Estudíarse a sí Mismo

No se trata de lograr un profundo sentimiento hacia el budismo; simplemente, hay que hacer lo que se debe, por ejemplo, cenar e irse a la cama. Esto es budismo.

El propósito del estudio del budismo no es estudiar budismo, sino estudiarnos a nosotros mismos. Es imposible estudiamos a nosotros mismos sin alguna instrucción previa. Si se quiere saber qué es el agua, uno necesita de la ciencia, y el científico necesita un laboratorio. En el laboratorio se cuenta con diversos medios para el estudio de lo que es el agua. Así es como se averigua qué clase de elementos contiene, las varias formas que toma y su naturaleza misma. Pero eso no basta para conocer el agua en sí. Lo mismo sucede con los seres humanos. Necesitamos cierta instrucción, mas ella es insuficiente para saber lo que «yo» soy en mí mismo. Mediante la instrucción podemos llegar a entender nuestra naturaleza humana. Pero esa instrucción no es nosotros mismos, es una explicación sobre nosotros. De modo que aquél que se apega a la instrucción o al maestro comete una gran equivocación. En cuanto uno halla un maestro, tiene que dejarlo y mantenerse independiente. El maestro se necesita para poder independizarse. Siempre que no nos apeguemos a él, nos mostrará el camino hacia nosotros mismos. Uno tiene un maestro por sí mismo, no por el maestro.

Rinzai, uno de los primeros maestros chinos del Zen, explicó las cuatro maneras de enseñar a los discípulos. Unas veces hablaba sobre el discípulo; otras, sobre la instrucción; otras, daba una interpretación acerca del discípulo o de la instrucción y, finalmente, en otras, no daba ninguna instrucción en absoluto a sus discípulos. Sabía que aun cuando no se le haya dado instrucción, un estudiante es un estudiante. Estrictamente hablando, no hay necesidad de instruir al estudiante, porque el estudiante mismo es Buda, aunque es posible que él no esté consciente de serio. Y aunque tenga conciencia de su propia verdadera naturaleza, si se apega a ese conocimiento ya va mal. Cuando uno no está consciente de su verdadera naturaleza, lo tiene todo; pero, cuando uno se da cuenta cabalmente de ella, tiende a creer que de lo que está consciente es de sí mismo, lo cual es una gran equivocación.

Cuando no se recibe instrucción del maestro y uno se limita simplemente a sentarse, esto se llama enseñar sin enseñanza. Pero a veces esto no basta y entonces se escuchan disertaciones y consideraciones cuidadosas. Sin embargo, debemos recordar que el propósito de la práctica en un lugar en particular es estudiarnos a nosotros mismos. Estudiamos para mantenernos independientes. Como los científicos, debemos contar con algunos medios. Se necesita un maestro, porque es imposible estudiarse a uno mismo por cuenta propia. Pero hay que evitar equivocarse en el sentido de tomar de uno mismo lo que se haya aprendido con un maestro. El estudio que se hace con un maestro es parte de la vida cotidiana, parte de la incesante actividad. En este aspecto no hay diferencia entre la práctica y la actividad de la vida cotidiana. Por lo tanto, encontrar el sentido de la vida en el zendo es encontrar el sentido de la actividad cotidiana. El zazén se practica a fin de tomar conciencia del sentido de la vida.

Cuando yo estaba en el monasterio de Eiheiji, en el Japón, cada uno de nosotros hacía simplemente lo que debía. Nada más. Es lo mismo que el despertarse por la mañana. Lo hacemos porque tenemos que levantarnos. En el monasterio de Eiheiji, cuando teníamos que sentarnos, nos sentábamos. Cuando teníamos que inclinarnos en reverencia ante Buda, nos inclinábamos  en  reverencia  ante  Buda.  Nada más.  Y  cuando  estábamos  practicando,  no sentíamos nada especial. Ni siquiera sentíamos que estábamos llevando una vida monástica. Para nosotros, la vida monástica era la vida usual, y la gente que venía de la ciudad era lo fuera de lo usual. Cuando veíamos a los visitantes nos decíamos: «¡Oh, ha llegado gente fuera de lo usual».

Pero una vez salí de Eiheiji y estuve fuera por un tiempo. A mi regreso fue diferente. Al escuchar los diversos sonidos de la práctica —las campanas y los monjes recitando el sutra— experimenté una profunda emoción. ¡Me brotaban lágrimas de los ojos, la nariz y la boca! La gente que está fuera del monasterio es la que nota el ambiente reinante en éste. Los que están practicando, en realidad, no notan nada. Creo que esto es cierto en todos los sentidos. Cuando oímos el murmullo de los pinos en un día de viento, tal vez el viento está simplemente soplando y el pino está simplemente enhiesto al viento. Eso es todo lo que están haciendo. Pero alguien que escuche el viento en el árbol escribirá un poema o experimentará algo fuera de lo común. A mi parecer, todo es así. Por eso, el sentir algo por el budismo no es lo principal. El que ese sentimiento sea bueno o malo tampoco es la cuestión. Sea lo que fuere, no nos preocupa. El budismo no es ni bueno ni malo. Estamos haciendo lo que debemos hacer. Eso es budismo. Siempre resulta necesario algún aliciente, pero ese aliciente no es nada más que un aliciente. No es el verdadero propósito de la práctica. Es simplemente la medicina. Cuando nos desanimamos, queremos una medicina. Cuando estamos de buen ánimo, no necesitamos medicina alguna. No hay que confundir la medicina con la comida. A veces es necesario la medicina, pero no debe convertirse nunca en sustituto de la comida.

En resumen, de las cuatro maneras de practicar citadas por Rinzai, la mejor es la de no darle al estudiante ninguna interpretación de sí mismo, ni tampoco ningún aliciente. Si nos imaginamos  a  nosotros  mismos  como cuerpo,  la  enseñanza  podemos  considerarla  como nuestra ropa. A veces hablamos de nuestra ropa, otras de nuestro cuerpo. Pero ni el cuerpo ni la ropa son en realidad nosotros mismos. Nosotros mismos somos la gran actividad. Estamos expresando simplemente la partícula más pequeña de la gran actividad y nada más. Así, pues, está bien que hablemos de nosotros, pero, en realidad, no hay ninguna necesidad de hacerlo. Antes de abrir la boca, ya estamos expresando la gran existencia, inclusive, la propia. Por lo tanto, el propósito de hablar de nosotros es corregir el error en que caemos cuando nos apegamos a cualquier forma o color temporal de la gran actividad. Es necesario hablar de lo que es nuestro cuerpo y de lo que es nuestra actividad para que así no cometamos ninguna equivocación en lo tocante a ambos. Por eso, hablar de nosotros es, en realidad, olvidarnos de nosotros.

Dogen-zenji dijo: «Estudiar el budismo es estudiarnos a nosotros mismos. Estudiarnos a nosotros mismos es olvidarnos de nosotros mismos». Cuando nos apegamos a una expresión temporal de nuestra verdadera naturaleza, es necesario hablar del budismo, ya que si no se pensará  que  la  expresión  temporal  es  la  verdadera  naturaleza.  Pero  esta  expresión  en particular de la verdadera naturaleza no es ella en sí. Y, sin embargo, al mismo tiempo lo es. Por un momento lo es, durante un instante ínfimo lo es. Pero no sigue siéndolo. Al instante siguiente, deja de serio y por eso no es la verdadera naturaleza. En cuanto se ha comprendido este hecho, es necesario estudiar el budismo. Pero el propósito de estudiar el budismo es estudiarnos a nosotros mismos y olvidamos de nosotros mismos. Cuando nos olvidamos de nosotros mismos, somos realmente la verdadera actividad de la gran existencia o la realidad en sí. Cuando entendemos esto, desaparecen todos los problemas de este mundo y podemos disfrutar de la vida sin dificultad alguna. El propósito de nuestra práctica es la percatación consciente de este hecho.

Mente Zen,Mente dPrincipiante

Shunryu  Suzuki

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Traducir