chuck, sentado en su silla de ruedas decía que sentía como si le
hubieran dado una segunda oportunidad de vida. Al pasear en el jardín en su silla de
ruedas se daba cuenta de que podía estar más cerca de las flores y de que podía mirar
a los niños directamente a los ojos.
Eger cita con frecuencia a Viktor Frankl, un compañero suyo sobreviviente de
Auschwitz, quien dijo que la perspectiva con la que encaramos la vida es,
definitivamente, la máxima libertad que podemos alcanzar. Esta autora explica que la
perspectiva que adoptamos tiene literalmente el potencial de mantenernos vivos o de
causarnos la muerte. Una de sus compañeras cautivas en Auschwitz se encontraba
terriblemente enferma y débil, y las otras que estaban en la misma barraca le
preguntaron qué era lo que la hacía aferrarse a la vida de esa manera. La prisionera
dijo que había escuchado que iban a ser liberadas en Navidad. En contra de cualquier
pronóstico la mujer se mantuvo con vida, pero murió el día de Navidad al no ser
liberadas. No es raro entonces que a lo largo de toda esa semana el Dalai Lama dijera
varias veces que existen algunos pensamientos y sensaciones que pueden ser tóxicos e
incluso venenosos.
Jinpa explicó que transformar nuestras emociones es bastante difícil. Sin embargo,
podemos transformar nuestra perspectiva, algo relativamente más fácil, ya que es una
parte de nuestra mente sobre la que ejercemos mayor influencia. La forma en la que

percibes el mundo, el significado que le das a lo que observas, transforma tu manera
de sentir. Éste puede ser el primer paso hacia “un viaje espiritual y mental que traiga
como resultado mayor ecuanimidad y alegría”, tal como el psicólogo y escritor Daniel
Goleman refiere poéticamente como premisa previa. Según Jinpa, la perspectiva es ni
más ni menos la llave mental que abre todas las cerraduras que aprisionan nuestra
felicidad. ¿Cuál es este cambio de perspectiva que posee semejante poder? ¿Cuál es
esta perspectiva tan saludable que el Dalai Lama y el Arzobispo ejemplifican con su
vida, y que les permite dar la bienvenida con tanta alegría a todo lo que se les
presenta, a pesar del dolor que supone?
El Dalai Lama utiliza los términos
perspectiva más amplia y perspectiva vasta. Esto
implica tomar cierta distancia dentro de nuestra propia mente, para poder contemplar
una perspectiva más amplia y así trascender la estrechez de nuestra identidad e
intereses auto centrados. Cada situación que afrontamos en la vida surge de la
confluencia de muchos factores implicados. El Dalai Lama expuso: “Tenemos que mirar
de frente y desde atrás cualquier situación o problema concreto, mirarlo desde todos
lados, desde arriba y abajo, desde al menos seis ángulos distintos. Esto nos permite
tener una visión de la realidad mucho más completa y holística; si lo hacemos así
nuestra respuesta será más constructiva”.
Padecemos de perspectivas miopes y como resultado nos hemos quedado miopes,
incapaces de ver nuestra experiencia a largo plazo. Cuando estamos frente a un
desafío lo habitual es que reaccionemos con temor y enojo. El estrés puede impedir
que tomemos distancia y dificulta que sopesemos otras perspectivas y soluciones. Esto
es algo natural, enfatizó el Arzobispo a lo largo de la semana. No obstante, podemos
intentar obsesionarnos menos o, según el término budista, apegarnos menos a un
resultado específico y utilizar medios más hábiles para manejar la situación. En casi
todas las circunstancias que aparentemente nos limitan, tenemos la capacidad de
responder con decisión y libertad, aunque actuar con dicha libertad es lo último que
solemos hacer. ¿Cómo puede ser que un trauma nos lleve al crecimiento y la
transformación? ¿Cómo puede ser que un suceso negativo se convierta, de hecho, en
algo positivo? Aquí se nos invita a ver las bendiciones en lo malo, la alegría en el dolor.
Jinpa propuso que experimentáramos con pensamientos más positivos para salir de
nuestra limitada perspectiva: que pensáramos en algo terrible que nos ocurrió en el
pasado, y luego que consideráramos todas las cosas buenas que surgieron como
consecuencia de dicho suceso.
¿Pero esto no es ser un poco ingenuos y optimistas? ¿Vamos a tener una
perspectiva menos clara y real del mundo si lo contemplamos a través de unos lentes
color de rosa? No creo que nadie pueda acusar al Dalai Lama o al Arzobispo Tutu de
adoptar una actitud o visión poco decidida y enérgica ante las luchas y horrores que
han tenido que afrontar en nuestro mundo. Por el contrario, nos están invitando a
darnos cuenta de que con mucha frecuencia la realidad en la que creemos es sólo una
pequeña parte de todo el panorama. Si observamos de cerca cualquiera de las

calamidades que ocurren en nuestro mundo, tal y como el Arzobispo sugirió, y la
volvemos a observar de nuevo desde otra perspectiva, nos daremos cuenta de que hay
muchas personas que ayudan a sanar a aquellos que han salido heridos. Ésta es una de
las ventajas de reformular la vida de forma más positiva, a partir de una perspectiva
más vasta, rica; con más matices.
Con una perspectiva más amplia podremos considerar nuestra situación y a todos
los involucrados en ella, como parte de un contexto más vasto y desde una posición
más neutral. Al considerar todas las condiciones y circunstancias que han contribuido a
que un suceso en particular llegue a ocurrir, podemos reconocer que nuestra
perspectiva tan limitada no es la única verdad. Como dijo el Dalai Lama, incluso
podemos ver el papel que nosotros mismos estamos jugando en el desarrollo de
cualquier conflicto o desacuerdo.
Al tomar distancia podemos situarnos en un contexto más amplio y adoptar una
perspectiva a más largo plazo, que nos haga entender con mayor claridad nuestras
acciones y los problemas de nuestra vida. Esto nos permite apreciar que, aunque ahora
estemos atravesando por una situación que nos parece un reto desafiante e imposible,
cuando pase un mes, un año o una década dicho reto nos parecerá mucho más
manejable porque lo miramos en perspectiva. Cuando el Arzobispo fue galardonado
con el Templeton Prize en Londres tuve la oportunidad de conocer al astrónomo de la
Casa Real del Reino Unido, Sir Martin Rees, quien me dijo que nuestro planeta va a
existir el mismo tiempo que nos lleve reproducir seres humanos a partir de organismos
unicelulares; en otras palabras, estamos tan sólo a la mitad del camino de nuestra
evolución. Pensar en los problemas de nuestro mundo en el contexto de esta larga
extensión de historia planetaria es tener una visión realmente de muy largo plazo. Esto
coloca nuestras preocupaciones diarias dentro de una perspectiva mucho más amplia.
Una perspectiva más abierta y vasta también nos ayuda a trascender nuestro
interés egocéntrico. La mayoría de las veces, el egocentrismo es la causa de que
adoptemos una perspectiva sumamente inhábil. Esto es bastante comprensible si
tomamos en cuenta el hecho de que nos creemos el centro del universo. Sin embargo,
como el Dalai Lama y el Arzobispo manifiestan de forma tan convincente, también
tenemos la capacidad de comprender y aceptar la perspectiva de los demás.
Me viene a la memoria una imagen del Arzobispo viajando en auto mientras se
pregunta si la persona que va delante, cortándole el paso, lleva tanta prisa porque se
dirige al hospital para que su mujer dé a luz, o porque un ser querido se está
muriendo. “Algunas veces le digo a la gente”, afirma el Arzobispo, “que cuando se
encuentren atascados en medio del tráfico se lo pueden tomar de dos maneras:
puedes dejar que la frustración te consuma por dentro, literalmente, o puedes
observar a los demás conductores a tu alrededor y preguntarte si la esposa de alguno
de ellos padece cáncer de páncreas, por ejemplo. No importa si no sabes exactamente
lo que les sucede, todos son humanos y estoy seguro que todos ellos están sufriendo
debido a sus preocupaciones y temores. Podemos hacer que se sientan mejor al

enviarles bendiciones. Podemos pedir: “Dios, por favor, concédele a cada uno lo que
necesita”.
“El hecho de no pensar en tus propias frustraciones y dolor ya es bastante. No sé
por qué, pero te hará sentir mucho mejor. Y creo que esto tiene consecuencias
terapéuticas muy buenas para tu salud física y mental. Por otra parte, ¿sirve de algo
sentirse frustrado? Sientes la ira en la boca del estómago, te enfadas cada vez más y
después de un tiempo te sale una úlcera como resultado de sentirte terrible por estar
atascado en medio del tráfico”.
Adoptar la “perspectiva de mirar a través de los ojos de Dios”, como diría el
Arzobispo, nos permite trascender las limitaciones que nos imponen nuestra identidad
e intereses egocéntricos. Sin embargo, no hace falta creer en Dios para experimentar
este cambio de perspectiva, el cual modifica todo nuestro proceso mental. Quizá el
famoso efecto perspectiva es el ejemplo más profundo. Muchos astronautas
reportaron que cuando contemplaron el planeta Tierra desde el espacio, una pequeña
esfera azul flotando en la vasta inmensidad, sin las barreras y los límites que crean los
humanos, sus intereses personales y nacionales se transformaron. Fueron conscientes
de la unidad que rige toda la vida en la Tierra y de la valiosa belleza de nuestro hogar
planetario.
Básicamente, lo que el Dalai Lama y el Arzobispo intentan sugerirnos es que
cambiemos nuestra perspectiva de un enfoque centrado en el
yo, m y mío a uno
centrado en el
nosotros, nos y nuestro. Al inicio de la semana, el Dalai Lama mencionó
una investigación que sugería que el uso continuo de los pronombres personales
conduce a padecer mayor riesgo de ataques cardiacos. En un hipotético estudio
multicéntrico que realizó sobre las cardiopatías coronarias, el investigador en el campo
de la salud Larry Scherwitz averiguó que las personas que empleaban frecuentemente
las palabras
yo, mi, o mío corren un alto riesgo de sufrir un mortal ataque al corazón.
Scherwitz averiguó que esta “implicación egocéntrica”, por así decirlo, era un
pronóstico de muerte mayor que el tabaquismo, los niveles altos de colesterol o la
hipertensión. Un estudio más reciente dirigido por el investigador Johannes
Zimmerman mostró que las personas que utilizan con frecuencia las palabras de la
primera persona del singular
yo y mi, tienen más predisposición a sentirse deprimidos
que las personas que utilizan de forma regular la primera persona del plural
nosotros y
nos. Esto demuestra que concentrarnos demasiado en nosotros mismos no nos hace
más felices.
Cuando tenemos una perspectiva más vasta es menos probable que perdamos el
tiempo rumiando pensamientos auto referentes, enfocados sólo en nosotros mismos.
Jinpa mencionó otro experimento mental destinado a sacarnos de la continua
absorción egocéntrica. Para describirlo, el Arzobispo utilizó la experiencia de recibir
tratamiento en el hospital para el cáncer de próstata, mientras que el Dalai Lama
utilizó la de doblarse por el dolor que produce una infección en la vesícula biliar. Piensa
en una etapa de sufrimiento en tu vida, y después piensa en otras personas que hayan

pasado por una situación parecida. A esto se le llama literalmente surgimiento de la
compasión, que significa “sufriendo con”. Lo increíble, según señalaron el Dalai Lama y
el Arzobispo, era que este “sufriendo con” los demás nos hace recordar que no
estamos solos y de hecho alivia nuestro propio dolor. El reconocimiento de nuestra
interdependencia suaviza el rígido sentido de nuestra identidad egocéntrica y elimina
poco a poco las barreras que nos separan de los demás. El Dalai Lama dijo al principio
de la semana: “Si, por el contrario, me relaciono con los demás desde una perspectiva
en la que me considero diferente, por ejemplo, un budista, un tibetano, etc., entonces
estaré levantando muros y barreras que me separan de los demás”.
Regresemos de nuevo a la conversación que sostuvimos al inicio de la semana,
cuando acabábamos de bajarnos del avión y de sentarnos en la sala de espera del
aeropuerto. El Dalai Lama había preguntado: “¿Dónde está el yo que es la identidad
del Obispo Tutu? No lo podemos encontrar por ninguna parte”. El Dalai Lama,
utilizando un argumento tradicional del razonamiento budista, dijo: “Éste es su cuerpo,
pero ahí no está el yo con el que se identifica. Y ésta es su mente, pero tampoco está
ahí”. Los budistas hacen este análisis para debilitar el apego que sentimos por nuestra
identidad, reconociendo que cuanto menos apego sintamos estaremos menos a la
defensiva y seremos menos reactivos y, por lo tanto, actuaremos con mayores eficacia
y habilidad.
Tal como el Dalai Lama y el Arzobispo explicaron, adoptar una perspectiva vasta nos
ayuda a adquirir más serenidad y ecuanimidad. No significa que no tengamos la
fortaleza necesaria para afrontar un problema, sino de que lo hagamos con creatividad
y compasión, en lugar de dejarnos llevar por la rigidez y la reactividad. Cuando
aceptemos y asumamos las perspectivas de los demás, podremos sentir empatía con
todos. Empezaremos a contemplar la interdependencia en la que todos estamos
inmersos, revelándose que la manera en la que tratamos a los demás es, en última
instancia, la misma con la que los demás nos tratarán. Además, seremos capaces de
reconocer que no podemos controlar todos los aspectos de las situaciones, lo que nos
lleva a un mayor sentido de humildad, humor y aceptación.

 

Dalai Lama y Desmond Tutu
El Libro del Gozo: la Felicidad Duradera en un Mundo Cambiante
Fragmento: Cap. Perspectiva: Existen Muchos Ángulos Diferentes
Editorial Penguin Random House, 2016.

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