Un hombre viene caminando por un camino. Está muy sediento por su viaje y está ansioso por un trago de agua. Se detiene en un lugar junto al camino y pide una bebida. El dueño del agua dice:
“Puedes beber de esta agua si quieres. El color está bien, el olor está bien, el sabor es bueno también, pero si la bebes, te enfermarás.
Te enfermarás lo suficiente como para morir, o casi”. El hombre sediento no escucha. Está tan sediento como una persona luego de una operación, a quien le ha sido negado un buen trago de agua por un tiempo. ¡Está llorando por beber agua! Por lo que chapotea un poco de agua y se la traga, encontrándola muy sabrosa. Bebe un buen trago y se enferma tanto que casi se muere. No escuchó la advertencia que se le dio debido a su irresistible deseo.
Así es como sucede con una persona que cae en los placeres de los sentidos. El Buda enseñó que son venenosos, pero el hombre está sediento, y no escucha. Bebe vistas, sonidos, olores, sabores, sensaciones táctiles, y objetos mentales y todos son “deliciosos”.
Por lo cual bebe sin parar, y allí permanece atascado hasta el día que muere.
Ajahn Chah