Cuando la práctica es más bien ambiciosa, uno tiende a desanimarse. Por eso hay que agradecer toda señal o indicación que advierta y recalque el punto débil de esa práctica.
Hay varias formas imperfectas de práctica que se deben comprender. En general, cuando se practica el zazén, uno tiende a volverse muy idealista y a establecer un ideal o meta que se esfuerza por alcanzar o cumplir. Pero, como he dicho frecuentemente, eso es absurdo. Cuando se es idealista, se tiene siempre alguna idea de provecho, pero, una vez alcanzado ese ideal o esa meta, ocurre que la idea de provecho creará otro ideal. Por eso, mientras la práctica se base en una idea de provecho y se practique el zazén en un plano idealista, en realidad, no se tendrá tiempo para alcanzar ese ideal. Es más, se estará sacrificando lo esencial de la práctica. Como el logro está siempre por venir, uno se está sacrificando siempre por algún futuro ideal. Se acaba por no conseguir nada. Lo cual es absurdo; eso no es de ningún modo la práctica adecuada. Pero peor aun que esta actitud idealista es la de practicar el zazén en competencia con otra persona. Ésta es una práctica torpe y equivocada.
Nuestro camino Soto recalca el shikan taza o «simplemente sentarse». En realidad, no tenemos nombre especial y particular para nuestra práctica. Cuando practicamos zazén, simplemente lo practicamos, y gocemos o no haciéndolo, simplemente nos dedicamos a ello. Aunque tengamos sueño y estemos cansados de practicar el zazén, de repetir lo mismo día tras día, continuamos con nuestra práctica. Sea que alguien nos aliente o no, simplemente la continuamos.
Creo que incluso quien practique el zazén solo, sin maestro, hallará alguna forma de determinar si su práctica es adecuada o no. Cuando se esté cansado de sentarse o aburrido de la práctica, ha de considerarse el hecho como una señal de advertencia. Uno se desanima con la práctica cuando ésta es idealista. Cuando se tiene alguna idea de provecho en la práctica y ésta no es lo suficientemente pura, cuando la práctica es más bien ambiciosa, uno tiende a desanimarse con ella. Por eso hay que agradecer toda señal o indicación que advierta y recalque el punto débil de esa práctica. En ese momento, si uno se olvida por completo de la equivocación y se renueva el camino, es posible reanudar y volver a la práctica original. Ésta es una cuestión muy importante.
Mientras se continúe la práctica, se está bastante a salvo, pero como suele ser difícil continuar, se debe encontrar algún modo de alentarse a sí mismo. Mas como es difícil infundirse ánimo sin verse envuelto en alguna clase de práctica equivocada, la continuación de la práctica sin ayuda puede resultar bastante difícil. Pero para eso tenemos un maestro. Las indicaciones del maestro permiten rectificar la práctica. Naturalmente, se pasarán momentos muy difíciles con él, pero, aun así, se estará siempre a salvo de toda práctica equivocada.
La mayoría de los monjes budistas han pasado momentos difíciles con sus maestros, y cuando mencionan esas dificultades, se llega a pensar que sin esta clase de tropiezos no es posible practicar el zazén. Pero no es así. Ténganse o no dificultades en la práctica, mientras se continúe en ella, dicha práctica será pura en su verdadero sentido. Aun cuando no se tenga conciencia de ella, lo será. En este sentido, Dogen-zenji dijo: «No se piense que uno, necesariamente, ha de estar consciente de su propia iluminación». Se esté o no consciente, uno tiene la propia y verdadera iluminación dentro de la práctica misma.
Otro error es practicar por el júbilo que se experimenta al hacerlo. En realidad, cuando la práctica se ve envuelta en un sentimiento de júbilo, tampoco es muy recomendable. Desde ya que ésta no es una práctica equivocada, pero comparada con la verdadera práctica, no es muy buena. En el budismo hinayana hay cuatro maneras de practicar. La mejor manera es simplemente practicar sin experimentar ningún júbilo, ni siquiera en lo espiritual. Esta manera consiste simplemente en practicar y olvidar lo que se siente física y mentalmente y todo lo que a uno respecta en la práctica. Éste es el cuarto estado, el más sublime. El que le sigue consiste en tener o sentir sólo alegría física en la práctica. En este estado se logra algún placer y uno practica por ese placer. En el segundo estado, uno siente placer y satisfacción tanto mental como físicamente. Estos dos estados intermedios son aquellos en los cuales se practica, porque uno se siente bien en la práctica. El primer estado es aquel en que no se tiene ningún pensamiento ni se siente curiosidad en la práctica. Estos cuatro estados se aplican también a nuestra práctica mahayana, y el más sublime consiste simplemente en practicar.
Cuando se encuentra una dificultad en la práctica, ella nos advierte que se ha mezclado alguna idea errónea y se debe tener cuidado. Pero no por esto se ha de abandonar la práctica, sino que se debe continuar en ella, con conciencia de ese punto débil, lo cual no encierra ninguna idea de provecho ni tampoco ninguna idea fija de logro. No se dice «esto es la iluminación» ni «esa no es la práctica correcta». Aún en la práctica errónea, cuando uno se da cuenta del error y continúa, se sigue la práctica correcta. La práctica no puede ser perfecta, pero no es cuestión de desanimarse, sino de continuar. Éste es el secreto de dicha práctica.
Y si uno desea algún incentivo para contrarrestar el desánimo, el hecho mismo de cansarse de la práctica es ya de por sí un incentivo. Uno se alienta a sí mismo al cansarse de ella. Cuando no se quiere practicar, eso es una sana advertencia de por si. Es como tener dolor de muelas cuando la dentadura no está en buenas condiciones. Cuando siente dolor de muelas uno va al dentista. Ése es nuestro camino.
La causa del conflicto suele ser alguna idea fija o unilateral. Cuando todos reconozcan el valor de la práctica pura, surgirán pocos conflictos en nuestro mundo. Ése es el secreto de nuestra práctica y el camino de Dogen-zenji. Dogen repite este concepto en su libro Shobogenzo (Tesoro del verdadero dharma).
Al reconocer que la causa del conflicto es alguna idea fija o unilateral, se puede encontrar sentido en diversas prácticas, sin dejarse dominar por ninguna de ellas. Cuando uno no se da cuenta de la situación, se ve dominado por alguna modalidad en particular y dirá: «Ésta es la iluminación. Ésta es la práctica perfecta. Éste es nuestro camino. Los otros caminos no son perfectos. Éste es el mejor camino». Lo cual es una gran equivocación. En la verdadera práctica no se sigue ningún camino en particular. Cada uno debe descubrir su propio camino y debe saber qué clase de práctica sigue en ese momento. Cuando se conocen las ventajas y desventajas de alguna práctica especial, se puede practicar en esa forma especial sin correr peligro. Pero, cuando se adopta una actitud unilateral, se pasan por alto las desventajas de la práctica y se recalca solamente su parte buena. Después se descubre la parte peor de la práctica, y uno se desanima cuando es ya demasiado tarde. Esto es una tontería. Por eso debemos estar agradecidos a los maestros de antaño que advirtieron esta equivocación.
Mente Zen,Mente de Principiante
Shunryu Suzuki