La práctica de antaño

Los maestros de la antigüedad fueron personas que se caracterizaron básicamente por su flexibilidad. Bastaba su sola presencia para que los cielos se derramaran sobre la tierra.
¿Cómo podían actuar así?
Porque su mente escapaba a todo sectarismo, porque trascendían los parámetros convencionales, porque su objetivo final era el correcto y porque no se habían dejado engañar por falsos maestros, los charlatanes y
los embaucadores.

No se asociaban al azar con cualquiera ni se aferraban a nada efímero. Para ellos lo más importante era la vida y la muerte, a pesar de que no creían que, en realidad, hubiera algo que naciera o que muriese realmente.

Así se comportaban nuestros antepasados. Es esencial que comprendamos esto claramente y evidenciemos esta comprensión en todas las circunstancias de nuestra vida.

Después de eso podremos someternos a un riguroso tratamiento Zen, a menos que todavía nos sintamos perdidos cuando nos veamos implicados en procesos de cambio y desarrollo.

Es innecesario añadir que, si uno permanece en un estado en el que la mente se halla “medio clara y medio oscura, medio despejada y medio lluviosa”, todavía no puede “pasear solo por la inmensidad” aunque desee
hacerlo.

Maestro Ying-an

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Traducir